En observción
De los Mohedano a las Pardo de Vera
La tertulia política explora la vía del linaje, abierta por las grandes dinastías rosas
Sanchologías
'Todo es de color' o 'Paint It Black'
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Iniciar sesiónPreocupados por el arrechucho que la semana pasada llevó a Amador Mohedano al hospital de Jerez de la Frontera, caemos en la cuenta, con los dedos de las dos manos, de cuántos miembros del clan de Chipiona han medrado a la sombra de Rocío Jurado, ... cuyo vasto repertorio coplero y tonadillero representa hoy un elemento secundario, a la sombra de su frondoso árbol genealógico, curado de espantos e injertos.
Uno de los mayores logros del telegatuperio de mesa camilla fue a finales del siglo pasado la apertura del mercado de fichajes a cualquier familiar –político o carnal, de primer o segundo grado– de las celebridades patrias, personajes hasta entonces secundarios, cuando no inexistentes, figurantes sin frase, de una crónica rosa en la que comenzaron a cobrar vida propia y dinero en función de su papel de agentes dobles. Por ahí siguen; en el caso de Rocío Jurado hasta llegar a extremos cuyos retorcidos cabos sería incapaz de atar el más reputado heraldista.
Ha sido el proceso de convergencia formal entre las tertulias rosas y las mesas de debate político, arrevistadas y sobreactuadas desde hace décadas por unos comentaristas pasados de rosca y tono, agentes simples al servicio del gran espectáculo de la política de trinchera, lo que ha desembocado en un caso inédito. Tenía que pasar, por simple probabilidad.
No son pocos los políticos de escopeta y perro, de aspaviento y respingo, que con la venia de las Cortes ejercen de tertulianos, pero nunca habíamos contado en este guiñol con familiares directos de una imputada por la Audiencia Nacional. Esa es la gesta de las hermanas Pardo de Vera, pioneras a su pesar de la trasposición de la directiva del linaje a unas tertulias que gracias a ellas abren un punto de fuga hacia el horizonte comercial de las exmujeres, las hijas, los hermanos, los chóferes, las asistentas y demás parentela que aparece en el teléfono de aludidos de nuestras tramas corruptas, auditadas por lo sensorial por una opinión pública que desde el siglo pasado ha asistido al imparable proceso de convergencia de dos formas de ocio que con Ana e Isabel establece un nuevo hito, a las mismas puertas ya de la finca Yerbabuena.
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