el contrapunto
Cuando el enemigo está en la Moncloa
De Sánchez solo cabe esperar colaboración con el dictador ruso, por activa o por pasiva
Escenas de matrimonio en la Moncloa
Doble acierto de Núñez Feijóo
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Iniciar sesiónLa política imperialista de Putin, cada vez más agresiva, constituiría un peligro grave fuese quien fuese el ocupante de la Moncloa. Estando a los mandos Sánchez, el riesgo adquiere dimensiones aterradoras, porque no cabe esperar de él sino colaboración con el dictador ruso, por ... activa o por pasiva.
Si nuestro caudillo patrio pensó alguna vez en los intereses nacionales, hace tiempo que los olvidó. Sánchez solo actúa en función de lo que le conviene a él y facilita su permanencia en el poder. De ahí que comparta el Gobierno con formaciones comunistas abiertamente partidarias de abandonar la Alianza Atlántica o tenga por costaleros en el Congreso a exterroristas de extrema izquierda vascos y golpistas catalanes, cuya intentona sediciosa fue respaldada desde Moscú, según la minuciosa investigación llevada a cabo por el juez Joaquín Aguirre en Barcelona, superando las trabas puestas a su instrucción, incluida la negativa a brindarle protección policial a pesar de las amenazas recibidas.
Sánchez ha conseguido que España deje de ser un aliado fiable de las democracias occidentales. Sus patéticas maniobras de consumo interno, destinadas a satisfacer las exigencias de sus socios, lo llevaron a ponerse en ridículo en la última cumbre de la OTAN, al firmar un compromiso de incremento del gasto militar y después anunciar a la salida que no tenía intención de cumplirlo. Su palabra no vale nada; es auténtico papel mojado en un momento de máxima tensión, en el que Europa se juega todo lo conseguido desde la Segunda Guerra Mundial frente a un sátrapa decidido a regresar a la guerra fría o arrastrarnos a un nuevo conflicto armado. Lo cual explica que se le excluya de cualquier cónclave destinado a lidiar con esta crisis. Magro consuelo es constatar que tampoco la UE atraviesa su etapa más brillante.
Lejos quedan los días de trabajo duro, defensa de los principios democráticos y prosperidad. Entonces contábamos, además, con el paraguas norteamericano, dispuesto a garantizar nuestra seguridad, asumiendo todo el coste de mantenernos a salvo. Ahora nos toca velar por nosotros mismos, con la inversión y sacrificios correspondientes, mal que les pese a los integrantes de este monstruoso Frankenstein. Porque Polonia somos todos. O Lituania. O Ucrania. Cuando Putin ataca a uno de esos países, está clavando su zarpa en el corazón de nuestro mundo. Y si no le plantamos cara unidos, legaremos un futuro muy sombrío a nuestros hijos.
El enemigo de España es Rusia, no Israel. Quien atenta contra nuestro modo de vida es Putin, no Netanyahu. Pese a lo cual, Sánchez y sus voceros evitan hablar de Polonia, mientras justifican la violencia ejercida contra los ciclistas judíos en la Vuelta y van mucho más allá que cualquier otro ejecutivo occidental en su condena de los excesos cometidos por las fuerzas israelíes en Gaza, hasta el punto de merecer el aplauso encendido de los asesinos de Hamás.
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