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El señor de los anillos

POCAS personalidades de la vida pública española han transitado de la dictadura a la democracia con la naturalidad y el prestigio con que supo hacerlo Juan Antonio Samaranch, el Papa olímpico. Desde la plataforma teóricamente neutral del deporte supo construir una estructura de poder y ... de influencia que lo mantuvo a salvo de las vicisitudes de la política. Tuvo vara alta en el franquismo y fue prócer -y noble- en la monarquía. Simpatizó con el nacionalismo sin perder anclaje en la españolidad. Logró obtener el apoyo de los soviéticos, de los norteamericanos y hasta de los chinos; cerró la Guerra Fría con un lustro de antelación y detectó la progresiva fuerza de los países emergentes. Tejía con sutileza y perspicacia redes diplomáticas transversales que le permitían cruzar las líneas rojas de un mundo en conflicto. Hermético y glacial, manejaba los resortes del soft power, el poder blando, con una autoridad invisible; durante décadas fue el español con más ascendiente internacional. Y nunca dejó de hacer país. Primero saldó con Barcelona la deuda moral que latía en su corazón catalán; más tarde, incluso cuando ya sabía que su influjo en el sanedrín olímpico era testimonial por haber perdido la capacidad de otorgar favores, intentó presentar la candidatura de Madrid como un último homenaje casi póstumo a su persona.

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