sin punto y pelota
Legislatura de derogar
Se escribe mucho de las crisis de las democracias liberales y se dice poco de cómo el mucho legislar y el poco hacer las desprestigia
El que pisa los pisos (12/4/23)
La reacción Tate (6/4/23)
Se nos da fenomenal organizar eventos y la diarrea legislativa. ¿Que no se puede hacer la cumbre del clima en Chile? Pues, venga, pa Madrid. ¿Que el Congreso de la Lengua no se puede en Arequipa? Pues venga, pa Cádiz. Nadie como nosotros, los ... españoles, para recibir a los extranjeros, organizarles saraos paralelos, meterles en estupendos palacios de congresos. A contrarreloj, porque, ahí, somos muy resolutivos. Pero no le pidan a nuestros políticos que se pongan a hacer obras hidráulicas, a ampliar redes de Cercanías, pensar cómo dejar de depender de los chips de Taiwan, ajustar la formación a las demandas del mercado o facilitar el acceso a la vivienda. Bueno, ellos hacen creer que con el BOE y otros boletines se soluciona. Ley por allí, decreto por allá, ordenanza municipal nueva y magia. Si es que tenemos ya hasta ley del flamenco en Andalucía, celebrada con taconeo en el Parlamento andaluz. Como si el jazz o el blues hubieran precisado de un texto del Capitolio.
Justo antes de la moción de censura al Gobierno de Mariano Rajoy había titulares en prensa que le afeaban la «parálisis legislativa», al acumular cientos de días en funciones que impedían sacar leyes adelante en el Congreso. Ay, qué nostalgia. La economía iba bien. No recuerdo que los ciudadanos estuviéramos muy inquietos por falta de leyes que nos dieran derechos fundamentales.
Nadie parece caer que a más normativa, más juicios y más retrasos en la burocracia. Por eso da risa cuando tenemos que leer, en el análisis de qué pasa con la vivienda, culpar a los que la dejan en manos del perverso mercado. Claro. Como si el promotor de casas tuviera los mismos requerimientos de la Administración que la empresa de Amancio Ortega para poner una gabardina roja en un perchero. Como si en donde vivo, Málaga, no se tardaran dos años en obtener una licencia urbanística sobre la que opinan técnicos municipales, regionales y, en algunos casos, nacionales. Igual que en tantas otras ciudades.
Por el momento, de la chistera de las promesas electorales ningún partido ha sacado el compromiso de legislatura de derogar leyes. Sin parar. Es un gancho electoral destinado quizás a un público demasiado nicho, pero existe. Hay miles de españoles que agradecerían estar sujetos a menos normativa, entender mejor la burocracia y simplificar trámites. Locos que preferirían que los diputados estudiaran a fondo, con todos los sectores involucrados, qué hacer para sacar adelante pronto obras que paliaran la sequía. Fue en diciembre de 2007 cuando se acabaron las obras del pantano de Melonares en Sevilla, impulsado por Soledad Becerril de alcaldesa, que tuvo que hacer muchos viajes a Bruselas para convencer de su necesidad, hoy más que demostrada. Hasta 2014 no estuvieron listas las conexiones para el abastecimiento urbano de Sevilla. ¿Nos extraña algo de lo que ocurre en Doñana? Se escribe mucho de las crisis de las democracias liberales y se dice poco de cómo el mucho legislar y el poco hacer las desprestigia. No saben ponerse manos a la obra. Las obras. Son de leyes y eventos.