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Liz apaga la luz
Las crisis son también oportunidades. El tiempo de la conspiración en el partido 'tory' debe dejar paso a una catarsis
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Iniciar sesiónLa primera ministra británica no ha tenido más remedio que dimitir tras dar un espectáculo inédito de mal gobierno. Ha sembrado el caos en la economía con las medidas que propuso hace unas semanas, una combinación irreal de recortes de impuestos para las ... rentas más altas y subida del gasto público sin explicar su financiación. En medio de la tormenta, los conservadores no recuerdan unas encuestas peores y solo se han puesto de acuerdo en una cosa: Liz Truss no puede seguir un minuto más como jefe de Gobierno. Ha sido un epígono de Boris Johnson, igual de oportunista pero sin su flexibilidad y su capacidad retórica. Apenas ha conseguido interpretar una mala parodia de Margaret Thatcher, una dirigente que siempre se preparaba a conciencia y llevaba sus proyectos adelante con enorme precisión.
La primera ministra más breve de la historia puede rendir un gran servicio a su nación si sus enormes desaciertos contribuyen a cerrar el ciclo nacional-populista que inauguró la desdichada campaña del Brexit. Sin pretenderlo, Truss ha iniciado la purga de los que son como ella en las filas conservadoras, al llevar hasta el extremo el pensamiento fantasioso que animó a sus alegres correligionarios a imitar el aislacionismo de Donald Trump. No ocurrirá enseguida, pero es posible que una vez el partido haya sido castigado severamente en las urnas en las siguientes elecciones generales, los más radicales queden arrinconados. Sería el momento de recuperar sus señas de identidad históricas, las de una formación plural y pragmática, en la que el antieuropeísmo es una excentricidad de unos pocos.
La llegada al poder del laborismo, por fin en manos de moderados, ofrecería también la ocasión de tejer una relación constructiva con la UE, en vez de utilizar de forma mecánica a Bruselas como el enemigo externo. Incluso los más optimistas piensan que es posible que los próximos gobiernos británicos sean capaces de estabilizar la economía antes que la eurozona, también con nubarrones muy preocupantes en el horizonte.
Mientras tanto, Liz Truss ha aceptado que su misión principal en el inverosímil guion de la tragicomedia conservadora era protagonizar su última escena y, al final, apagar la luz. El liderazgo conservador volverá a disputarse en las próximas semanas sin un candidato que suscite consenso.
Boris estaría dispuesto a volver y dejar de lado por ahora el lucrativo circuito de conferencias, pero sus errores durante la pandemia siguen presentes. Tiene a favor que nadie en el partido es mejor que él en campaña y que el objetivo es minimizar la probable derrota electoral.
El popular secretario de Defensa, Ben Wallace, estaría más interesado en dar el salto a la OTAN. Otros ministros sin peso sondean apoyos en las filas 'tories' antes de anunciar su candidatura para suceder a Truss, una vez que el listón ha caído tan bajo. Las crisis son también oportunidades y el tiempo de la conspiración frenética en el partido conservador debe dejar paso cuanto antes a una etapa de catarsis.
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