El retorno de Flashman, el cobarde y políticamente incorrecto superviviente de la retirada británica de Kabul
Ático de los Libros relanza en España las aventuras del icónico personaje británico que protagonizó una larga serie de novelas que colocó una mirada burlona y muy divertida sobre el imperio colonial británico y a sus héroes
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Iniciar sesiónConsiderada como uno de los mayores desastres militares británicos de la historia británica, la retirada de Kabul (Afganistán) que culminó en la batalla de Gandamak en enero de 1842 fue una hecatombe sin precedentes. Ante la insurrección de las tribus afganas, unas 16. ... 000 personas, entre militares del Imperio y de la Compañía de las Indias Orientales, civiles e indios y cipayos, abandonaron en pleno invierno la capital para tratar de alcanzar Jalalabad. Comandados por el general William Elphinstone, aquella columna sufrió el azote de las nieves y el frío y el hostigamiento constante de las partidas tribales. Su resistencia final tuvo lugar a las afueras de Gandamak en una última contienda trágica. Solo unos cipayos y un europeo, el cirujano William Brydon, alcanzaron su destino. Otros supervivientes, presos, fueron regresando meses y años más tarde.
¡Un momento! ¿Solo un europeo sobrevivió? El dato histórico parece contravenir con la existencia de uno de los grandes héroes literarios británicos del siglo XX: Harry Flashman, quien, en sus memorias, se incluye como uno de los que salvó el pellejo en aquella matanza. Que dirán ustedes que es un personaje literario de ficción, pero a su autor le resultó siempre tremendamente divertido que muchos críticos y lectores lo convirtieran y creyeran que fue real.
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Aquella trágica lucha, la real de Gandamak, no la de Flashman, fue retratada por el pintor William Barnes Wollen en el lienzo 'La última resistencia del 44 Regimiento en Gandamak' (1898), una pintura que refleja bien el aspecto de aquella marcha. Aunque hoy nos imagináramos a aquellos soldados de casaca roja y salacot, en aquel tiempo su apariencia estaba más cerca, incluso en aquellas inhóspitas tierras afganas, al de las tropas que combatieron a Napoleón que a la imagen del soldado colonial británico con casaca roja y salacot, fijada en el imaginario posteriormente.
Lo cierto es que aquella guerra, que colearía años después, fue el inicio de ese Gran Juego que, hoy en día continúa en Afganistán: entonces lo jugaban Rusia y el imperio británico y hoy, probablemente China y las potencias de la zona, ante el reciente abandono occidental.
Aquel trauma británico fue respondido a la antigua usanza y la fuerza británica que llegaría de la India, en septiembre de ese mismo año, se convertiría más que en una fuerza de socorro en un ejército de castigo que ejecutaría a cientos de rebeldes e incendiaría Kabul. Esta historia está magníficamente relatada en el ensayo de William Dalrymple, 'El retorno de un rey' (con edición en español en Desperta Ferro, 2021), como en su momento reflejo este diario.
Y con esos trágicos mimbres, el periodista George MacDonald Fraser presentó al que se iba a convertir en un personaje icónico de la literatura inglesa de la segunda mitad del siglo XX: Flashman. Y su carta de presentación sería aquella hecatombe de la retirada de Kabul su primera aventura.
Publicada originalmente en 1969, Flashman protagonizó trece novelas, todas ellas basadas en el clásico recurso del manuscrito encontrado, en los que el militar, ya anciano, repasaba sus vivencias sin necesidad de edulcorar o justificar nada. En un brillante ejercicio de metaliteratura, MacDonald Fraser sacó a su personaje de un secundario bastante desagradable de la novela victoriana 'Los días escolares de Tom Brown' (publicada en 1857). En palabras de su autor, aquel «sinvergüenza que vacilaba a los novatos y era un cobarde podía ser un villano, pero era claramente atractivo porque tenía el porte y el estilo que siempre logran conferir glamur a la villanía».
Y así, nació un personaje paradójico que marcaría la literatura británica del siglo XX. Porque Flashman era un cobarde, un agresor sexual, un aprovechado que acabó prosperando, promocionando y siendo tenido como un gran héroe de la época victoriana y colonial. No era, desde luego, el prototipo de personaje de las historias coloniales que se habían podido ver en novelas como 'Las cuatro plumas' o en películas como 'Tres lanceros bengalíes' o 'La carga de la brigada ligera' (al menos, la de Errol Flynn), ni siquiera se acercaba a los dos aventureros, algo menos idílicos, de 'El hombre que pudo reinar', de Kypling.
'Flashman'
- Autor: George MacDonald Fraser (traducción: María Antonia Menini)
- Editorial: Ático
- Páginas: 368
- Precio: 22,95 euros
Flashman (o Flashy, ya en confianza) ya parecía un hijo del tiempo en el que fue escrito, con su sarcasmo indisimulado y su mirada juguetona, tras el Mayo del 68 y los procesos descolonizadores. Se le interpretó, en muchas ocasiones, como una mirada despiada a la época Victoriana y al colonialismo, casi como una obra moral. Porque, acaso ¿no era Flashman, en realidad, tan bajo y sucio como debían haber sido aquellos héroes considerados como tales en la época a los que el arte y la literatura abrillantó sin remilgos?
Sea como fuere, el propio MacDonald Fraser se choteaba un poco, según un texto ahora recuperado por sus herederos en 2013 y que aparece como prólogo en la nueva edición en español, de todas esas interpretaciones y exponía que sus novelas nacían del «amor de toda la vida por lasa aventuras imperiales británicas», su «experiencia como soldado en Birmania» durante la Segunda Guerra Mundial, su «formación periodística» y una «mente algo rebelde».
En el obituario que escribió a MacDonald Fraser en el 'Daily Mail' cuando murió en 2008 a los 82 años, su amigo el periodista y divulgador histórico Max Hastings aseguraba que, aunque se burlaba de la hipocresía victoriana y contaba historias en las que los buenos terminaban últimos —o, con mayor frecuencia, muertos—, todo lo que escribió «estaba impregnado de amor y orgullo por la historia británica y el Imperio Británico». «Adoraba lo que Gran Bretaña solía ser y lamentaba amargamente su caída en desgracia en los tiempos modernos», relataba Hastings.
Seguramente, como en toda burla o ironía, junto con la crítica hay fascinación, amor y, por qué no, envidia. O quizá MacDonald Fraser era un poco como su Flashman: lo que le gustaba era provocar. De una manera u otra, esa compleja relación de burla y amor, ha convencido desde entonces a personajes tan dispares como Terry Pratchett, P.G. Wodehouse, Kingsley Amis o al propio ex primer ministro Boris Johnson, y convertido a miles de lectores por todo el mundo en fanáticos del personaje, y aupó a personaje y autor al mundo del cine.
'Príncipe Flashman'
- Autor: George MacDonald Fraser (traducción: Ana Herrera)
- Editorial: Ático
- Páginas: 332
- Precio: 22,95 euros
Lo cierto es que este personaje que, a fuerza de ser desagradable, de ser un matón de la peor especie, desprende un salvaje encanto y seguramente a unos convencía por lo que era y a otros por lo que parecía evidenciar. Y con esa variopinta experiencia, mezclada con una excelente recreación histórica y unas aventuras dignas del mejor Indiana Jones, se alzó un mito literario.
Mito literario que ahora vuelve en español, aunque nunca ha estado realmente desaparecido, con una nueva edición renovada, que abandona la imagen más clásica de anteriores formatos y adopta una más descarada, heredada de publicaciones anglosajonas. Recuperación, además, con el acelerador pisado: si en este año ya ha salido la primera entrega, 'Flashman', Ático está colocando ahora la segunda 'Príncipe Flashman' -una divertida reinvención de las historias tipo 'El prisionero de Zenda'- y promete una tercera antes de que acabe el año. Hay Flashman para rato.
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