EN OBSERVACIÓN
'Todo es de color' o 'Paint It Black'
Queda prohibido cuestionar el dogma de la España gris del franquismo
Los toman por tontos
Dos guerras santas
De la misma manera que la acción de colorear no puede entenderse ni ejecutarse sin un dibujo previo, la idealización política del estallido cromático de la España de la Transición exige como ineludible punto de partida la estampa gris del franquismo, que es una cosa ... tremebunda que viene en el catecismo, que se enseña y memoriza en las escuelas y que, como el ajo, repiten los medios del régimen. Si Ted Turner desafió la memoria del público al colorear los clásicos del cine en blanco y negro, España ha comenzado a decolorar las películas que documentan la falsedad del dogma de la grisura franquista, y también a enmudecerlas, para que de paso nunca más se escuchen las risas, los diálogos, el bullicio o la música de fondo de García Abril o Santisteban. Les están poniendo letreros intercalados, como en los años 20, para resignificarlas y darles otro aire, más sombrío, entre Lon Chaney y Bela Lugosi. Hemos tenido oportunidad de asistir al trabajo que realizan los profesionales de la Filmoteca Nacional y resulta asombroso. Estaban el otro día liados con la secuencia de una película de Conchita Velasco y Manolo Escobar y les está quedando que ni el 'El acorazado Potemkin'. Sale uno llorando del laboratorio, como de recoger unos análisis adversos.
Lo del cine parece que al final va a tener arreglo, pero el tema de las fotos, igualmente probatorio, se ha complicado. El Gobierno de la mayoría social llegó a pensar en un decreto de incautación, casa por casa, de toda fotografía en color o en la que saliera gente sonriendo, tomada entre abril de 1939 y noviembre de 1975. «Antes partía que doblá», gritó María Jesús Montero en el Consejo de Ministros al que Bolaños llevó el borrador de la requisa. «¿Las fotos de la feria de cuando yo era chica me vas tú a quitar a mí? Anda y vete ya por ahí». Y no se habló más del tema.
La confiscación domiciliaria de las fotos domésticas reveladas entre 1939 y 1975 queda aparcada, pero no la censura de cualquier exhibición pública de este material clasificado, arte degenerado para nuestra mayoría de progreso. 'La Comunidad es acusada de blanquear el franquismo con una exposición fotográfica', titulaba el pasado viernes el principal diario el régimen. Alerta antifascista. Con mal cuerpo, el que se le pone a uno con la cosa del blanqueo, el lector se topaba con una muestra, 'Madrid icono pop (1964-1979)', que reflota la obra de Gianni Ferrari, reportero de la agencia Contifoto que captó la felicidad de su tiempo en los rostros de Audrey Hepburn, Claudia Cardinale o los Dominguín. Fue un chiringuito antifranquista el que levantó la liebre y denunció una distorsión de la memoria democrática que atenta contra los principios del nuevo movimiento nacional. «Esa no era la realidad de la sociedad», claman los milicianos, para quienes esta exposición «trata de ocultar el terrible sufrimiento que padecieron millones de personas en esos años y esconder la realidad de esa época».
¿Qué hacía tantísima gente durante los años de fango y plomo del sanchismo sonriendo en las fotos? Esconder la realidad de esa época, responderá algún idiota futuro. O, como dijo Ana Belén, «dientes, dientes, que es lo que le jode».