El gran fiasco ruso: situar en el mismo escenario a tropas regulares y mercenarios
La utilización de las milicias Wagner como unidades autónomas de combate sembró el germen de la desconfianza e ineficacia dentro del mismo bando
En el ámbito militar, el principio de unidad de mando es esencial
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La revuelta de las milicias Wagner abre interrogantes sobre la presencia rusa en África
Además de las hostilidades en curso, en el seno de la sociedad ucraniana se desarrolla un gran drama enmarcado por dos grandes visiones, en gran medida antagónicas, sobre su propio destino y su seguridad. Una es la que asienta el sagaz diplomático ... Antonio L. Ramos Membrive, constatando que Europa es el punto de fuga ucraniano. Consecuentemente, las principales aspiraciones y líneas de fuerza ucranianas convergerían sobre las instituciones europeas. Es, por tanto, una visión que se mueve en el campo institucional.
La otra gran visión percibe a Ucrania como base inexcusable de un imperio ruso. Se mueve en la esfera del realismo político, descansando los intereses de seguridad ucranianos sobre una Rusia imperial. Zbigniew Brzezinski, paradigmático realista político y asesor de seguridad nacional de Jimmy Carter, lo resumió así: «Sin Ucrania, Rusia deja de ser un imperio, pero, con una Ucrania corrompida y sometida, Rusia, automáticamente, se vuelve un imperio».
En síntesis, se podría afirmar que la disputa entre esas dos grandes visiones da raíz a la recurrente confrontación civil en Ucrania, tras la implosión de la URSS a finales del siglo pasado. Enfrentamiento que no se compendia exclusivamente en el territorio nacional ucraniano, sus gentes y las de Rusia, sino que, como resulta obvio para cualquiera que siga mínimamente los fenómenos provocados tras la invasión de Ucrania por las tropas rusas, el 24 de febrero de 2022, las chispas de la pelea afectan también, en gran medida y en distintas percepciones, a los intereses de Occidente en general, de Europa más en particular e, incluso, de China.
En concreto, a los cinco miembros permanentes (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido) del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que, con su derecho de veto, han arrojado a tal organismo, cuya primigenia responsabilidad es el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales, al más absoluto tancredismo.
Un juego complejo
El escenario, abarrotado de fobias, filias e indiferencias, se traduce, en el teatro de operaciones, en una avalancha de acciones en la que dos organizaciones occidentales de particular relevancia, la OTAN y la UE, desarrollan un juego particularmente complejo. Porque a la vez que los aliados (OTAN) o los socios (UE) tratan de jugar papeles bilaterales con respecto a Ucrania y a Rusia, las dos organizaciones, como tales, practican o intentan ejercer un rol que fomente y coordine las ayudas a Ucrania. Y así, cuando los aliados/socios rehúyen aparecer como involucrados en las hostilidades, simultánea y paradójicamente proporcionan a Kiev (entre otros) armas, municiones, inteligencia estratégica y financiación, así como formación y entrenamiento de tropas y tripulaciones de los ingenios que potencian el poder militar ucraniano.
Es como una nueva forma de hacer una guerra de la que, tras diecisiete meses de hostilidades armadas, no se vislumbra ni cuánto va a durar ni cómo va a acabar. Se podría afirmar, coloquialmente, que los ucranianos se mueven en AVE (sin que esto tenga que ver con el rápido medio de transporte ferroviario). Porque Ucrania podría ser percibida como una plataforma sostenida por tres grandes pilares: Ayuda, Voluntad y Errores.
La Ayuda es un pilar fundamentalmente occidental de la que ya se ha hablado anteriormente. La Voluntad de vencer de las tropas, junto con la capacidad de resistencia de la población civil, constituyen el férreo pilar cívico-militar ucraniano. Los Errores, tanto de planeamiento como en la ejecución de operaciones, conforman el formidable pilar ruso; columna que, en beneficio de la plataforma ucraniana, se ha visto recientemente reforzado por la estúpida y fallida intentona de Prigozhin. La guerra, por tanto, puede continuar 'sine die' mientras esos tres pilares sigan reforzándose.
El líder de los Wagner falló en su desafío: no era el momento y no tenía fuerzas suficientes ni apoyos para provocar un efecto dominó
Empleo de mercenarios
Esto da entrada al tema de los mercenarios tras la reciente intentona de Prigozhin, el 'míster' del grupo Wagner. Un colectivo paramilitar que tanto juego (y beneficios) ha proporcionado a ambos, Putin y Prigozhin, hasta ahora.
Dejando al lado consideraciones morales, lo que no es poco aparcar, tiene cierta lógica el empleo de mercenarios en operaciones en el exterior, principalmente en África, ya que aquellos constituyen eficaces instrumentos de la política del Kremlin, sin coste humano para las fuerzas armadas rusas. Sin embargo, su utilización como unidades autónomas de combate, por muy eficaces que sean, en un territorio donde operan las tropas regulares, siembra el germen de la desconfianza e ineficacia dentro de un mismo bando. Porque en el ámbito militar, especialmente en operaciones, el principio de unidad de mando es esencial. Principio que se quiebra con la existencia de unas fuerzas mercenarias o milicianas que, operando autónomamente, antes o después lleguen a interferir o incluso entorpecer las operaciones de las fuerzas militares.
Cuando Putin se dio cuenta del error, decidió poner a las milicias bajo su autoridad militar. Eso provocó la ira de Prigozhin y la revuelta
De ahí la decisión de Putin, ejecutiva a partir del próximo 1 de julio, de poner todas las milicias bajo la autoridad militar. Y de ahí, también, la arrogante negativa de Prigozhin a tal integración llegando, incluso, a despachar una columna de wagneristas hacia Moscú para –es de suponer– tratar de amilanar al Kremlin y así poder continuar haciendo la guerra por su cuenta. Acción que, de no haber sido rápidamente desactivada, quizás podría haber propiciado una guerra civil.
Ahora todo son especulaciones e hipótesis sobre qué más podría pasar, o si Putin ha salido más o menos debilitado del trance, o si el escenario operativo va a cambiar y en qué dirección. Y, así, todas las hipótesis que uno pueda imaginarse. Pero, a pesar de que muchos quieran pensar que Putin se ha debilitado tras el motín, eso no parece tan claro cuando, solo en 24 horas, la asonada fue reconducida.
Escenario volátil
El escenario es extremadamente volátil y, por tanto, cualquier presunción sería factible. En fin, el dueño de Wagner planteó un pulso militar que resultó fallido porque tenía, al menos, tres grandes noes en contra. No era el momento, cuando las tropas ucranianas habían recuperado una actitud ofensiva que podría cambiar el curso de la guerra. No tenía suficientes fuerzas propias como para descabezar la cadena rusa de mando militar. Y, sobre todo, no contaba con los apoyos necesarios para lograr un efecto dominó de adhesiones entre las tropas rusas; o, si contaba con ellas, éstas le fallaron. Ahora, en Bielorrusia, Prigozhin tendrá tiempo para ensimismarse con la idea de que en todos los sitios cuecen habas...