Sor Justina, 46 años con huérfanos en África: «Una madre murió mientras su bebé le agarraba el pecho para comer»

La monja, de 86 años, ha pasado media vida en misiones de Senegal, Burkina Faso y Níger al cuidado de los más pequeños

Desde hace meses, Beatrice Servadio Bris ha pintado diferentes escenas de la Pouponniere, el orfanato en el que la religiosa ha pasado casi una década en Dakar

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Sor Justina, junto a varios de sus niños africanos ABC

La sonrisa, radiante y perenne, es la seña de identidad de Justina de Miguel. A sus 86 veranos admite que se le ha borrado solo en contadas ocasiones; para ella es un bálsamo contra los duros episodios que ha vivido durante 46 años como ... misionera en África. «He visto a una mujer que se estaba muriendo mientras un bebé le tiraba del pecho para comer. Eso es algo que no se olvida», explica a ABC.

El otro ingrediente de su particular pócima de la felicidad es la fe; esa que le ha insuflado energías para salvaguardar la vida de miles de niños en otros tantos orfanatos de países subdesarrollados.

Pero Sor Justina, hoy en Madrid, no se recrea en las desgracias; lo suyo es el júbilo. Ese que da ayuda a niños africanos a superar el hambre, las enfermedades y el abandono para ver cómo crecen sanos y, con suerte, tienen una nueva vida en España. «Recuerdo que un chico recorrió 500 kilómetros hasta Senegal para traer a nuestro orfanato a su hija, que apenas respiraba. La niña pesaba 1.200 gramos. Por suerte sobrevivió y hoy la familia vive en Valencia». No hay líneas para recoger todos los ejemplos que enumera: «Manuel, otro chico al que ayudé, acaba de recibir una beca para jugar en un equipo de fútbol muy importante».

La pintora de las misiones

Hace unos meses, Beatrice Servadio Bris (1996), se propuso dar vida con sus pinceles a las misiones africanas. Y no tardó en conocer la historia de Sor Justina. Desde entonces, ha elaborado más de una decena de bocetos basados en su vida y en las escenas que la religiosa vio en la Pouponniere de Dakar. Italo-española nacida en Milán, y siempre cautivada por la pintura, esta joven dejó su trabajo en el campo jurídico hace un año para dedicarse completamente al arte, matriculándose en el máster de pintura histórica Ferrer-Dalmau. Desde entonces, ha centrado sus esfuerzos en la pintura religiosa y el ámbito histórico. Su objetivo no es solo dar una imagen fidedigna y bien documentada del pasado, sino transmitir lo trascendente y misterioso que envuelve siempre cada instante de la vida humana.

CONTACTO: eleosigue@gmail.com

Lo suyo son batallas de una guerra sin armas; las de una combatiente de la fe que vino al mundo en Zaragoza y viajó con su familia a la capital cuando apenas contaba nueve años. Durante el bachillerato, un sacerdote de Burundi plantó en ella la semilla de las misiones, y esta germinó durante un retiro espiritual del colegio. «Aunque siempre me había llamado más la abogacía, llegué a la conclusión de que valía la pena dar la vida por los demás», explica. Tras estudiar enfermería, ingresó en las Franciscanas Misioneras de María.

Y de allí, pasó al extranjero. «El Papa había pedido comadronas y yo hice el curso en Italia», afirma. El siguiente paso fue el más duro: siempre había sentido cierto gusanillo por África y, en 1973, cruzó el Mediterráneo.

Beatrice S. BRIS

Su primera parada fue Senegal, donde pasó seis meses antes de viajar a Burkina Faso. Aunque una malaria cambió sus planes. «El médico me dijo que, por mis síntomas, lo mejor era ir a Níger», completa. Dicho y hecho. Allí trabajó durante casi una década como enfermera y chófer; y eso que odiaba conducir.

Después regresó a Burkina, su casa a lo largo de otros siete años. «La pobreza era muy grande. En el hospital se nos moría la gente a diario. Teníamos 180 enfermos y no había camas», completa. Afloran los recuerdos: «A los tuaregs, que podían pasar días sin comer, les llevábamos algo de leche, azúcar y dátiles para que sobrevivieran».

beatrice s. bris

La última parada fue la Pouponniere de Dakar, un orfanato en el que cuidaba a chiquillos huérfanos y abandonados; 4.000 desde 1955. «¿Lo que jamás olvidaré de África? Los niños. No se puede reemplazar a una madre, solo puedes comprometerte a darles mucho cariño».

beatrice s. bris

Regresó a la península en 2019 por problemas de salud y, cuando le diagnosticaron un problema en las arterias carótidas, decidió retirarse con el deber cumplido. Aunque antes volvió varias veces a Senegal para tutelar a su sucesora. «No me aburro. Veo a niños africanos que han venido a España, me preocupo de que estén bien con sus nuevas familias...». Y promete seguir así durante mucho tiempo.

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