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ABC Cultural

La obsesión de franquistas y republicanos por resucitar a Agustina de Aragón en la Guerra Civil

Más de cien años después de la Guerra de Independencia, los dos bandos contendientes en el conflicto de 1936 quisieron ganarse para su causa a la heroína de Zaragoza que se enfrentó a las tropas de Napoleón, aunque con una interpretación muy diferente

Más despiadadas y valientes que ellos: las heroínas españolas que sorprendieron a Napoleón

Agustina de Aragón, según el cuadro de Augusto Ferrer-Dalmau en 2012 ABC
Israel Viana

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La película sobre Napoleón que Ridley Scott acaba de estrenar, con Joaquin Phoenix como protagonista, ha provocado que muchos medios de comunicación estén recordando las diferentes conquistas y conflictos librados por el emperador francés alrededor del mundo. Entre ellos, la Guerra de Independencia que los españoles libramos contra sus tropas invasoras entre 1808 y 1814, a pesar de que ni siquiera aparece en el filme. No es algo nuevo, puesto que este episodio ha fascinado a muchos historiadores y escritores de todo el mundo, por diferentes razones, en los últimos dos siglos.

No hay duda de que la Guerra de Independencia ha sido uno de los mitos fundamentales del nacionalismo español. Tanto es así que, más de cien años después de su inicio, durante la Guerra Civil, los dos bandos contendientes compartieron una serie de convicciones arraigadas directamente en ese conflicto. Tras el golpe de Estados de Franco, Mola y el resto de generales en 1936, tanto los sublevados como los leales a la República estaban convencidos de que el rasgo más notable del pueblo español era haber luchado desde hacía siglos para reforzar su identidad e mantener su independencia contra los intentos de dominación extranjera.

Esta versión del mito nacional, elaborada principalmente en el siglo XIX, tenía en la gesta de 1808 la manifestación más sublime de las virtudes de los españoles. ¿Qué tenía que ver ese triste episodio con lo que aconteció en la Guerra Civil, donde se enfrentaban compatriotas, vecinos y hasta hermanos de sangre entre ellos, y todos juntos contra invasores de fuera? Según defienden los historiadores Xosé M. Núñez Seixas ('¡Fuera el invasor!', Marcial Pons, 2006) y José Álvarez Junco ('Mater dolorosa: la idea de España en el siglo XIX', Taurus, 2001), la propaganda de 1936 insistió reiteradamente en el hecho de que la situación era un calco de la invasión de Napoléon.

En la Guerra Civil, franquistas y republicanos invocaron por igual la resistencia del heroico pueblo español frente a los franceses. Ambos bandos reprodujeron en numerosas ocasiones los grabados de Goya y la famosa imagen de Agustina de Aragón en la que se la puede ver disparando con un cañón junto al cadáver de su supuesto esposo. Hablamos de la más célebre de aquellas españolas que se unieron a la resistencia contra el invasor, en aquel levantamiento espontáneo que convirtió a las gentes sencillas, sin títulos ni dinastías, en los hacedores de la Historia.

La gesta de Agustina

Cuentan que Agustina, en el fragor del combate a las puertas de Zaragoza, con los franceses intentando conquistarla a base de bombas y disparos contra el pueblo inocente, corrió hacia la batería ubicada en la puerta de la ciudad llamada del Portillo. Una vez allí, esquivando los proyectiles, se encaramó sobre los cadáveres de los artilleros, se acercó a un cañón de grueso calibre y le arrancó el botafuego a un sargento moribundo, para disparar con toda su rabia. Causó, aseguran los relatos de la época, una gran mortandad entre el enemigo, que estaba a punto de arrasar con todo.

Su acción dejó pasmados a cuantos contemplaron la escena. Entre otras razones, porque siquiera sabían su nombre, pese a que en el barrio la conocían todos. Su valentía y puntería impidió la entrada de los franceses en Zaragoza y todos los vecinos sintieron alivio. Militares y paisanos estallaron en vítores al constatar la retirada, elogiando lo que aquella desconocida acababa de lograr. El comandante del puesto estaba tan emocionado con aquella joven, por lo que se acercó a la batería, trepó sobre los muertos, le arrancó los galones de la casaca al sargento de cuyas manos Agustina había tomado el botafuego y se los entregó a ella.

«Si en 1936 se habló, y mucho, de 1808 fue porque la Guerra de Independencia constituía un repertorio de símbolos reconocidos y reconocibles por la mayoría de la población. Un repertorio del que no se pudo excluir, sino todo lo contrario, la participación de las mujeres en 1808. Ambos bandos contendientes se apropiaron de la figura de Agustina de Aragón. Las páginas del ABC de Sevilla, en manos de los franquistas, la recordaban asiduamente, mientras la edición madrileña de esta cabecera, y por tanto republicana, tampoco dejó pasar la oportunidad de conmemorar a la heroína por excelencia de 1808», explicaba María Cruz Romeo Mateo en el capítulo 'Españolas en la guerra de 1808: heroínas olvidadas', incluido dentro del libro 'Heterodoxas, guerrilleras y ciudadanas'.

Bando nacional

Los lectores sevillanos de este periódico, efectivamente, podían comprobar con facilidad como la historia de esta heroína protagonizaba muchos de los programas de conciertos de la Banda Municipal en 1937 y 1938. La obra 'Agustina de Aragón' de Francisco Villaespesa formaba parte, por lo general, del repertorio teatral de las compañías andaluzas. Tampoco faltaba su alusión en la publicidad, en forma de coplas que anunciaban una conocida bebida alcohólica. La heroína zaragozana se convirtió en un icono durante la Guerra Civil y constituyó una mención obligada para las mujeres españolas, según el imaginario franquista que por entonces comenzaba a elaborarse.

Queipo de Llano se refirió a ella en sus aterradoras charlas radiofónicas, para ensalzar a aquella juventud dispuesta a colaborar con el Auxilio Social. Y en el cuarto aniversario de la fundación de Falange se alabó igualmente a «la mujer española que se siente capaz de emular el gesto de sus antecesoras en Sagunto y Numancia y llegar incluso al de Agustina de Aragón». «De todos modos había un poso de incomodidad en la apelación a la gesta de 1808. La actividad de 'las abnegadas jóvenes de Falange Femenina' no debía desarrollarse en los campos de batalla, a diferencia de la de los hombres, sino en los espacios que habían sido tradicionalmente reservados a las mujeres, como era el cuidado de enfermos, niños o necesitados», asegura Romeo Mateo.

Banco republicano

El enfoque del bando republicano con respecto a Agustina de Aragón, de cuya figura también hicieron uso propagandístico, como si quisieran ganársela para su causa, fue diferente. La edición madrileña de ABC, por ejemplo, aprovechó la celebración de la batalla de Bailén para exaltar la participación femenina en la Guerra de la Independencia. Se refería con frecuencia a aquella «hermandad» constituida por las madrileñas, andaluzas y aragonesas o las andaluzas que salieron a luchar contra los franceses como cualquier otro hombre, como sugiriendo que debían hacer lo mismo en ese momento contra los fascistas.

Se llegó a publicar en portada, el 7 de noviembre de 1936, el cuadro del pintor José María Rodríguez Acosta, en el que aparecía la citada imagen de nuestra protagonista rodeada de varones heridos y muertos, encendiendo la mecha del cañón, con el siguiente pie de fotografía: «La hora del dilema apremiante ha sonado. Defendernos con dignidad, luchando heroicamente por nuestras libertades como nos señaló con su ejemplo Agustina de Aragón, o morir sin honor, asesinados a mansalva por los eternos enemigos del pueblo».

Durante la guerra, en las zonas no conquistadas por las tropas de Franco, se representaron un buen número de obras de lo que se llamó «teatro revolucionario», que estaban protagonizadas por «almas gemelas» de Agustina de Aragón, como la que anunciaba también por este periódico el 9 de octubre del mismo año. Se celebraron conferencias para hablar de «la lucha de Agustina de Aragón por la independencia de España» y de «la gran heroína, ejemplo y símbolo de mujer patriota». Según ABC el 9 de febrero de 1939, en los últimos meses de guerra, el ponente exhortó a las oyentes «a ser dignas sucesoras» de aquélla: «Como en 1808, España no será de los invasores, y las muchachas hemos de jugar un papel decisivo en esta lucha, trabajando sin descanso con valor y energía en los puestos, sean cuales fueren, que nos designe el Gobierno de Unión Nacional, única garantía de la victoria».

«En el primer momento de la guerra, nuestras mujeres, un poco descentradas, un poco fuera del ambiente, sintieron la necesidad de hacer acto de presencia en la lucha. No en vano había detrás de ellas toda una tradición heroica específicamente hispánica. En todas ellas corre la sangre de Marianita Pineda o de Agustina de Aragón. Entonces surgió la mujer en la calle, con su mono azul, su cartuchera y su fusil, y la mujer en el frente, al pie de un cañón o al pie de una ametralladora. Fue algo un poco romántico, que sirvió para que los reporteros extranjeros sacasen a relucir los tópicos más viejos acerca de nuestro país, y de lo pintoresco que eran sus gentes y sus costumbres», subrayaba por su parte 'La Vanguardia' el 20 de mayo de 1937.

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