Agenda internacional para 2024: dos guerras y un rosario de elecciones para un mundo inestable
Occidente contiene el aliento con los conflictos de Ucrania y de Oriente Próximo y la codicia china sobre Taiwán
Israel anuncia la segunda fase de una larga «guerra de salvación»
Rusia podrá mantener la «guerra de desgaste» en Ucrania hasta 2026
S. Nieto
Tras un año agitado, no llega necesariamente uno más tranquilo. Si 2023 ya tuvo que arrastrar la inestabilidad internacional provocada por la guerra de Ucrania, que comenzó con la invasión rusa del 24 de febrero de 2022 y que ha reordenado el tablero geopolítico ... mundial, se espera que 2024 tenga que hacer frente a la continuidad de ese conflicto -de una violencia extraordinaria y con un estancamiento inquietante- y al abierto el pasado 7 de octubre entre Israel y la franja de Gaza. Ese día, cuando una cadena de atentados perpetrados por Hamás acabó con la vida de 1.200 civiles israelíes y facilitó el secuestro de más de dos centenares de personas, ha tensionado Oriente Próximo y empujado a la región a la volatilidad y la incertidumbre más imprevisibles.
Como dos estrellas rojas en el firmamento que nunca se apagan y de las que resulta imposible apartar la vista, esas guerras son los dos ejes alrededor de los que pivotan los grandes acontecimientos en política internacional del año nuevo. En cada conflicto, se generan posiciones favorables, contrarias o ambiguas, que quedan fijadas por una lista de intereses geopolíticos y económicos de los diferentes países implicados. El futuro no está escrito, pero sus tendencias sí se pueden analizar.
La guerra de Ucrania
En el caso del conflicto en Ucrania, Estados Unidos y la Unión Europea siguen siendo los grandes valedores de la causa de Kiev, mientras que Rusia prosigue con su agresión -su 'operación militar especial' presuntamente destinada a 'desnazificar' y 'desmilitarizar' el territorio, en la jerga del Kremlin- apoyada en las anchas espaldas de China, que cada vez mira menos de reojo a Taiwán. De fondo, se libra la pugna por la hegemonía mundial en la que Rusia es un apéndice, pues las potencias realmente enfrentadas son Washington y Pekín.
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En el bloque de apoyo occidental a Ucrania, sin embargo, comienzan a abrirse grietas, provocadas por la fatiga de un conflicto prolongado que en unos meses entrará en su tercer año y por la falta de avances palpables en el campo de batalla. A pesar de la expectación causada por la contraofensiva ucraniana, sus resultados más bien modestos, el cuestionamiento de Zelenski y las reticencias de algunos miembros del Partido Republicano a seguir enviando ayuda -que supeditan a un endurecimiento de las medidas de vigilancia migratoria en la frontera con México- ponen al Gobierno de Kiev en una situación delicada.
Si las elecciones presidenciales de noviembre de 2024 otorgan la victoria a Donald Trump, que ha presumido en varias ocasiones de que acabará con la guerra en un día, el desenlace del conflicto puede ser imprevisible y posiblemente desfavorable para las autoridades ucranianas, que insisten en no hacer ninguna concesión territorial al Kremlin. En ese sentido, y quizá preparando ya el terreno para un escenario futuro que puede provocar un giro de 180 grados en la situación, Zelenski invitó a Trump en noviembre a visitar Ucrania, insistiendo en que, a pesar del optimismo exhibido por el líder republicano, lo cierto es que «no puede traer la paz debido a Putin».
La guerra en Gaza
En lo que se refiere a la guerra en Oriente Próximo, Estados Unidos todavía es el gran respaldo de Tel Aviv, así como la UE, lo que no ha evitado que en Washington y entre los Veintisiete hayan comenzado a surgir voces que cuestionan el proceder -con los bombardeos incesantes y la incursión terrestre- de las tropas israelíes en Gaza. Según fuentes de Hamás, más de 21.000 palestinos han muerto en la Franja desde el inicio de las hostilidades, entre ellos alrededor de 8.700 niños, apuntan las cifras más actualizadas.
Mientras China y Rusia continúan reivindicando una solución de dos Estados para poner fin a la guerra en Oriente Próximo y se negocia para liberar a los rehenes, Moscú trata de afinar su postura al máximo. Como recordaba el diario 'Haaretz' en un artículo de noviembre, las relaciones entre el presidente ruso, Vladímir Putin, y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, son confusas y contradictorias. Ambos líderes -sobre todo el 'premier' israelí, que en su campaña electoral de 2019 colgó carteles en las calles donde estrechaba la mano de Putin- han presumido de su buena relación y han llegado a acuerdos en la guerra de Siria, pero los atentados de Hamás han puesto todo patas arriba. De hecho, poco después del 7 de octubre, una delegación de Hamás fue recibida en Moscú. No hay que olvidar que las autoridades rusas colaboran estrechamente con Irán, que no condenó la matanza de civiles israelíes y que se ha convertido en el baluarte del frente internacional anti-Israel.
De esas ambigüedades también dan testimonio las reticencias para que el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, se desplazara a Israel. Aunque el mandatario trató de viajar al país a principios de noviembre, la visita fue finalmente pospuesta de manera indefinida, aduciendo a razones confusas que no quedaron del todo claras y que sonaban a excusa hueca. Según el diario 'The Times of Israel', anteriores intentos de visita también fueron anulados, a pesar de que otros líderes internacionales sí que pudieron desplazarse al territorio sin mayores dificultades. En definitiva, la conclusión era que un Zelenski deseoso de acercarse a Netanyahu recibía una respuesta algo desdeñosa del primer ministro, poco interesado en posicionarse de manera rotunda en ese frente.
Por su parte, como se especificaba en un análisis del 'think tank' estadounidense Atlantic Council, la postura de China consiste esencialmente en «desacreditar y socavar la posición política y moral de Estados Unidos», adoptando en lo que pertinentemente se definía como una «neutralidad antioccidental». Ese tono -ambiguo y poco beligerante, comprensivo con lo que las autoridades chinas llaman la «justa causa palestina»- contrasta con el mucho más duro que el gigante rojo adopta en casa, donde los uigures, la minoría musulmana, vive recluida en campos de reeducación, según reveló la BBC hace años, en una violación flagrante de los derechos humanos.
El frente electoral
Como se ha dicho, estas dos guerras son los dos ejes internacionales de 2024. En buena medida, las posiciones de los países, expuestas en estas líneas, variarán en función de los resultados de las elecciones que se van a celebrar en muchos de ellos. Sin embargo, esos procesos de voto no tendrán la misma influencia, pues no en todos los comicios se celebran en libertad y con garantías. Quizá sea esa la primera distinción que hay que establecer, atendiendo a los casos de Rusia y Estados Unidos: por su sistema político, las democracias están mucho más expuestas al riesgo de que su política internacional sea discontinua.
Elecciones en Rusia
En lo que se refiere a Rusia, el corresponsal de ABC en Moscú, Rafael Mañueco, ha explicado en las últimas semanas cómo muchos de los candidatos diferentes a Putin -la llamada «oposición domesticada»- son iguales que los pueblos Potemkin: figuras de cartón que solo sirven para aparentar que en Rusia hay una democracia que, en realidad, no es tal. En ese grupo, se incluyen el Partido Comunista de la Federación Rusa (su nombre describe su supuesta ideología), el Partido Liberal Democrático de Rusia (ultranacionalistas) y Rusia Justa (presuntamente socialdemócratas).
Previstos para marzo de 2024, los comicios probablemente se resolverán sin sorpresas, es decir, con una victoria incontestable de Putin, que se presenta por quinta vez como candidato a la Presidencia rusa. En el poder desde enero de 2000 -salvo entre 2008 y 2012, cuando su fiel aliado, Dimitri Medvédev, se puso al frente del país como una figura de paja-, una reforma legal de abril de 2021 concluyó una reforma de la Constitución rusa y otorgó la posibilidad al presidente de postularse a otros dos mandatos de seis años cada uno a partir de 2024, lo que, en definitiva, le abrió las puertas a permanecer en el poder hasta 2036, cuando cumplirá 83 años.
Con esa más que probable continuidad de Putin al frente de Rusia -la intentona golpista protagonizada en verano por el líder del grupo Wagner, Evgueni Prigozhin, acabó en fracaso, y con el propio Prigozhin misteriosamente muerto semanas más tarde después de que su avión se estrellara mientras cubría el trayecto de Moscú a San Petersburgo-, la política exterior rusa tampoco sufrirá grandes cambios. Entre tanto, el principal líder opositor al Kremlin, Alexéi Navalni, que estuvo desaparecido durante semanas, una ausencia que despertó los peores temores, ha sido recluido en una colonia penitenciaria de Jarp, una remota ciudad rusa localizada a 60 kilómetros del Círculo Polar Ártico.
Elecciones en EE.UU.
En Estados Unidos, el panorama es muy diferente. Las elecciones presidenciales previstas para el 5 de noviembre de 2024 serán una cita decisiva para establecer la futura política internacional del país, sobre todo si el expresidente Donald Trump logra volver a la Casa Blanca y decide reorientarla. Salvo cambio de peso, está previsto que los dos candidatos sean el presidente, Joe Biden, y el propio Trump, que aventaja notablemente a su otro rival en las primarias republicas, Ron DeSantis, como recordaba el corresponsal de ABC en Washington, David Alandete, hace unos días.
A diferencia de lo que cabría esperar, las muy variadas causas judiciales que Trump tiene abiertas no actúan como un freno que desencante a sus votantes -que podrían darle la espalda por las polémicas en las que está envuelto-, sino como un acicate que impulsa su candidatura y refuerza su discurso populista en el que el magnate se presenta como un líder honesto, perseguido por las élites políticas y judiciales corruptas de Estados Unidos. Por ejemplo, el republicano supo transformar la vergüenza de ser fotografiado para la ficha policial -cuando se entregó en la cárcel del condado de Fulton (Georgia), tras ser acusado de intentar manipular los resultados de las presidenciales de 2020 en ese estado- en una herramienta de propaganda: su cara en esa imagen, con un gesto calculado, se utilizó después para ilustrar camisetas, tazas y 'merchandising' de todo tipo.
Por otro lado, las posturas de Trump sobre las guerras en curso también son notablemente distintas a las de Biden. Respecto a la de Ucrania, el republicano ha expresado, como se ha mencionado, su deseo de acabar cuanto antes con el conflicto. Sobre la de Israel, sus declaraciones han resultado mucho más contradictorias. Por ejemplo, Trump ha criticado a las autoridades israelíes por cómo estaban llevando a cabo la guerra -llegó a llamar «gilipollas» al ministro israelí de Defensa, Yoav Gallant, y a calificar de «inteligentes» a los líderes de Hizbolá-, pero también ha expresado su respaldo a Tel Aviv, a pesar de que ha afirmado que el conflicto tendrá que resolverse lo antes posible. Del mismo modo, el republicano parece decidido a aplicar una dura política contra Irán, y no hay que olvidar que, en su Administración, un ataque con drones estadounidenses mató en Irak al general iraní Qasem Suleimani, uno de los hombres fuertes del régimen de los ayatolás como líder de la Fuerza Quds -unidad de élite y de Inteligencia, responsable de llevar a cabo operaciones en terceros países- de la Guardia Revolucionaria.
Además, Biden debe mantener un difícil equilibrio, pues, como reveló un sondeo de 'The New York Times' a finales de diciembre, los estadounidenses se muestran disgustados con la forma en que el presidente demócrata está haciendo frente al conflicto en Gaza.
Parlamento Europeo
También determinantes para el futuro de la UE y para los alrededor 450 millones de ciudadanos que viven en ella, las elecciones al Parlamento Europeo se celebrarán entre el 6 y el 9 de junio de 2024 en los veintisiete estados miembros. Como apunta el Cidob en sus previsiones anuales, serán clave para observar el avance de los partidos populistas, de la extrema derecha y la situación de los bloques socialdemócrata y conservador.
Elecciones en Taiwán
Por otro lado, los comicios presidenciales de Taiwán, una tierra en la que se dirimen diferencias de gran alcance geopolítico, también serán decisivos. Así, mientras que el candidato del partido gobernante, el Partido Democrático Progresista, es el ahora vicepresidente Lai Ching-te, que probablemente apostará por una política de proximidad a Estados Unidos, lo más probable es que sus contricantes apuesten por una política distinta. Tanto Hou You-yi, del Kuomitang, como Ko Wen-je, del Partido Popular Taiwanés, parecen estar más cerca o al menos mostrarse más favorables a las autoridades chinas. A eso se suma que hace unos días, el 26 de diciembre, el líder de China, Xi Jinping, reiteró que «la reunificación completa con la patria es un camino inevitable, es justo y es lo que el pueblo quiere», en referencia a la reunificación con Taiwán.
Tensión en Latinoamérica
El año que comienza también será clave para el futuro de Latinoamérica. Por ejemplo, el 4 de febrero se celebrarán elecciones en El Salvador, unos comicios en los que que, previsiblemente, Nayib Bukele saldrá reelegido como presidente, debido a su popularidad por haber reducido drásticamente la violencia y a pesar de que los métodos empleados para conseguirlo han sido cuestionados por las organizaciones en defensa de los derechos humanos. Es posible que también se celebren elecciones presidenciales en Venezuela, donde están programadas -se acordaron tras el levantamiento de sanciones de Estados Unidos en octubre de 2023- si el chavismo no las impide. En ese caso, concurrirá la candidata de la oposición, María Corina Machado, contra el líder oficialista, Nicolás Maduro.
También habrá que prestar atención a lo que suceda en México, donde las generales y federales se celebrarán el 2 de junio. En el país norteamericano se enfrentarán Claudia Sheinbaum, la candidata del partido gobernante Morena, y Xóchitl Gálvez, al frente de la coalición opositora integrada por los partidos Revolucionario Institucional (PRI), Acción Nacional (PAN) y Revolución Democrática (PDR).
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