Las heridas abiertas del asalto al Capitolio, una insurrección en la era de Instagram

Es algo más profundo y duradero. A las puertas de la Cámara de Representantes, la sede del poder popular, hay hoy cinco detectores de metales, que están ahí por si a un diputado se le ocurre traer un arma para usar contra otro que piense o actúe distinto. A ese grado de animosidad se ha llegado en el Capitolio, tras los estertores de la presidencia Trump, con una bancada hondamente dividida que con frecuencia solo se pone de acuerdo en odiarse.

Meses duraron rotos algunos de los cristales que la turba rompió en la entrada al Capitolio. Durante mucho tiempo todos los que por allí pasaban —legisladores, asistentes, periodistas, policías— trataban aquellos pasillos y rotondas como si fueran la escena de un crimen todavía por resolver, necesitado de cada prueba y cada detalle. Las pruebas, sin embargo, estaban todas en las redes sociales . La del Capitolio fue una insurrección retransmitida con selfies y directos de Instagram, que han facilitado al FBI las detenciones y a los jueces las condenas.

Recientemente la diputada demócrata Pramila Jayapal, una de las lideresas de la nueva izquierda estadounidense, pasaba por el arco y hacía soltar las alarmas, porque a sus 56 años lleva una prótesis de rodilla. «Es incómodo, pero prefiero que estén aquí si es el precio que debemos pagar para mantenernos con vida», dijo al ser preguntada por los detectores.

Es la postura de muchos demócratas que están convencidos que otros diputados, del ala trumpista del Partido Republicano , se coordinaron con los asaltantes para darles coordenadas y facilitar el saqueo.

Comparada con el Senado, la Cámara de Representantes, o Baja, nunca fue un remanso de paz, pero la inquina ha llegado a cotas antes inimaginables. Los demócratas, que tienen una mayoría por la mínima, han expulsado a dos republicanos — Marjorie Taylor Greene y Paul Gossar — de diversas comisiones por sus amenazas y falsedades en las redes sociales. Y los propios republicanos están enfrentados entre sí, entre el ala trumpista que sigue manteniendo que Biden no ganó las elecciones y los moderados comandados por Liz Cheney que votaron a favor de recusarle en su último juicio político de ‘impeachment’ .

Las amenazas también llegan de fuera. Esta misma semana la policía del Capitolio ha revelado que en todo 2021, los diputados, senadores y el propio Capitolio recibieron 9.600 amenazas, que se están investigando. En 2017, año en que Trump llegó al poder, se recibieron menos de la mitad, 4.000 amenazas. Y la policía del Capitolio está en mínimos tras aquel asalto violento , y las muertes posteriores. Sí, a los agentes que se enfrentaron a la turba con valentía se les ha condecorado como héroes, pero ha habido más de un centenar de dimisiones, muchas tras largas bajas por depresión.

Este mismo 5 de enero el nueve jefe de la policía del Capitolio, Thomas Manger, testificó ante una comisión para pedir más recursos y apoyo a este cuerpo policial de apenas 1.800 agentes . Según dijo, ante los diputados: «Puede que el daño físico sufrido ese día se cure, pero el trauma emocional y psicológico no desaparecerá tan fácilmente».