LA ALBERCA
A ver dónde echáis el votito
La defensa de su mujer y su hermano es humanamente comprensible, pero ¿por qué ese apoyo al fiscal general?
Policía a la fuga
Funcionarios y ancianos
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Iniciar sesiónARCADIO vendió su alma por un préstamo que nunca pagó, se quejaba el coronel Aureliano Buendía en ‘Cien años de soledad’. La dialéctica promisoria del sanchismo está basada en el alma de Arcadio. Es ficción literaria. Relato. Decencia hipotecada. Eso que profetizó Orwell: «Dos más ... dos igual a cinco, si el Partido lo dice». La descarnada realidad del presidente es veneno para el alma: la mujer imputada, el hermano a un paso del banquillo, el número dos investigado por mangancias y putiferios, el número tres en la cárcel, el socio fugado, el fiscal general juzgado... Pero su narrativa nos habla de un Gobierno «limpio» (¿?), de un «país que funciona» y del «lado bueno de la historia», que es el paroxismo de Narciso, la agonía. Es muy antiguo eso de que todo el que dice «yo soy» es porque no tiene quien le diga «tú eres». El fantasma de la mediocridad se llama ego. Sánchez es en estos momentos un personaje de novela, un Fausto que pacta con Mefistófeles la venta de su corazón. No es un adalid de la corrupción material. Es peor. Encarna la corrupción espiritual, la célula madre de la mentira, el ejercicio permanente de la inmoralidad y el cinismo. Y en realidad su historieta es la de una víctima de su propia vanidad. La de un Dorian Gray que quiere ser eterno en su obra de arte y que ha terminado pareciéndose a la criatura de Wilde sólo en su peor defecto: se ha librado de todas las tentaciones cediendo a ellas.
Sólo los enjuagues de su mujer bastarían para poner fin a sus ínfulas de Gran Gatsby, pero la fortuna –nuestra– que ha invertido en su aparato de propaganda distorsiona todos los cristales de la sociedad española, que en gran medida ha sucumbido a la falacia de que dos más dos son cinco si lo dice el Partido. Y así hemos llegado a la aberración del fiscal general en el banquillo. La defensa numantina de su familia es humanamente comprensible. De hecho, todos los códigos penales de las democracias dispensan a los parientes de la obligación de declarar contra el procesado. Pero, ¿por qué protege de forma tan vehemente el presidente al fiscal? ¿Podemos creernos que está tan comprometido con la verdad alguien que ha aforado a su número dos después de saber que jugaba al Monopoly en burdeles? Cuando la palabra, que es el patrimonio sagrado de los decentes, no vale nada, el relato es atrozmente perverso. Esa es la verdadera corrupción, la de quienes usan como excusa el bien común para perpetrar sus inmoralidades. Sánchez ha construido desde su codicia despiadada un útil espantapájaros contra la fantasmagoría de la ultraderecha, pero no por convicción, sino por interés. Y ha comprado voluntades con la moneda del miedo o con préstamos que nunca va a pagar, como la amnistía, la quita o el cupo. El partido incluso ha prometido puestos de trabajo en a cambio del voto familiar. «A ver dónde echáis el votito», le advirtió un Arcadio a una colocada en Arcos de la Frontera. He ahí el lema del sanchismo. ¿Dónde hay que echar el votito, en el "lado bueno" de la historieta o en el lado crudo de la verdad?
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