después, 'naide'
La paja en el ojo ajeno
Resulta más que razonable la sospecha de que a la inutilidad de la norma se sume un afán fiscalizador del poder sobre los pecados de uno
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Iniciar sesiónQue el Gobierno nos pretenda monitorizar la frecuencia e intensidad del consumo de pornografía a los españoles es el corolario perfecto de la izquierda del séptimo de puritanía. Como mejorar la vida de la gente es complejo y necesita, además de preparación, valor para ... tomar medidas impopulares, la izquierda desistió del bienestar y se empezó a meter con todo lo demás: cómo vestimos, si vamos a la Iglesia o no, si nos casamos o acaso debiéramos abrazar el poliamor, las clases de masturbación, un semaforillo para saber si comemos bien, si tenemos demasiados hijos y, por supuesto los toros, el baile, las canciones, los libros, los cuadros y ahora, finalmente, el tocamiento.
Está bien que los jóvenes no puedan acceder a pornografía en algunos casos desde los ocho años y que Torbe no sea su referente afectivo y ahí podemos estar todos de acuerdo. El porno los envilece. Pero resulta más que razonable la sospecha de que a la inutilidad de la norma (no actúa sobre páginas extranjeras), se sume un afán fiscalizador del poder sobre los pecados de uno.
Desde que la gente no cree en Dios, creen en José Luis Escrivá, en Yolanda Vírgen del tímpano y en Nuestra Señora de Begoña y de la Complutense
Así llegamos a las faldas de la sotana gubernamental, la sacristía de Moncloa y resulta inquietante sobre todo para los que ya tenemos confesor y desconfiamos de los que nos quiera poner el Gobierno. Porque uno soluciona sus pecados con uno y con su Dios si es que tiene suerte de tenerlo. Porque estas cosas las trataba la Iglesia con criterios que la izquierda ridiculizaba hasta ayer. Los que decían que el porno era malo se señalaban como una cuadrilla de chalaos que hablaban de quedarse ciego, de que a uno le salían granos y no sé cuántas otras cosas que eran vistas como perfectamente ridículas y excéntricas. Cómo no iban a estar majaras los antiporno, si esos chalaos creían en gente andando sobre las aguas y en zarzas que ardían. Pero desde que la gente no cree en Dios, creen en José Luis Escrivá, en Yolanda Vírgen del tímpano y en Nuestra Señora de Begoña y de la Complutense, estrella de la mañana y mártir del paseíllo del juez Peinado.
Se habla mucho de que los usuarios podrán acceder al porno treinta veces en treinta días. Mucho me parece, pero quién soy yo. Curiosamente en el relatillo, el usuario siempre es referido como masculino y no comparece el lenguaje inclusivo. No son ellos y ellas los que entran a las webs de pelo; siempre son hombres y se dibujan en una decrepitud de paso del tiempo y de basura sin sacar un poco como cuando para curarme del 'stendhalazo' de París, me imagino a Houellebec en una de esas buhardillas metido en el Youporn y calentándose un precocinado de arroz basmati o de cassoulet.
MÁS después 'naide'
La pornografía es mala para los menores. Los embrutece, los entrena en prácticas que convierten al otro en objeto y los degrada. Sean bienvenidos a este pensamiento que durante mucho tiempo se consideró carca y beato. Justamente, darles una educación sexual razonable y decente -perdón- a nuestros hijos incluye no empujarlos a masturbarse desde que les salen los dientes, ni hacerles pasear entre miles de tíos en tanga agarrándose la bartularia con gorras de policía, ni promocionar juguetes sexuales en los anuncios de crema de cacao, prácticas que al Gobierno le parecen muy instructivas pues siempre ve la paja en el ojo ajeno.
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