el contrapunto
Escenas de matrimonio en la Moncloa
Por si no bastara con el juez Peinado, la máquina del fango vuelve a la carga con lo de las saunas de tu padre
Doble acierto de Núñez Feijóo
España indefensa ante Sánchez
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Iniciar sesiónCae la noche en la residencia oficial del presidente del Gobierno. Los Sánchez se sientan a la mesa, servida por un camarero que se retira discretamente en cuanto termina de pasar las bandejas, cuyo contenido regresará casi intacto a la cocina. El matrimonio come ... poco últimamente. Han perdido el apetito.
—¿Has preparado con Antonio la declaración de mañana? –pregunta Pedro, con ese apretón de mandíbula que le marca el hilo tensor del pómulo.
—No tendría que hacerlo si me quitaras de encima al juez Peinado. ¿No eres tú el jefe? ¡Pues manda!
—Lo he intentado, pero no es tan fácil. Un juez no es un ministro. Si no te hubieras empeñado en dirigir esa cátedra …
—¡Pero si me animasteis tú y Bolaños! ¿Quién contrató a Cristina para que fuera mi asistente, eh? ¿Y quién puso a mi disposición un correo electrónico de Presidencia?
—Y por si no bastara con ese follón –la fulmina él con una mirada cargada de reproche–, la máquina del fango vuelve a la carga con lo de las saunas de tu padre.
—¡¿Otra vez me vienes con eso?! Cuando mi padre nos pagó el piso en Pozuelo no le hiciste ascos a su dinero. O cuando nos ayudaba a llegar a fin de mes de recién casados. Y no me digas que desconocías lo que pasaba en esas saunas, que yo no soy una de tus periodistas de cabecera. Sabías perfectamente a qué se dedicaba mi familia. ¡Si entonces todavía era yo la que repartía los sobres…!
—No pronuncies esa palabra, por favor, que bastante tengo con los de Cerdán, Koldo y Ábalos.
—Hablando de puteros…
—No te pongas vulgar, Begoña. No te pega.
—La culpa de lo que estamos pasando es tuya por empeñarte en seguir aquí. Si hubieras dimitido, nos habrían dejado en paz.
—¿Eso crees? ¡Qué poco conoces a la prensa y la justicia! La mejor manera de defendernos es aguantando en la Moncloa como sea. ¿A quién crees que obedece el fiscal general?
—Lo que tú digas, pero quítame de encima a ese maldito juez como sea ¿vale? ¡No lo soporto!
—Tengo a Félix trabajando en ello, pero nos faltan votos para cambiar la ley que lo protege y el catalán no da su brazo a torcer, por mucho que le ofrecemos. Esperemos que Salvador lo convenza. Tiene instrucciones muy claras
—Dale lo que pida. ¿Me oyes? Lo que sea necesario para que se archive de una vez este asunto.
—Si de mí dependiera…
—Me voy a la cama, Pedro _ se levanta arrastrando la silla, sin probar el postre.
—No me esperes despierta.
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