parrillada mixta
Sanchologías
El deterioro facial del presidente del Gobierno coincide con su alejamiento de las cámaras de televisión: un año lleva sin dar entrevistas
'Todo es de color' o 'Paint It Black'
Los toman por tontos
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Iniciar sesiónNo ha llegado a cumplir un año, lo habitual en los negocios que prueban suerte en esa hostelería desfigurada por la estupidez y enaltecida por los 'influencers', profesionales que, una de dos, o cobran por hacerles el caldo gordo en TikTok o están desesperados ... por descubrir a su selecto público lo último de lo penúltimo, aunque sea malo como la carne de pescuezo. «Se alquila», pone en un escaparate en el que permanecen los restos del naufragio, previsible no ya por su oferta gastronómica, sino por el nombre que algún lince del márketing eligió como marca: 'sandchitos'.
Que una nación centenaria que ha legado a la humanidad platos como el atascaburras, la pipirrana o el ajopringue termine elaborando 'sandchitos' con pan 'brioche' da cuenta de su cada vez más acelerada pérdida de valores, sarna que ya no pica a casi a nadie. Lo más terrible de este caso, por encima de cualquier apreciación culinaria, es el error de bulto que cometieron los padrinos del bautizo del tentempié, al que pusieron un nombre de pila que nuestra proverbial economía fonética –tres consonantes seguidas son muy difíciles de pronunciar para los usuarios de las lenguas romances– iba a dejar en 'sanchito', hasta arrastrarlo a la progresfera de nuestro presidente del Gobierno. Desde las mesas del Iberia, bar de escalope y paella los domingos y que hasta comienzos de siglo fue 'after' y abrevadero de policías y taxistas, se puede contemplar el desastre de los 'sanchitos', lección de historia y aviso a navegantes y comerciantes del gremio de la martingala.
Reconocía ayer un reputado sanchólogo, escriba del boletín oficial del régimen, lo demacrado que está últimamente Pedro Sánchez, con el que tuvo ocasión de compartir confidencias en el avión que los trajo de regreso de la última gira presidencial. Se le ve cansado, pero con ganas, confesaba en la tele el experto en sanchología, que no reparó en la sobrecogedora raya pomular que, como un siete, quizá la marca de Caín, luce un Sánchez cuyo proceso de deterioro facial ha coincidido con su alejamiento de las cámaras de televisión, también instaladas en el estudio radiofónico que solía frecuentar. Desde el 1 de julio del año pasado, ya ha llovido, no se ha dejado entrevistar por su colegio de confesores, enésima evidencia de una crisis en la que la desafección y la desconfianza, como el hambre y las ganas de comer, paella o 'sandchitos', convergen en lo que cuando menos es un cese de actividad, preconcurso de acreedores aún sin cartel de «Se alquila» o «Se traspasa» en el escaparate.
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