En la última barrera ucraniana: «Necesitamos ayuda aliada. Sin ellos no podremos vencer»

El Ejército de Kiev moviliza baterías y lanzagranadas antitanque en el Donbass

en espera, hoy, de provocaciones de Rusia. La moral es alta y el toque de queda, absoluto

Sigue en directo la última hora de la guerra en Ucrania

Un militar ucraniano en Sloviansk exhibe una runa como su «talismán» L. L. Caro

«Vamos a proteger nuestro país, amamos Ucrania. Que viva la nación, que vivan los héroes». A cinco kilómetros de la primera línea de frente, carretera de Slaviansk a Limán , donde el Ejército ucraniano manda a todo civil darse la vuelta porque se ... entra ya en zona de combate abierto, los militares hacían ayer vigilia en espera del presunto día grande de hoy, el de la Victoria del invasor ruso , con la moral por las nubes. La que da la satisfacción de saber que, si Moscú quería este 9 de mayo proclamar la captura gloriosa del Donbass, no lo ha conseguido.

Ellos mismos volaron un puente sobre el río Donets, a la altura de la población de Raihorodok, para impedir el avance enemigo, como en las primeros días de la contienda hicieron en Irpín

«Quizás este lunes veamos más provocaciones, artillería, ayer bombardearon aquí otra vez de madrugada. Necesitamos ayuda de los países aliados , sin ellos no podremos vencer a este enemigo», emplaza Dimitri, que pertenece a la Policía, movilizada en esta guerra como una fuerza militar más, y protege como jefe de puesto esta última barricada ucraniana con otros dos uniformados que están al acecho, el dedo en el gatillo del fusil de asalto y el chaleco forrado de cargadores listos para usar. Por el control atraviesan a toda velocidad unidades de los suyos, un Cayenne pintado de camuflaje, un Lada estrafalario con la matrícula tapada con cinta aislante verde, como la que se ponen los militares ucranianos a modo de brazalete para distinguirse, y se pierden carretera arriba rumbo al terreno donde se lucha a fuego. Por ahí, el día 29, ellos mismos volaron un puente sobre el río Donets, a la altura de la población de Raihorodok, para impedir el avance enemigo, como en las primeros días de la contienda hicieron en Irpín para frenar que los rusos llegaran a Kiev. Y vaya si los frenaron.

Combatir con orgullo

Las palabras en la barrera son animosas pero hay un desasosiego grave, una ansiedad en el ambiente. Este sábado llegan hasta aquí las noticias de la masacre de Lugansk y también, desde las siete y media de la mañana, los primeros impactos de misiles rusos y el ruido de las sirenas antiaéreas, que no han callado en la ciudad de Kramatorsk, donde ayer hizo justo un mes Moscú asesinó a 57 civiles en su estación ferroviaria, ni en la de Sloviansk, encrucijada clave para los objetivos del Kremlin pero que no han podido conquistar. En el centro de esa población, cerrada y fantasma, Maxim, militar de 31 años , también sostiene que «por supuesto», los ocupantes no entrarán. «Que se vayan al diablo. Podemos esperar cualquier cosa de estos cabrones… Estoy orgulloso por combatir contra estos orcos y librar mi país de ellos», se jacta, con el lamento de que una bronquitis le tiene en esta retaguardia, pero que en cuanto se recupere irá «allí con nuestros chicos», los que están en las posiciones defensivas más activas, cara a cara con los rusos.

«Nos preparamos para un desastre nuclear», bromea Victoria, de 40 años, a la salida de la iglesia ortodoxa de Sloviansk, «será lo que Dios mande»

En estos territorios, hoy no se podrá salir a la calle. El toque de queda será absoluto. «Nos preparamos para un desastre nuclear», bromea Victoria, de 40 años, a la salida de la iglesia ortodoxa de Sloviansk, «será lo que Dios mande». En el mercado, Aliona reclama desganada junto a su droguería sin clientes que, por el contrario, «no hay ningún peligro, es lo que prometen los que nos defienden». Alrededor del pueblo, camiones cargados con lanzagranadas antitanque a la vista, bajo redes de camuflaje, y baterías de proyectiles de tierra desplazándose en bateas demostraban que el Ejército está haciendo lo que puede.

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