Los gadafistas se hacen fuertes en Bani Walid
Las brigadas que hacen de punta de lanza se encuentran con hombres bien preparados y bien armados y, además, en un número superior al estimado
LUIS DE VEGA
Walid Hadi Ibrahim , un guerrillero rebelde de 35 años, reconoce que el bastión gadafista de Bani Walid, al sur de Trípoli, está siendo un hueso duro de roer para la revolución. “La tarde del viernes fue dura. Había muchos francotiradores disparándonos y no ... sabíamos dónde estaban”, explica junto a otros compañeros sentados en los sacos de pienso de una fábrica que han tomado como lugar de descanso y avituallamiento a unos kilómetros del frente.
Ni Bani Walid, ni Sirte, ni Sebha han podido ser tomadas por los rebeldes, aunque las nuevas autoridades libias llevan días repitiendo que caerán en breve. La realidad es que lo que se encuentran las brigadas que hacen de punta de lanza son hombres bien preparados y bien armados y, además, en un número superior al estimado.
Tras el vapuleo del viernes, los insurgentes no están el sábado con demasiadas ganas de llevar acabo incursiones. Apenas unos cuantos vehículos se asoman a la puerta norte de Bani Walid y son atacados con misiles Grad a primeras horas de la tarde. El grueso de las tropas están en la fábrica de pienso o más atrás. Este lugar ha sido además escenario de al menos tres emboscadas de los gadafistas, que osando salir más de una decena de kilómetros se han ganado un respeto que hace pocos días pocos les otorgaban.
«El rey de África»
Para tratar de cargar la devaluada moral una veintena de jóvenes armados hacen trizas dos alfombras con el rostro de Muamar Gadafi en la carretera que lleva a Bani Walid. "Este es el rey de África”, grita uno mientras le mete un machete por el ojo al dictador.
Alguno de los que grita mucho lleva el fusil con pocas pintas de saber usarlo. “Hay muchos jóvenes sin experiencia” , reconoce Mohamed Jamour, un guerrillero de Tarhuna, 70 kilómetros al norte. También su relato de lo ocurrido el viernes debe servir de lección para los que se las prometían felices y siguen sin saborear las mieles de la revolución en Bani Walid.
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