Cameron se casa con los laboristas para rescatar el matrimonio homosexual de los rebeldes «tories»
El voto de laboristas y liberales permitirá aprobar hoy en Los Comunes el proyecto del gobierno a pesar de la oposición furibunda de decenas de diputados y las bases conservadoras
borja bergareche
El divorcio entre David Cameron y su partido se agrava por momentos. La semana pasada 115 diputados conservadores —más de la mitad de su grupo si se excluye el centenar de parlamentarios «tories» que ocupan puestos con rango ministerial— votaron en contra de la agenda legislativa del gobierno ... por no prever una ley sobre el referéndum europeo en los próximos doce meses. Este lunes por la noche, 70 diputados conservadores, incluidos dos pesos pesados del Gabinete, votaron una enmienda en Los Comunes destinada a hacer descarrilar el proyecto de ley de matrimonio homosexual. La propuesta, que debería ser aprobada este martes en la Cámara de los Comunes para su posterior estudio en los Lores gracias al apoyo de laboristas y liberales, es defendido como un empeño personal por Cameron, a pesar de la furibunda oposición de una parte sustancial de su grupo parlamentario y las bases de su partido.
Los rebeldes, liderados por el ex ministro de Educación Tim Loughton con el apoyo de Ian Duncan Smith, ministro de Trabajo y Pensiones, y Owen Patterson, titular de Medio Ambiente, introdujeron una enmienda al proyecto de igualdad de matrimonio destinada a ampliar las uniones civiles a las parejas heterosexuales. El ala más conservadora del partido se unía así a grupos proigualdad que argumentan que, si las parejas gays tienen acceso a la institución del matrimonio, entonces los heterosexuales deben tener también la alternativa de las uniones civiles, reservadas hasta ahora a las parejas del mismo sexo. Según las cifras del gobierno, esta extensión de las uniones civiles tendría un coste de casi 5.000 millones, y la enmienda era percibida como una maniobra para retrasar la aprobación del matrimonio gay.
La enmienda fue derrotada en una votación en la tarde del lunes por 375 votos contra 70, solo después de una humillante llamada de última hora del «premier» al líder de la oposición, Ed Miliband, para pedirle auxilio. Los laboristas exigen una revisión de las uniones civiles —algo que el Ejecutivo quería demorar hasta un año después de la entrada en vigor de las bodas gays— y habían anunciado su apoyo en principio a la «enmienda-trampa». Su voto en contra aseguró que el proyecto legislativo del gobierno supere hoy, en principio, su tercera lectura en Los Comunes, a cambio de arrancar al Ejecutivo esa revisión de la alternativa de las uniones civiles. Se espera, de todas formas, que hasta 150 diputados conservadores voten en contra de un proyecto que será debatido durante meses en la Cámara de los Lores antes de su adopción definitiva. Así, los primeros enlaces de personas del mismo sexo podrían no llegar hasta el verano de 2014.
Lejos de las bases
El episodio parlamentario ilustra la preocupante dificultad de Cameron de conectar con las bases de su partido, dominadas en el nivel local por hombres mayores de 60 años cuyos miedos ilustraba ayer un exministro «tory»: «La agresiva comunidad homosexual quiere usar el matrimonio como un hito hacia algo más profundo». Margot James, la única parlamentaria conservadora que reconoce abiertamente su lesbianismo, denunció por su parte el «efecto intimidatorio» de la enmienda rebelde para el colectivo gay. Las encuestas demuestran un apoyo mayoritario en la sociedad a las bodas gays, apoyadas sin reservas por laboristas y los socios liberales de Cameron. Pero, entre las bases conservadoras, la idea no hace más que agravar la percepción de Cameron como un líder modernizador y urbanita despegado de los valores conservadores.
La oposición, mientras tanto, vive con deleite estas tensiones internas en el Partido Conservador. «El debate está siendo devorado por las peleas entre los "tories", que están dificultando mucho tener un debate reposado sobre una ley que apoyamos totalmente», explicaba este lunes la portavoz laborista, Yvonne Cooper. A los frentes abiertos entre Cameron y el partido por Europa y el matrimonio gay se suma la angustia que genera la molesta presencia del UKIP por su derecha . Un sondeo publicado esta semana sitúa a los conservadores solo dos puntos por encima del UKIP, a quien asignan un 22% del voto frente al 24% de los «tories» y el 35% del Partido Laborista.
En este clima, «The Times» y «The Daily Telegraph» publicaban este fin de semana en sus portadas que un máximo dirigente del Partido Conservador se había referido como «chiflados» y «locos» a los militantes por sus posturas ante la UE y las bodas gays. Las sospechas recayeron en Lord Feldman, el amigo de Cameron de Oxford que ostenta la copresidencia del partido. Feldman rechaza ser la fuente anónima citada por varios diarios el fin de semana, y la dirección del partido le dio el lunes su voto de confianza rechazando abrir una investigación sobre las incendiarias declaraciones, tal y como exigían algunos. Pero el incidente ha servido para consagrar la percepción de que Cameron ha quedado aislado de un partido del que desconfía, mientras se rodea de un círculo íntimo de colaboradores provenientes, como él, de Eton u Oxford.
Cameron: «Somos un equipo»
Como muestra de su debilidad, Cameron se ha visto obligado a enviar un correo electrónico a los militantes del partido —cuyo número está en las cifras más bajas de la historia— en los que les recuerda —patéticamente, para muchos—: «He sido miembro del Partido Conservador durante 25 años [...], en los que hemos recorrido aceras juntos, hemos hecho campaña juntos y debatido juntos en cuarteles electorales improvisados...». «Esto es mucho más que una relación de trabajo, es una amistad profunda y duradera», insiste el «premier». Y sale al paso explícitamente de las sospechas de que uno de sus máximos colaboradores se cree rodeado de «chiflados»: «Y jamás tendría a mi alrededor a quienes os critican por la espalda, somos un equipo desde el consejo local a las agrupaciones regionales al parlamento, y no lo olvido nunca».
Pocos creen que sus palabras vayan a aplacar la creciente furia y deslealtad de quienes consideran que se ha olvidado de eso y de mucho más: de sus bases y, sobre todo, de lo que consideran como valores irrenunciables del conservadurismo. Mientras Cameron camina por la cuerda floja, el UKIP abre sus puertas.
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