En cifrado con libertad

Hay un nexo, un eslabón, una contrariedad, pero seguro que se resuelve enseguida. Santos Cerdán no era sólo un secretario de organización de un partido político. Santos Cerdán era el que negociaba en nombre del Gobierno los asuntos más delicados, ya sea con los humanistas de Bildu o con los perseguidos injustamente de Junts. Es decir, era el tipo que cerraba los acuerdos más delicados en materia de política territorial y en la todavía más importante: la supervivencia del Ejecutivo. Pero lo hacía por Signal, como los camellos de droga. Para no dejar rastro. Para que no le hicieran lo mismo que con la viruta. Qué habrá en esas conversaciones (las encriptadas), si para hablar de pasta y comisiones usaba el teléfono normal sin miedo a que le grabaran. Aquí, en cambio, Cerdán era todavía más cauto que al hablar con José Luis y Koldo. Como si de verdad supiera que son conversaciones que podrían, no sé, hacer caer a un gobierno. Por eso, cualquier intento del presidente de estabular a Cerdán en el partido como si fuera una simple vaca lechera no cuela, porque era mucho más que eso, era su portavoz, su elegido para negociar con los socios más prestigiosos que ha tenido nunca un inquilino de Moncloa. Ni siquiera para despachar al PNV era necesario un tipo como Cerdán. Les valía cualquiera, si total, van a perder las tres provincias vascas.

Con Bildu y Puchi es otro asunto. Para las cosas obscenas que han mantenido al presidente, hasta ahora, estaba él. Y ayer la UCO entraba en Ferraz buscando el rastro de Cerdán, y no me extrañaría que ese tufillo llegara también a Moncloa. Porque Cerdán no era un simple secretario de organización de un partido, repito. Cerdán usaba Signal para hablar en nombre del Gobierno. Como los camellos de droga. Me recuerda al chiste aquél de: En un coche van Otegui, Puigdemont, Cerdán y X, ¿quién conduce? La Guardia Civil. Y por cierto, qué manía tiene este partido con no querer despejar las equis de la ecuación.