Europa acude a las urnas y entra en un terreno imprevisible

El estancamiento de los partidos 'sistémicos' y el ascenso de la derecha radical complicarán los equilibrios políticos en el nuevo Parlamento

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Los sondeos a pie de urna sitúan a los Países Bajos como la avanzadilla del auge de la derecha radical en las elecciones europeas

Electores en Países Bajos EFE

Enrique Serbeto

Corresponsal en Bruselas

La nueva composición del Parlamento Europeo, cuya elección culmina hoy tras abrirse las urnas en Países Bajos el jueves 6 de junio, encontrará los mismos problemas que afrontaba la UE en la anterior legislatura: la necesidad de una defensa europea, la transición energética, ... la ampliación a nuevos países, la integración de los inmigrantes y los que han llegado sin papeles, la crisis en la agricultura, el descenso de la competitividad industrial o la dependencia en materia de minerales estratégicos. Como ha venido sucediendo en elecciones anteriores, la composición de la cámara servirá para ayudar a identificar cuáles son las orientaciones de los propios ciudadanos respecto a estos problemas y con ese panorama hacer que el conjunto de las instituciones traten de seguir el camino marcado por los electores.

Hasta ahora, ese proceso era relativamente previsible porque ni los problemas parecían tan acuciantes ni los grandes partidos políticos tenían grandes diferencias en lo esencial. En la nueva legislatura, sin embargo, la situación es completamente distinta y desde la elección de los principales cargos institucionales a la aplicación de las políticas más relevantes, los equilibrios políticos en el Parlamento Europeo van a hacer muy complicada esta tarea si se confirman las previsiones de un aumento claro de las fuerzas de derecha radical y un descenso o como mucho un estancamiento de los partidos considerados 'sistémicos'.

Reglas no escritas

El funcionamiento político del Parlamento Europeo ha ido moldeando ciertas reglas no escritas. Una de ellas ha sido la de aislar a los partidos que se consideran euroescépticos o antieuropeos. Otra, esta basada en el pragmatismo más absoluto, es la que establece que cualquier mayoría se basa en un acuerdo entre los dos principales grupos, el democristiano (PPE) y el socialdemócrata (S&D). Las encuestas prevén que en la próxima legislatura una de estas reglas, o las dos, puede ser traspasada, lo que podría abrir una nueva era en las instituciones europeas.

La posición general sobre los dos grupos de derecha radical que encuadran a los nacional populistas, nacionalistas antieuropeos y partidos de los que se considera que no respetan ciertos valores europeos en materia social ha sido siempre la misma: son ignorados. No entran en el reparto de ninguna de las catorce vicepresidencias del Parlamento ni en ninguna presidencia de las muchas comisiones parlamentarias. De este modo, su capacidad de influencia en la vida parlamentaria es prácticamente nula y solo les queda su mero voto individual.

Y, sin embargo, los dos grupos que componen esa parte de la Eurocámara no han dejado de crecer. En las elecciones de 2014, el grupo de Conservadores y Reformistas (ECR) obtuvo 70 escaños, lo que fue un resultado extraordinario porque precisamente estaban capitaneados por los conservadores británicos. Esta legislatura que ahora termina se quedaron con 25 tras el Brexit, pero las encuestas le dan una subida de 76, bien por encima de sus mejores épocas.

El grupo Identidad y Democracia, que es aún más radical en sus posiciones nacionalistas y al que se considera más influido por el régimen ruso, no ha dejado de aumentar y ha pasado de 48 hace diez años a 59 esta legislatura y una perspectiva de subir hasta 67 en la próxima.

Caen los verdes

Al contrario, el grupo popular (PPE) tenía 221, con la pérdida de los conservadores británicos bajó a 178 y en la próxima legislatura puede esperar obtener 173 aunque sea el grupo más numeroso. Los socialistas tuvieron 191 y sin los laboristas se quedaron en 140, que es casi el máximo a lo que pueden esperar ahora. Por su parte, los liberales han conocido un momento de gloria en esta legislatura con 102 escaños desde los 67 que obtuvieron en 2014, pero las encuestas les anticipan un duro castigo que los volverá a dejar en el rango de los 70 representantes. Igual les sucede a los verdes, que subieron de 50 a 72 en lo que se creyó que sería su definitiva consagración como parte de las fuerzas sistémicas, pero los electores les sitúan esta vez en el entorno de los 40 escaños.

Con este panorama, teniendo en cuenta también que hay varios gobiernos en Europa sostenidos por partidos que forman parte de uno de los dos grupos de derecha radical (Italia, Holanda, Finlandia o Hungría) o que van a obtener una victoria aplastante (Francia) en estas elecciones europeas, mantener este 'cordón sanitario' en el Parlamento Europeo podría ser muy complicado.

De hecho, existen bastantes indicios de que ECR, que alberga a los Hermanos de Italia de la primera ministra italiana Giorgia Meloni y al partido Ley y Justicia (PiS) de Polonia (y a Vox), y se espera el ingreso del húngaro Fidesz (expulsado en su día del PPE) no vería con malos ojos un acercamiento a los populares para salir de este aislamiento. El grupo Identidad y Democracia (ID) lo domina la Agrupación Nacional de la francesa Marine Le Pen, que espera una victoria rotunda en su país, con la Liga italiana y el Partido de la Libertad de Austria, se quedarían dentro del 'cordón sanitario' a pesar de que han expulsado a Alternativa para Alemania (AfD), que está siendo de lejos su socio más incómodo desde todos los puntos de vista y que probablemente acabará con los no inscritos. También podría suceder que algunos de los socios de Meloni en ECR no aprueben esa flexibilidad para acercarse al PPE y se muden a las filas de ID, con lo que por un lado el sector más radical aumentaría su peso, pero al mismo tiempo facilitaría esa maniobra. Por ahora, una fusión de los dos grupos, que les daría el mismo peso que a los socialistas, parece imposible, aunque no puede descartarse.

Metsola repite

Lo único en lo que no parece haber ninguna duda es en la reelección de la maltesa Roberta Metsola (PPE) como presidenta del Parlamento. Será la segunda vez que un presidente de la Eurocámara suma los cinco años de mandato, aunque sea en dos legislaturas sucesivas después del socialista alemán Martin Schulz. La elección del presidente se fundamenta en un pacto entre los dos grandes grupos y que consiste en que se reparten la legislatura de modo que el apoyo a Metsola les garantiza que los últimos dos años y medio se elegirá a un presidente socialista.

Pero lo más importante será el voto para ratificar el nombramiento del presidente de la Comisión, en este caso la reelección de Ursula von der Leyen que necesita el apoyo de una mayoría cualificada en el Consejo Europeo, lo que ningún presidente ha puesto en duda hasta ahora, aunque luego necesitará el voto de una mayoría de eurodiputados; es decir, en este caso 360. En la legislatura que ahora termina la alemana no obtuvo más que nueve votos por encima de esa mayoría y existen dudas de que en una cámara donde no hay verdadera disciplina de voto.

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