Escocia se mira en el espejo de Quebec
En 1995, los federalistas canadienses derrotaron al independentismo quebequense por 50,58% contra 49,42%
Escocia se mira en el espejo de Quebec
En 1995, a solo cinco días de un referéndum de autodeterminación en la provincia francófona de Québec, el entonces primer ministro canadiense, Jean Chrétien, se dirigió al país en un inusual y solemne discurso televisado. «¿Habéis encontrado alguna razón, una buena razón, para destruir Canadá?», ... preguntó el político quebequés. El 30 de octubre de aquel año, el 93% de los cinco millones de habitantes de la región canadiense se lanzó a las urnas para dar una apuradísima victoria al «no» a la secesión, con un 50,58% de los votos frente al 49,42% obtenido por los nacionalistas quebequenses.
«¿Habéis encontrado una buena razón para destruir Canadá?»A solo cuatro días del referéndum escocés , el referente canadiense ha planeado por los cuarteles generales de la campaña unionista «Mejor Juntos» en una semana que comenzó con el independentismo en cabeza, y que termina con el «no» a la secesión de nuevo con ventaja. Según la muestra telefónica recabada por la empresa Survation para la campaña por el «no», los defensores de seguir en el Reino Unido serían un 47% por un 40,8% de apoyo al «sí», con un 12% de indecisos. Excluyendo a estos, sale 54%-46% en favor del «no».
El bando unionista ha recuperado el tono después de una semana de tensión en los mercados y en el «establishment» londinense ante la posibilidad real de una victoria independentista. Y el manual de victoria por los pelos canadiense parece haber ofrecido valiosas enseñanzas al gobierno británico y a la oposición laborista, sostenes de «Mejor Juntos», que han despachado a lo largo de toda la semana a sus pesos pesados a defender los beneficios de la unión en tierras escocesas. Esta ofensiva unionista se ha quedado corta solo a la hora de replicar la marcha sobre Montréal (la ciudad más poblada de Québec) que orquestaron los partidos federales canadienses tres días antes de la consulta de 1995.
Marcha de 100.000 personas en Montréal
Las compañías telefónicas ofrecieron llamadas gratis a QuebecEntonces, unas 100.000 personas desfilaron por las calles de la ciudad francófona como un mar de banderas rojas canadienses. Para «celebrar la unidad de Canadá», las compañías telefónicas ofrecieron llamadas gratis a Quebec, y las empresas de transporte y muchos hoteles ofrecieron descuentos ese fin de semana. Canadian Airlines vendió una «tarifa de la unidad» con descuentos de hasta el 90% para canadienses que quisieran viajar a Quebec a participar en la manifestación.
En el caso británico, el «premier» Cameron ha recurrido a mensajes y medidas menos expeditivas que su homólogo canadiense de la época, y se ha limitado a pedir cándidamente a ingleses, galeses y norirlandeses que llamen a sus familiares –sin descuento- para decirles: «Queremos que os quedéis». El referéndum de 1995 era en realidad la segunda consulta de autodeterminación en Canadá. En 1980, un 59% votó por permanecer unidos por un 40% que optó por la vía secesionista.
En 1977, tal y como demandaba el nacionalismo, el francés se convirtió en la lengua oficial en la provincia de mayoría francófona. Gracias a la amplia descentralización política que existe en Canadá, un Estado federal, Québec está favoreciendo, por ejemplo, la llegada de inmigrantes de países francófonos como Argelia y Marruecos.
El precedente canadiense sirve de recordatorio también de lo pegadiza que puede llegar a ser la demanda de un referéndum. Tras su derrota en 1980, el líder del «Parti Québecois», el nacionalista René Levesque, se despidió de sus seguidores con un premonitorio «à la prochaine», hasta la próxima. La ocasión llegó en 1995. Y, ahora, los nuevos líderes del nacionalismo quebequense aguardan el resultado de la consulta en Escocia para estudiar cómo reconducen su demanda tradicional, aparcada en los últimos ciclos electorales, de demandar un tercer referéndum, según recoge la prensa canadiense .
La Ley de Claridad aprobada en Canadá en el 2000 supuso un loable intento de poner coto este riesgo de un eterno «à la prochaine» nacionalista. Como ya sentenció el constitucional canadiense, la ley bautizó que en el marco del Estado federal canadiense no existe el derecho unilateral a la secesión, y exige una «mayoría clara» en torno a una «pregunta clara» para que el parlamento federal canadiense pueda aceptar el resultado de un hipotético tercer referéndum.
«En Canadá no existe un derecho a la secesión, existe la posibilidad de separarse, después de que se dé una «mayoría clara» que lo quiere y al término de una negociación dentro del marco constitucional canadiense», explicaba el autor de la Ley de Claridad, Stéphane Dion, en esta entrevista con ABC .
«La cabeza triunfó sobre el corazón»
Pero la gran enseñanza del modelo canadiense es otra, y esa la ha comprendido muy bien Cameron. «La lección es que las percepciones sobre la racionalidad económica se imponen fácilmente a los sentimientos de romanticismo nacionalista», resume Nick Bryant, de la BBC. En Québec en 1995, «la cabeza triunfó sobre el corazón», dice. Y esa es la esperanza del «establishment británico». Para no dejarlo todo en manos de la providencia, el líder «tory» aprovechó una recepción para empresarios el lunes pasado en Downing Street para solicitarles un mensaje claro sobre los riesgos de la secesión.
Por eso, a lo largo de toda la semana, han resonado con fuerza en Escocia –y en Cataluña- las advertencias de bancos, empresas y cadenas de supermercados del peligro económico que implicaría salirse del Reino Unido para una región que apenas representa el 9% del PIB británico (Quebec aporta el 25%). «Sería una catástrofe, bordeando la posibilidad de una depresión que dure varios años», advirtió el fin de semana el Deutsche Bank.
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