Sarkozy crece, Obama mengua

Los conflictos de Libia y Costa de Marfil tienen varias lecturas. Una de ellas es sin duda la firme voluntad de Nicolas Sarkozy de redorar los blasones de Francia como potencia económica y militar mundial, cuando la preocupación de Barack Obama parece exclusivamente centrada en reducir el desgaste bélico de Estados Unidos en Irak y Afganistán para asegurar su reelección el año que viene.

Tanto en el caso libio como en el de Costa de Marfil, el Elíseo ha utilizado el recurso a la «protección de civiles» para justificar la intervención armada francesa. La «injerencia humanitaria» tiene —como en muchos otros conflictos internos del Tercer Mundo— cobertura de Naciones Unidas, pero Francia ha sabido elegir el área de su actuación bélica con inteligencia para obtener réditos políticos. El éxito de la operación de Costa de Marfil para reemplazar al presidente antifrancés Gbagbo por el francófono Quattara dará a París nuevo crédito en el ámbito del Africa francófona. La caída de Gadafi en Libia, gracias al protagonismo político y militar de los franceses, ofrecerá a París y a las empresas energéticas galas una línea de crédito —ganada a pulso— cuando se instaure el régimen rebelde.

Sarkozy crece. Obama mengua. Y el pacifismo vergonzante de Zapatero achica más a España en el entorno europeo.