Los 'traidores' a Donald Trump empiezan a cantar
Al expresidente de EE.UU. se le acumulan los acólitos que buscan beneficios penitenciarios a cambio de darle la espalda en los juicios que enfrenta
Mark Meadows, mano derecha de Trump en la Casa Blanca, ha testificado en contra del expresidente a cambio de inmunidad
Corresonsal en Nueva York
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Iniciar sesión«Valoro la lealtad por encima de todo. Por encima del cerebro, por encima del espíritu, por encima de la energía». Lo dejó escrito Donald Trump en un libro de 2007 y su 'negro' –¿alguien puede pensar que lo escribió él?– no mentía. Se ... vio a la perfección en sus negocios, donde el multimillonario neoyorquino se rodeó de un núcleo de leales: su ayudante ejecutiva, Norma Foerderer; su secretaria desde 1987, Rhona Graff, que llegó a vicepresidenta de la Trump Organization; Matt Calamari, un director de operaciones que empezó como guardaespaldas y chófer; o Allen Weisselberg, su contable durante décadas.
En el mundo sórdido de la política –todavía más sórdido que el los chanchullos inmobiliarios de Nueva York– Trump dejó claro que buscaba lo mismo: «Necesito lealtad, exijo lealtad», le dijo ya en la Casa Blanca a James Comey, director del FBI (como es conocido, Comey investigó la trama de interferencia electoral de Rusia y Trump le despidió de manera fulminante).
La prueba definitiva de lealtad a Trump ocurrió a finales de 2020, durante su campaña contra los resultados de las elecciones de aquel año, las que perdió frente a Joe Biden. El entonces presidente clamó que le habían robado la victoria con un fraude masivo –los tribunales no encontraron prueba de ello– y solo quedó en su círculo de confianza quien estuvo dispuesto a seguirle –y a llevarse un pedazo de la atención que provoca Trump– hasta el final.
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Montaña de procesos
Ahora que muchos han visto las orejas a la Justicia, ese armazón de lealtad empieza a tambalearse. El expresidente Donald Trump enfrenta una montaña de procesos judiciales: cuatro casos por los que se le han imputado delitos –dos de ellos en la jurisdicción federal– y varios casos de naturaleza civil.
El asunto de mayor gravedad penal es, precisamente, su intento de dar la vuelta a los resultados electorales de 2020 y quedarse en el poder contra la voluntad de los electores. Trump enfrenta por ello un caso federal investigado por el fiscal especial Jack Smith –que nombra a seis investigados pero que solo le imputa a él– y otro estatal en Georgia, un estado clave, de los que perdió por poco, y donde buscó presionar a las autoridades locales y estatales para que le dieran la victoria. En este último, la fiscal, Fani Willis, imputó a 19 personas, todo el círculo íntimo de Trump que colaboró en su campaña contra las elecciones, un esfuerzo lleno de falsedades a sabiendas y acusaciones estrambóticas.
Darle la razón
Entre ellos había figuras apenas conocidas en EE.UU. que se colocaron en el centro de la batalla política por ser las voces que Trump quería escuchar, las que le daban la razón, las que le decían que él no había perdido, que debía seguir siendo el presidente, que le habían robado. Una de ellas, Sidney Powell, abogada y exfiscal que sacaba teorías conspiradoras como churros, ha sido la primera en darle la espalda a Trump. La semana pasada, se declaró culpable a cambio de beneficios penitenciarios –se jugaba hasta veinte años de cárcel– y testificar para la Fiscalía.
Al día siguiente otro abogado imputado por aquella campaña, Kenneth Chesebro, llegaba a otro acuerdo con la Fiscalía para reconocer su culpabilidad en uno de los siete cargos que enfrentaba y se comprometía también a testificar contra el expresidente.
Esta semana, una tercera abogada se sumaba a reconocer su culpabilidad. Se trata de Jenna Ellis, que también testificará para la Fiscalía y aseguró en su reconocimiento público de culpabilidad, entre lágrimas, que «si supiera lo que sé ahora, me hubiera negado a representar a Donald Trump en las demandas poselectorales. Recuerdo toda aquella experiencia con mucho remordimiento».
Lealtad unidireccional
Es pronto para saber qué impacto tendrán estos testigos en el juicio contra Trump en Georgia, cuánta información han obtenido de ellos los fiscales (según algunos opiniones de expertos, el tipo de acuerdo indica que podría no ser mucho) ni qué credibilidad tendrán delante de un jurado. Lo que se puede intuir es que los ya convictos podrían haber comprendido cómo es la lealtad que pide Trump: unidireccional –en el sentido del expresidente– y asimétrica –el que importa es él–.
Estos abogados no han sido los primeros que se han revuelto contra Trump. Este martes, el mismo día en el que Ellis acordaba su culpabilidad en Georgia, el que fuera abogado personal y muñidor de asuntos turbios de Trump, Michael Cohen, subía para testificar al estrado en Nueva York en el juicio –uno más– contra el expresidente, esta vez de naturaleza civil, esta vez por inflar el valor de sus activos. Cohen pasó hace años de ser un lacayo de Trump –«me pondría entre él y una bala», dijo en una ocasión– a una herramienta para su derrota judicial.
Tras los acuerdos de los tres abogados implicados en el caso de Georgia, algunos en EE.UU. aseguraban que se habían «abierto las compuertas» contra Trump. Poco después, ABC News aseguraba que Mike Meadows, el que fuera jefe de Gabinete de Trump en su última etapa en la Casa Blanca, había llegado a un acuerdo con el fiscal especial Jack Smith para testificar a cambio de inmunidad dentro del caso federal sobre la campaña contra los resultados de 2020.
Si eso se confirma, Meadows, presente en todas las grandes decisiones de aquellas semanas, sería el testigo estrella de ese juicio. Trump no tardó en decir que esos acuerdos son cosa de «debiluchos y cobardes» y que no creía que Meadows fuera uno de ellos. «Pero, realmente, ¿quién sabe?», apostilló.
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