intervención en amsterdam
Las facciones «tories», y los diez públicos que esperan el discurso de David Cameron
Las distintas sensibilidades europeas dentro y fuera del Partido Conservador presionan al «premier» británico en vísperas de su esperada intervención sobre la UE, mañana en Amsterdam
borja bergareche
El primer ministro británico lleva toda la semana intentando transmitir una idea clara y coherente de sus planes para el futuro de las relaciones entre Gran Bretaña y la UE. Sin éxito. Las embajadas europeas del Reino Unido han recibido instrucciones para explicar la posición ... de su Gobierno, ante la incertidumbre que generan las distintas versiones de un posible referéndum europeo que ha defendido David Cameron. ¿Propondrá mañana un referéndum sobre permanecer o salir de la UE, como le exigen los más antieuropeos de entre sus filas? ¿O se limitaría a una consulta sobre la posible exclusión británica de ciertos ámbitos legislativos, como pareció adelantar este miércoles en el parlamento?
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El secretario de Estado para Europa, David Lidington, lleva dos días de «gira» en Alemania intentando contener la frustración germana ante los planes del gobierno británico, que consideran como un «chantaje» al resto de socios, según advirtió la semana pasada en Londres Gunther Krichbaum, el influyente presidente de la Comisión de Asuntos Europeos del Bundestag.
El ministro para Europa está de "gira" en Berlín para contener la frustración germana
Cameron habría explicado el fin de semana pasado, en conversación telefónica con la canciller Angela Merkel, que en su discurso se centrará en exigir una reforma de la UE más que en adelantar un listado de reivindicaciones británicas. Pero nadie sabe, en realidad, qué quiere Cameron. Y lo peor es que, demasiadas veces, da la impresión de que él tampoco lo sabe.
El «premier» es, por trayectoria ideológica e intelectual, un buen representante del euroescepticismo moderado que caracteriza tradicionalmente al Partido Conservador: defensor de la pertenencia a una UE entendida como un espacio democrático orientado al libre cambio y alérgico al espíritu federalizante de los «padres fundadores» de las viejas comunidades europeas. Ahora, de cara a su esperado discurso de este viernes en Amsterdam, Cameron se prepara para un contorsionismo europeo que muchos califican de imposible, ante el reto de contentar a la creciente corriente antieuropea en la población británica, a las diferentes facciones más o menos euroescépticas dentro de su partido , a sus aliados en Washington o Berlín, a sus socios liberales –tradicionalmente pro-europeos– y a las visiones contrapuestas sobre la UE que existen entre los empresarios británicos.
1. Mayoría «tory»: euroescépticos «light»
No defienden el abandono de la UE pero quieren renegociar el estatus británico con Bruselas. La mayoría de los diputados, ministros y militantes del Partido Conservador se encuadran en este grupo. Con respecto a la cruzada de Margaret Thatcher en los 80 contra la Europa política y federal –que hizo siempre desde la defensa de un fuerte papel británico en la UE– el «mainstream» conservador habría evolucionado hacia una reivindicación clara de la necesidad de recuperar ciertas competencias cedidas a Europa. David Cameron se inserta en esta corriente. Precisamente, el grupo que da voz al euroescepticismo moderado «tory» [Nota: empleamos el término moderado según la escala británica de actitudes ante la UE, y no la continental] presentó este miércoles un catálogo de poderes que quieren repatriar. A veces son calificados de «eurorrealistas».
El grupo «Fresh Start» (nuevo comienzo) introdujo –dos días antes del discurso de Amsterdam– un manifiesto [puedes leerlo aquí en inglés] en el que defienden la exclusión del Reino Unido de toda la legislación social y laboral europea (incluso de forma unilateral si Bruselas no aceptara negociarlo) y de la normativa en materia de Justicia e Interior, el establecimiento de un «freno de emergencia» para normas europeas que puedan afectar a la City, y la «abolición» de la sede en Estrasburgo del Parlamento Europeo, del Comité Económico y Social y del Comité de las Regiones. Lideran este grupo los diputados George Eustice, Andrea Leadsom y Chris Heaton-Harris, y cuentan con el apoyo expreso de más de 100 diputados «tory» –casi un tercio del grupo parlamentario– y del ministro de Exteriores, William Hague.
2. La chillona minoría eurofóbica
Se calcula que unos 30 diputados conservadores –casi un 10% del grupo parlamentario– no descansarán hasta que el Reino Unido abandone la Unión Europea. Son la corriente antieuropea o eurófoba del ala derechista del Partido Conservador, muy cercanos a las posiciones del UKIP, el partido soberanista y antieuropeo que aspira a ser la fuerza más votada en las elecciones al Parlamento Europeo en 2014. Se organizan en torno al grupo «Better Off Out» (mejor fuera), liderado por diputados como David Nuttall, Douglas Carswell o Philip Davies, y el eurodiputado Daniel Hannan. En su web , denuncian que «cada día nos cuesta 50 millones de libras formar parte de la UE». Exigen a Cameron un referéndum que incluya la opción de abandonar la UE, y son responsables de orquestar dos humillantes derrotas parlamentarias del Gobierno, una en octubre pasado y otra en el otoño de 2011.
3. Los silenciosos «tories» pro europeos
Existen, pero no se les oye porque están agazapados ante la corriente antieuropea que atraviesa la sociedad británica y al Partido Conservador. Se calcula que unos 30 diputados expresan en privado opiniones favorables y constructivas sobre el proceso de integración europeo. Incluye a diputados, a menudo jóvenes, como Robert Buckland, Laura Sandys o Margot James. Pero, dado el clima anti-Bruselas que preside las agrupaciones locales del partido, y para no perder su puesto de trabajo, han cedido en los últimos tiempos la voz a los contados veteranos europeístas que quedan en las filas «tories».
Entre ellos destaca el libérrimo Ken Clarke, ministro sin cartera del gobierno Cameron, que este mismo miércoles alertaba en una entrevista en el « Financial Times » contra los riesgos de celebrar un referéndum. En relación al grupo más eurófobo de su partido, Clarke les comparó con «los defensores de la pensa de muerte en los 70», que pedían referendos cuando ya no podían articular mayorías parlamentarias en torno a sus propuestas. Este jueves ha trascendido también que un grupo de 25 diputados conservadores ha enviado una carta a Cameron pidiéndole que exprese en Amsterdam «una visión británica positiva de liderazgo en Europa». «Nos preocupa que un énfasis excesivo en el discurso sobre renegociación y referéndum, y no sobre liderazgo, podría afectar negativamente al Mercado Único», escriben diputados como los ex ministros Malcolm Rifkind y Stephen Dorrell.
4. «Tories» por un referéndum ya, o dos referéndums
Para complicarle más las cosas a David Cameron, un centenar de diputados conservadores –agrupados probablemente en los grupos 1 y 2 de este ranking de facciones «tories»– apoyan la propuesta del parlamentario John Baron para aprobar una ley que obligue a cualquier futuro gobierno británico a celebrar un referéndum sobre la UE. Otro grupo de influyentes diputados del partido de Cameron que incluye a John Redwood, David Davis o Bernard Jenkin exige, por su parte, un doble referéndum: uno, celebrado antes de que termine esta legislatura en 2015, en el que el gobierno consultaría sobre el mandato para acudir a Bruselas a renegociar las relaciones con la UE, y un segundo, tras las elecciones previstas en mayo de 2015, sobre el resultado de esas negociaciones y el estatus definitivo de Gran Bretaña en la Unión.
Entre quienes mantienen un discurso «duro» sobre la cuestión europea figura el ex ministro de Defensa, Liam Fox, quien, debido a su ascendente e influencia en el partido, resulta difícil de encasillar en alguno de estos grupos. Este mismo jueves Fox –que marca siempre de cerca a Cameron, rival interno con quien compitió por el liderazgo «tory»–, le exigía desde el portal Conservative Home una declaración «sin ambigüedades» de que Gran Bretaña no participará en la carrera hacia una mayor integración en la UE. «Creo que la gran mayoría de los miembros del Partido Conservador, reflejo de un creciente consenso entre la población británica, defendería una pertenencia clara y sin ambigüedades basada en la cooperación comercial y política», afirma Fox, recordando a Cameron que muchos ven la UE como una gran zona de libre comercio, y poco más.
5. Los socios liberales, europeístas de toda la vida
La incapacidad de David Cameron de obtener una mayoría absoluta en las elecciones celebradas en mayo de 2010 le obligaron a negociar un gobierno de coalición con el tercer partido británico, los liberales de Nick Clegg. El Partido Liberal Demócrata es desde siempre la formación más europeísta del arco parlamentario británico. Y su actual líder, Clegg, desempeñó parte de su carrera institucional en Bruselas. Aunque están de acuerdo en la necesidad, defendida por Cameron, de ofrecer a los británicos la oportunidad de expresar un «consentimiento fresco» mediante algún tipo de consulta, desconfían de los planes conservadores.
Este jueves, el ministro liberal de Industria, Vince Cable –uno de los pesos pesados del partido– ha defendido que un referéndum podría «dar solución a la confusión sobre la UE», pero advierte a Cameron que sus planes de renegociar poderes con Bruselas son «una apuesta arriesgada». Cable se hace eco así de la preocupación, expresada también por líderes laboristas como Ed Miliband o Tony Blair , de que un hipotético fracaso del proceso negociador que quiere abordar Cameron incremento la frustración de los antieuropeos. Aunque los dos partidos de la coalición de Gobierno se benefician de poder marcar pefiles propios ante la cuestión europea, sus socios liberales limitan el terreno de juego de Cameron.
6. La presión antieuropea del UKIP
Según un sondeo reciente , el 32% de quienes votaron a Cameron en 2010 estarían dispuestos a votar al UKIP en las elecciones europeas de 2014. El Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP por sus siglas en inglés) aspira incluso a ser la fuerza más votada en los próximos comicios al Parlamento Europeo. Dirigida por el feroz eurófobo Nigel Farage, eurodiputado, el UKIP es una formación soberanista, populista y antieuropea que quiere que el Reino Unido abandone la UE. Según un sondeo de Ipsos Mori publicado esta semana, el 10% de los votantes «tories» ya se habrían pasado a las filas de Farage.
Existen dudas sobre las motivaciones que empujan ese trasvase de votos conservadores a su versión más desacomplejada. Algunos estudios apuntan a que sería la inmigración, y no tanto Europa, el factor detrás de un fenómeno que preocupa mucho al liderazgo «tory». Inevitablemente, Cameron deberá incluir guiños a esta franja del electorado en su discurso de mañana en Amsterdam.
7. Empresarios y financieros pro Europa
Tradicionalmente, se considera que tanto los industriales británicos, que venden de media el 50% de sus productos en la UE, como los banqueros de la City, principal plaza financiera de la UE, actúan como garantes de la permanencia británica en Europa, dados los beneficios comerciales y económicos que les reporta. El ministro Cable advierte, por ejemplo, que la incertidumbre actual sobre el futuro del Reino Unido en la UE podría disuadir a potenciales inversores en Gran Bretaña. «La incertidumbre es el enemigo de la inversión», afirma el titular de Industria en su discurso de este jueves.
El presidente de la patronal industrial británica (CBI), Sir Roger Carr, defendía en la reciente asamblea de esta influyente agrupación de empresas que «la fría lógica de la asociación [con otros] para el propio interés debe prevalecer», en alusión –algo críptica– a las ventajas que aporta a la economía británica la pertenencia a la UE. A finales de noviembre , Roland Rudd, presidente de Business for New Europe –un foro empresarial europeísta– dijo que «es importante que la gente se levante y explique las virtudes de la UE». Ambas intervenciones son consideradas como el pistoletazo de salida de la reacción pro europea desde medios empresariales, que Cameron debe tener en cuenta en sus limitados cálculos estratégicos.
8. Empresarios y editores euroescépticos
En las últimas semanas ha trascendido que el ministro de Finanzas y estratega del gobierno Cameron, George Osborne, está articulando una coalición de empresarios y financieros afines para ofrecer una voz empresarial más euroescéptica. Aunque aún mo se conocen los detalles, Osborne habría reclutado a industriales y algunos banqueros británicos, defensores de repatriar poderes a Londres. Su papel será asegurar que una renegociación de competencias no acarrearía un coste para la economía y las empresas británicas.
Además, Cameron deberá tener en cuenta también la conocida pulsión euroescéptica de algunos de los todopoderosos magnates de la prensa británica, empezando por Rupert Murdoch, editor de «The Times» y «The Sun», pero también los propietarios de influyentes diarios como el «Daily Mirror», el «Daily Mail» o incluso el «Daily Telegraph», diario conservador de referencia.
9. Aliados preocupados en Washington y Berlín
La semana pasada, y de visita en Londres, el presidente de la Comisión de Asuntos Europeos del parlamento alemán, Gunther Krichbaum -un peso pesado en la CDU de Merkel-, acusaba al Reino Unido de «chantajear» a sus socios comunitarios con amenazas de bloquear la unión bancaria y fiscal si no se aceptan las demandas británicas. El «emisario» de la canciller alemana advirtió además contra el «riesgo de paralizar los esfuerzos para una Europa más integrada» que acarrean los planes de Cameron de convocar un referéndum sobre la UE. «Gran Bretaña correría el riesgo de quedar aislada», recordó Krichbaum al primer ministro británico, dando voz a la creciente frstración germana con las dudas de Cameron. «Los líderes europeos deberían dejar claro a Cameron que no pueden ser chantajeados con sus demandas constantes para estar exentos de estándares comunes de la UE y sus valores», recuerda Hannes Swoboda, el líder austriaco de los socialistas europeos.
Más grave para el actual inquilino del 10 de Downing Street fue el «recado» que le dejó, también la semana pasada, el responsable para Europa del gobierno de EE.UU. De visita en Londres, Philip Gordon, secretario de Estado de Asuntos Europeos, advirtió que quieren «una UE orientada al exterior con Gran Bretaña dentro». «Tenemos una creciente relación con la UE como institución que tiene un papel global cada vez mayor, y queremos ver una voz británica fuerte dentro de esa UE», dijo el veterano diplomático.
El mensaje fue interpretado como una cruda advertencia de la Administración Obama de que la «relación especial» entre Londres y Washington está condicionada al papel británico en la UE. Según explicaba esta semana a « The Guardian » Nigel Sheinwald, embajador británico en Washington hasta el año pasado y ex representante en Bruselas, el recado de Gordon sería fruto de «una decisión consciente de la Administración Obama de intervenir en el debate británico» sobre Europa.
10. Y al otro lado, Bruselas
Cameron se sumará mañana a una larga tradición británica de realizar discursos sobre Europa en suelo continental. Así, Churchill lo hizo en Zurich, Thatcher en Brujas y Blair en Varsovia. En Amsterdam, Cameron confía en recibir el calor de un gobierno que considera entre sus aliados. En efecto, el presidente holandés, Mark Rutte, defiende la repatriación de algunos poderes a los Estados miembros. Pero lo hace en aplicación del principio comunitario de subsidiariedad y siempre pensando en su aplicación a todos por igual, y no desde planteamientos individuales y «excepcionalistas» como hace Cameron.
En todo caso, a una hora y media en tren, los líderes de las instituciones europeas seguirán con interés las palabras de Cameron. Ellos son –los altos funcionarios de la Comisión y del Consejo– la ventanilla a la que debería acudir el gobierno británico en su intento de arrancarles competencias cedidas en su día por anteriores gobiernos británicos. Y el ambiente no es exactamente de simpatía. Desde Bruselas, el presidente del Consejo Europeo, el belga Herman Van Rompuy, ya ha aclarado que «la posibilidad de que haya cambios en los tratados no es muy elevada». Una idea que ha reforzado esta semana la canciller alemana. No se abrirá el melón europeo. Irónicamente, la última vez que intentaron plantear una modificación de los Tratados Europeos para apuntalar la unión bancaria y fiscal, fue precisamente el veto de David Cameron –en el otoño de 2011– el que obligó a 25 Estados miembros a firmar un acuerdo internacional.
La advertencia dispara al corazón de la estrategia del «premier inglés. Su cálculo es aprovechar –a río revuelto, diríamos– las previsibles modificaciones institucionales que requerirán las herramientas para sacar a la zona euro de la crisis para «colar» las excepciones y «frenos de emergencia» que le reclaman sus bases. Esa reforma del estatus británico en la UE le permitiría presentarse a las elecciones de 2015 cantando victoria sobre los «eurócratas». Pero estos, por ahora, le han dicho que la ventanilla está cerrada.
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