tiro al aire
El bar de Carlos
Agosto es mes de vacaciones, pero Carlos sabe que son las vacaciones de otros. De muchos del pueblo. Pero sobre todo, es un mes de forasteros
El callo sanchista
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Iniciar sesiónEl resto del año Carlos cierra el bar los lunes, pero en agosto, no. En agosto abre todos los días por una básica regla: el pueblo se llena de gente y ésta llena los bares. Incluido el suyo. Lo ha puesto en las redes: 'El ... bar de Carlos este mes abre todo los días'. También para los del pueblo. Menudo ambientazo, que lo disfruten.
Agosto es el mes de vacaciones por excelencia, pero Carlos sabe que son las vacaciones de otros. De muchos del pueblo, porque cierran fábricas cercanas, paran sectores. Pero sobre todo, es un mes de forasteros. De los hijos de los que emigraron y aún tienen su casa familiar. De otros tantos que vienen buscando lo rural, que estos días tiene poco de tranquilidad. A estas horas hay menos tráfico en la Castellana que en la carretera comarcal del pueblo.
Por eso aquí no cierra ni uno de los distribuidores de Carlos. Al revés, aumentan los repartos. Él, como los otros bares, los restaurantes, la discoteca, la piscina, necesita más mercancía. Hay más demanda. Más trabajo en la cocina, en la barra y en la terraza. Y eso que por la noche en la calle refresca más que de chaqueta. Pero a la gente le gusta quedarse hasta las tantas en su bar.
Carlos, muchos días ni come. O al menos no a su hora. Pica algo mientras puede, cuando le dejan. «Mira, hoy se ha llenado esto a mediodía y hasta ahora», dice a las 11 de la noche algunos días, mientras nos sirve un vino blanco de la comarca. «Probadlo, que os va a gustar». Es de la bodega de un distribuidor, o cliente, o amigo. Todo a la vez.
El del hielo del pueblo tampoco da abasto. Lo de hacer el agosto se dirá por las cosechas estivales, pero al pueblo también le va como anillo al dedo. En agosto, Carlos, desde hace décadas, contrata más camareros, por lo general jóvenes que estudian fuera. Veinteañeros que ahorran algo para el resto del curso. O igual no, igual se lo gastan en las fiestas del pueblo que están muy bien. Aunque ya es difícil. El pueblo no es tan caro como las ciudades en las que pasan el invierno: Madrid, Barcelona, Valencia… a las que volverán en septiembre.
Ese es el mes que Carlos baja la persiana. ¡Qué suerte tienes, quién pudiera!, le dicen muchos madrileños con trabajos de oficina obligados al veraneo de agosto. ¡Cada trabajo tiene lo suyo!, responde Carlos. Y a lo mejor opina otra cosa y también le gustaría estar al otro lado de la barra, que le sirvan la caña en vez de servirla, también este mes.
A finales de agosto el bajón ya se nota en el pueblo y en el bar. La última semana Carlos va vaciando cámaras. Cuanto menos quede mejor ha ido el verano.
El 1 de septiembre, sin falta, la familia se toma unos días de vacaciones. En el coche la niña cuchicheará con su madre lo del romance del verano con un madrileño y el niño contará cómo fue la caza de gamusinos. Y Carlos, como cada año, arrancará orgulloso tras haber hecho otro agosto.
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