sin punto y pelota
El que pisa los pisos
Los propietarios de los pisos, en muchos casos familias de clase media que han ahorrado con esfuerzo, no tienen por qué ser hermanitas de la caridad
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Iniciar sesiónSi haces políticas contra los caseros, no incentivas la entrada de más pisos en el mercado«. Con esta frase lapidaria resumía el otro día en ABC un agente inmobiliario la subida continua de los precios de alquiler en las principales ciudades españolas. No le hizo ... falta asistir a ningún curso complicado que mezcle urbanismo, sociología y economía. Estudia a pie de calle la ley de la oferta y la demanda. Y, sí, es un drama, no vamos a frivolizar. Porque no hay sueldos de jóvenes –con cada vez más cotizaciones sociales en la nómina para pagar a los actuales pensionistas– que aguanten esos precios y, además, una cesta de la compra disparada. Sin embargo, por muy clarita que nos parezca a muchos la sentencia del agente –el que pisa los pisos, los anuncia, pide avales, o sea, el que toma el pulso al mercado– a ciertos políticos no les entra en la cabeza. Una sesera con unos pajaritos que les susurran que el problema de la 'inquiokupación' se lo ha inventado la derecha. Han llegado a ese punto delirante: la realidad es facha y una fantasía. «El problema de la okupación es un problema inventado, es una agenda de la derecha», declaró hace unos meses Irene Montero. Debe haber un club secreto donde se reúnen los jefazos del heteropatriarcado a organizarse contra las mujeres y, en otra sala, los que deciden qué problemas inventarse. A lo mejor de ahí salió lo de que la ley del sí es sí podía beneficiar a violadores.
Los propietarios de los pisos, en muchos casos familias de clase media que han ahorrado con esfuerzo durante décadas, no tienen por qué ser hermanitas de la caridad. Ahora, el Gobierno les está obligando: han topado la subida de los contratos de alquiler y protegen de desahucios a colectivos vulnerables que, oh, sorpresa, tienen ahora mucho más díficil acceder a una vivienda porque hay quien no se arriesga a que entren madres solteras con hijos en sus casas sabiendo que, en caso de impago, tendrán aun más dificultades para recuperar la casa. Quién se lo podía imaginar. Tampoco entraba dentro de lo previsible que los alquileres subieran porque los caseros repercutan los seguros de impagos que abonan. Y, como casi todo está escrito, aquí viene al pelo Milton Friedman: «Uno de los grandes errores es juzgar las políticas y los programas por sus intenciones y no por sus resultados». Qué cosas, Milton, tan liberal. Pero ya sabemos de qué está empedrado en demasiadas ocasiones el camino hacia el infierno.
Los apartamentos turísticos, después de los caseros malísimos, son los siguientes villanos de la izquierda. Hace unas semanas, en El País, en un reportaje sobre un bloque de viviendas en el centro de Málaga, una propietaria explicaba que había puesto su casa en alquiler vacacional porque así se garantizaba que siempre le pagaban, y no bregaba con desalojos. Qué malvada. Ante esta tesitura, cabría cambiar el rumbo o persistir en las buenas intenciones y nefastos resultados. Nadie llamará al agente inmobiliario al Congreso. Que hable el que pisa los pisos. No le invitarán porque les hunde el relato.
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