Cabeza fría
El 'reality' de la pobre Begoña
Moncloa juega fuerte al buscar la mayor atención mediática posible para Gómez en el juzgado. Quizá demasiado
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Iniciar sesiónA veces nos parece que no existen, pero sí: hay millones de socialistas preocupados por el futuro de su país y de su democracia. Para ellos, la carta que Pedro Sánchez envió a la ciudadanía supuso un antes y un después dentro de la escala ... de lo tolerable. Lo vimos en las elecciones europeas. Y también para ellos, el teatralizado paso de Begoña Gómez por los juzgados consolida esa división temporal. Moncloa está jugando fuerte, quizá demasiado, para una parte de su electorado tradicional. El episodio de la plaza de Castilla ha sido por la forma –un exagerado despliegue policial y de control de la prensa– y por el fondo –la mujer del presidente intentando darnos pena–, una auténtica degeneración de la realidad al servicio de la propaganda.
Moncloa buscó captar la máxima atención mediática posible. Lo hizo al establecer de forma premeditada un marco inédito y, por tanto, noticioso en sí mismo: medidas de seguridad a lo Taylor Swift, entrada por el garaje con el rostro tapado, y giro inesperado de los acontecimientos con una petición de aplazamiento in extremis. Ni un guion de Hollywood. ¿El resultado? La visita de la mujer del presidente a los juzgados convertida en un auténtico 'reality' con nuevo episodio el día 19. ¿Prolongar el periplo judicial de Gómez es realmente positivo para ella, el Gobierno o el PSOE? Objetivamente, no. Pero a Moncloa lo que le importa es cómo provocar la siguiente conclusión: «¡Pobre Begoña!». El público objetivo del 'reality' es doble: votantes de izquierdas y prensa internacional. Los primeros, para mantenerlos ideológicamente secuestrados. La segunda, para que lleve más allá de nuestras fronteras el relato de que la mujer de Sánchez es una víctima de la justicia española.
No sé si entre los cinco millones de votantes que optaron por Pedro Sánchez en las últimas elecciones europeas quedan muchos de los socialistas que describía al principio. Pero sé que estos últimos son ya, como mínimo, los más de dos millones que no escogieron la papeleta del PSOE en junio, cuando sí lo habían hecho en las europeas de 2019: antes del pacto con Podemos, Bildu y ERC; antes de los indultos y la amnistía; antes de Koldo, el fango y Begoña. Más de dos millones.
El cambio en la base de votantes del PSOE es lento pero se está produciendo. La huida hacia adelante y sin frenos que protagoniza Pedro Sánchez podrá permitirle retener a quienes se aferran a la idea de que vivirán mejor con un gobierno progresista –haga lo que haga– que con uno de derechas. Pero esa huida alocada es la que puede convertir en irrecuperables para su candidatura a los socialistas que pueden tragar con muchas cosas, pero no con un presidente más ocupado de producir programas de 'reality' que de gobernar. Solo un dato: los 5,2 millones de papeletas que el PSOE obtuvo en las europeas de junio son casi un calco de los 5,4 millones que logró en las elecciones generales de 2016. Y, justo después, el partido acabó echando a Pedro Sánchez
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