Las redes del Estado Islámico amenazan Turquía
Los yihadistas atacan mezquitas chiíes y se enfrentan a militantes kurdos en Estambul
DANIEL IRIARTE
«Ruego a Dios que el gobierno apóstata de Turquía reconsidere su decisión, porque si no lo hace ahora, lo haremos nosotros liberando Estambul». Son las palabras de un portavoz del Estado Islámico, Abu Musa, ante la cámara del reportero palestino Medyan Dairieh, uno de ... los pocos periodistas que ha conseguido acceso a los militantes de este grupo para un medio occidental. Este verano, Dairieh pasó varias semanas en Raqqa, la capital yihadista en Siria, filmando un documental que posteriormente emitió el portal estadounidense VICE News (y que puede verse aquí con subtítulos en castellano ).
La «decisión» a la que hace referencia Musa es la supuesta medida tomada por el gobierno turco de cerrar la presa Atatürk, que regula el flujo del río Éufrates hacia Siria e Irak. Los yihadistas acusan a Ankara de tratar de «ahogar» el norte de Siria, y especialmente Raqqa. «¿Es una amenaza?», pregunta Dairieh a Musa. «Sí, es una amenaza clara», responde Musa. «Si no la abren, la desbloquearemos desde Estambul», afirma.
Puede que se trate de una mera bravuconada, pero lo cierto es que Turquía se encuentra en una incómoda situación , chantajeada por unos militantes a los que durante más de dos años ha, como mínimo, tolerado en su ofensiva contra el régimen sirio de Bashar Al Assad . Pero estos grupos han crecido hasta convertirse en el monstruo que es hoy: un autoproclamado Califato en sus fronteras, con acceso a importantes recursos, armas y combatientes, y que ahora amenaza con volverse contra este país.
Y lo que es peor: el Estado Islámico mantiene como rehenes a medio centenar de ciudadanos turcos, capturados durante la toma del consulado de Turquía en Mosul, lo que deja a sus fuerzas de seguridad con las manos atadas. El gobierno turco ha impuesto una moratoria sobre este asunto a los medios de comunicación, prohibiéndoles informar de un modo que pueda ofender a los secuestradores.
Atracción por el Estado Islámico
El mayor peligro que el EI representa para Turquía es su poder de atracción: los servicios de inteligencia turcos estiman que al menos un millar de combatientes –en torno a un 10 %- de este grupo yihadista son de origen turco , incluyendo a, como mínimo, un líder de alto nivel. Militantes que, en un momento dado, podrían decidir que es hora de volver a casa y «liberar» la patria.
Todo apunta, de hecho, a que el Estado Islámico ya tiene una red de simpatizantes y afiliados en Turquía. A principios de verano, algunas organizaciones de caridad islamistas fueron acusadas de recaudar fondos y reclutar a militantes para luchar en Siria, cuando este grupo todavía no había sido incluido en las listas de organizaciones terroristas del parlamento. Pero el pasado 28 de julio, se desató la alarma tras la aparición de un video en el que se ve a cientos de yihadistas orando en lo que parece ser una zona rural del extrarradio de Estambul, durante un sermón en el que se hace un llamamiento abierto a unirse a la yihad.
Pero más serios aún son los ataques contra varias mezquitas chiíes en Estambul. Los chiíes suponen aproximadamente un 1 % de la población de Turquía, donde son conocidos como «yafaríes», por su culto al sexto imán, Yafar Al Sadiq. Y como en otros lugares de la región, son vistos como herejes por los radicales suníes.
El pasado 8 de julio, alguien trató sin éxito de prender fuego la mezquita de Allahu Akber en el barrio estambulí de Esenyurt. Una semana más tarde, otros individuos arrojaron varios cócteles molotov a través de una de las ventanas de la mezquita Muhammediye, en el mismo distrito, provocando un incendio en la biblioteca en la que se quemaron 4 Coranes y 300.000 hádices. El muecín, que dormía en el lugar, se salvó por los pelos, rescatado por la rápida intervención de los bomberos.
«Adoradores de piedras»
«Diez días antes, vino un hombre con dos jóvenes. Pensaba que nos iba a preguntar cosas sobre el chiísmo, pero empezó a decirnos: ‘Vosotros adoráis a una piedra, a la tierra’ [una referencia a la ‘turbah’ o ‘muhr’, una tablilla de oración usada en el rezo chií]», relata el imán de la mezquita, Hamza Aydin, a ABC. «‘Cuando llegue el momento, la destruiremos’, dijo, asegurando que iban a imponer la sharia en Turquía», explica.
El imán expulsó a estas personas, pero cuando se produjo el incendio, no le cupo la menor duda de que ambos incidentes estaban relacionados. «No puedo decir con certeza quiénes son los responsables, pero ¿quién en Oriente Medio se dedica ahora a destrozar mezquitas y templos?», nos dice. Los visitantes «eran turcos, pero con mentalidad diferente. Eran salafistas», asegura.
El hombre que pronunció las amenazas, explica Aydin, era forastero. Los dos jóvenes que le acompañaban eran del barrio, pero nadie les ha vuelto a ver desde entonces. «Les están envenenando la cabeza», indica. «Creemos que esta gente tiene bases en Esenyurt, pero si la policía lo sabe, nosotros no», comenta, asegurando que es difícil actuar contra ellos: «Para detenerles hay que sorprenderles cometiendo un crimen».
Guerra contra los kurdos
La guerra entre yihadistas y kurdos que azota el norte de Irak y Siria también parece haberse trasladado a las calles de Estambul. A principios de agosto, simpatizantes del Estado Islámico destruyeron un puesto de propaganda electoral a favor del candidato presidencial kurdo, Selahattin Demirtas, utilizando machetes y desplegando una violencia extrema que dejó un balance de ocho heridos, dos de ellos graves.
Y esta semana, miembros de las juventudes de la guerrilla kurda del PKK aseguraron haber matado a un miembro del EI y herido a al menos otros dos en una «operación de seguridad» en el barrio estambulí de Basaksehir. Según los militantes kurdos, el lugar que atacaron era un centro de reclutamiento que enviaba a jóvenes marginales turcos a luchar con el Estado Islámico en Siria e Irak.
En los últimos meses, hemos visto un endurecimiento real de la actitud de Turquía, un reconocimiento de que esto es una amenaza potencial a su seguridad nacional y un deseo de adoptar pasos más prácticos a través de canales policiales y de inteligencia», indica un diplomático europeo con base en Ankara citado por la agencia Reuters. Entre las medidas adoptadas se encuentra el incremento de patrullas en la frontera siria, la supervisión de los vuelos que llegan a Turquía y el mantenimiento de listas de sospechosos, en colaboración con varios servicios de inteligencia occidentales. Esta cooperación sirvió para prohibir la entrada en el país de más de cuatro mil individuos durante el año pasado, aseguran las autoridades turcas.
Estas medidas parecen haber ralentizado la llegada de yihadistas al teatro sirio, pero desde el pasado fin de semana importantes contingentes de combatientes del Estado Islámico se están concentrando cerca de la frontera con Turquía, en un intento de extender las áreas bajo su control. «Puede que estén intentando enfrentar a la gente, a los suníes contra los chiíes, pero no lo van a conseguir. Esto no se va a convertir en Siria o Irak», afirma el imán Aydin. Pero con casi 1.200 kilómetros de frontera con ambos países, Turquía tiene razones de sobra para estar preocupada.
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