cabeza fría
¿Qué ha ganado Vox?
Dicen que han demostrado no tener apego a los cargos, pero ¿a los de quiénes?, porque ninguno de los que decidió el órdago ha renunciado a su puesto o su sueldo
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Iniciar sesiónA veces, no siempre, la testosterona no es buena. Depende de la dosis. Cuando hay un exceso, se pierde el equilibrio. Santiago Abascal decidió hace más de un año dejar que el alma ultra de Vox se hiciera con los mandos dejando marchar (y que se echara) a quienes encarnaban el alma más liberal del partido ... . Esos que daban su opinión y discutían internamente cuando no estaban de acuerdo con algo, que advertían «hay que pensar esto un poco más», «por aquí no vamos bien» o «tenemos que pensar en gobernar». Todos ellos, con Iván Espinosa de los Monteros a la cabeza, eran los que hacían de dique de contención ante los excesos de Jorge Buxadé y compañía. Volado por los aires el dique, era cuestión de tiempo que llegara un mal tsunami y arrasara.
A nadie le gusta ejercer el papel de hermano o primo pequeño al que los mayores dan lecciones. Yo llegué la última a mi familia e intenté quitarme ese sambenito en cuanto pude. Pero lo irritante no es ser el pequeño –porque también te miman más– sino no crecer cuando todos los demás lo hacen, y ya indigerible debe de ser menguar. Y eso es justo lo que le está pasando a Vox. Abascal no solo se está quedando cada vez más lejos de Meloni, Le Pen o Milei sino que tiene ahora que competir con Alvise. Codearse con el resto de líderes derecha radical con estas credenciales debe de hacerle a uno sentirse todavía más pequeño.
Y así fue como la actual dirección de Vox llegó a la conclusión de que necesitaba dar un golpe de fuerza que le permitiera ganar ante la opinión pública lo que no había ganado en las urnas: tamaño. ¿La idea? Me lo puedo imaginar: «Un órdago al PP, lo ganamos seguro, es derechita cobarde».
Si los Espinosas de los Monteros hubieran seguido en la dirección de Vox, probablemente hubieran planteado la reflexión de «¿qué pasa si sale mal?». Pero en esa cúpula ya no hay diques de contención. No hay corrientes críticas porque todos piensan lo mismo, y el que no lo hace disimula para que su pensamiento divergente no tenga coste.
Una vez perdido el órdago, toca analizar pragmáticamente qué ha ganado Vox. Abascal ha dejado claro que él no es derechita cobarde, pero ¿eso no lo sabíamos ya?. En la sede de Bambú se jactan de haber demostrado que ellos no tienen apego a los cargos, pero ¿a los de quiénes?, porque ninguno de los que decidió el órdago ha renunciado a su puesto o su sueldo. Los únicos que se van a la calle son las 200 almas que Vox tenía repartidas por las autonomías haciendo política para el ciudadano.
Así pues, procede reiterar la pregunta, ¿qué ha ganado Vox a cambio de dejar de gobernar en cinco comunidades?, ¿ha impedido que los 350 menas inmigrantes lleguen a sus territorios?, ¿ha logrado mayor poder territorial?, ¿robustecer su liderazgo?, ¿debilitar al PP?, ¿fortalecer internamente su partido? A diferencia de la derechita cobarde, Vox avanza valientemente y con paso seguro hacia el borde del precipicio.
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