Todo dentro

Aznar fue mezquino y antiespañol con Vera y Barrionuevo tal como Sánchez lo está ahora siendo con Jorge Fernández Díaz. Más allá de los errores a los que nos condenan nuestras vidas de imperfección, y la turbia naturaleza de semejantes enemigos, hay que ser agradecidos con los servidores públicos que se jugaron el tipo por nuestra seguridad y nuestra libertad.

A España hay que tomarla en serio, sobre todo los que tanto presumen de ser sus salvadores. Y no es serio no entender que un Estado necesita a veces cloacas para defenderse, y serio no entender que la solución contra los separatistas no pueden ser los separadores sino el pegamento que les enganche y les maree y no tengan más remedio que incorporarse a la gran rueda. Es verdad que Pedro Sánchez se aprovecha de esta máxima con sectarismo y sin generosidad, y es igual de cierto que el PP cuando no tiene el poder y trata de recuperarlo a cualquier precio se aleja dramáticamente de la grandeza.

Casi siempre hemos tenido buenos gobernantes pero no sabemos celebrar los éxitos del Estado cuando el mérito se lo lleva un presidente que no es de los nuestros. Felipe fue un irresponsable contra Suárez, Aznar fue un cretino contra Felipe, culpar a Aznar de los atentados del 11-M fue la página más impresentable de nuestra democracia y desde luego Mariano Rajoy tuvo tardes mejores que las que dedicó a recoger firmas contra el Estatut.

Golpistas y etarras no eran adversarios políticos sino enemigos de la estructura fundamental del Estado y había que frentearlos sin otro escrúpulo que el de su derrota. Entender esto no es de derechas ni de izquierdas. Es de padre que merece un Estado eficaz que le proteja de delincuentes y asesinos mientras él puede ir a hacer la compra o a jugar al parque con los niños.