después, 'naide'
El funeral trucho de Valencia
Expusieron a los pobres familiares de las víctimas de la dana a una soledad de tanatorio, perdidas en la inmensidad del Museo de las Ciencias, con aquella cadena de ADN al fondo, en un vacío sin rito
El Rey pide rigor «para evitar que se repita»
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Iniciar sesiónEl funeral por las pobres víctimas de la dana en Valencia ha tocado suelo en lo simbólico y ritual de este país empezando por el nombre. Lo llamaban homenaje, cosa que no tiene sentido desde el momento en el que te mate una riada ... no es un logro, ni un honor, sino más bien un signo de la crueldad con la que la diosa fortuna se cierne sobre el destino de algunos hombres y mujeres. Se homenajea a un catedrático, a un portero de fútbol, a un maestro que se jubila, pero a los ahogados solamente se les puede recordar, conmemorar, quizás, que es algo así como un recuerdo oficial.
En el funeral trucho de Valencia expusieron a los pobres familiares de las víctimas a una soledad de tanatorio, allí perdidas en la inmensidad del Museo de las Ciencias de Valencia, con aquella cadena de ADN al fondo, en un vacío sin rito a medio camino entre una cumbre del G-20 y una entrega de diplomas y las becas de una facultad con los Reyes en el centro y la gente gritando la rabia que tienen, que por algo la tendrán. Este fue un acto vacío, laico, lo llaman, en el que, desprovisto de la Fe y el lado espiritual, quedaba expuesto lo absurdo de nuestra vida terrena: viene el agua y te lleva al otro barrio. Punto. Pero aquí no había barrio, sino canciones y rarezas de monolitos de mármol con el mismo número de rosas que de muertos había, lectura de los nombres, discursos y una presentadora que estuvo bien para el papelón que le había tocado.
El funeral católico más raro es mejor que esta cosa informe que nos hemos inventado
El funeral católico más raro es mejor que esta cosa informe que nos hemos inventado tomando la rotonda de lo divino en los funerales civiles que se suman a las comuniones civiles, los bautizos civiles y otras deformidades en las que, evitándose la idea de lo eterno y lo sagrado, giran sobre sí mismas como peonzas. Antes del funeral de mi padre, a mi tío casi lo detiene la Policía, y pincharon una canción de Paul McCartney. No puedo decir que mi padre no escuchaba a Paul McCartney ni muerto, porque muerto, lo escuchó. Las cenizas de mi tío las echamos al pie de la buganvilla de la plaza del Cabildo de Sanlúcar después de comer en Bajo de Guía unos langostinos, medio trompas, rezamos un padrenuestro y, con todo lo extraño que resultó, tuvo más sentido que el hangar de Valencia trufado de políticos con escoltas y los Reyes haciendo lo que podían. El hombre ha diseñado un sistema de duelos y despedidas que conciben la esperanza del más allá por algo, entre otras cosas por no hacer este tipo de ceremonias extrañas un tanto francesas sin aquella pompa en la que el imperio sustituye la idea de Dios, claro.
En el funeral del Pata, amigo nuestro que había pasado toda la vida bebiendo hectáreas de viña de Vega Sicilia, cocinando y comiendo en los mejores restaurantes del mundo, la caja emergía del suelo del tanatorio de Gijón por un mecanismo como de escenario de cabaret. El cura del tanatorio dijo de él que era un buen hombre, que lo era, y que había pasado la vida trabajando, ante lo que a María San Juan y a mí nos entró un ataque de risa de padre y señor mío, pues en su vida había dado un palo al agua. Al menos era un funeral.
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