Filipo de Macedonia, un grande vilipendiado a la sombra de Alejandro Magno
Una documentada biografía desmonta los mitos que aún persisten sobre el padre del legendario conquistador
En el interior de la tumba real del padre de Alejandro Magno

Ser el padre de Alejandro Magno, tal vez el personaje más célebre de la Antigüedad, eclipsó los logros de Filipo de Macedonia, ensombreciendo su figura histórica. Y tener por gran antagonista a Demóstenes, uno de los mejores oradores de todos los tiempos, convirtió ... al conquistador de Grecia en el prototipo de tirano despiadado y sanguinario, oportunista y calculador, embaucador, borracho, mujeriego y maltratador. Se suele decir, con una frase que se atribuye a George Orwell, que «la historia la escriben los vencedores», pero este no fue el caso del rey macedonio.
«Lo que nos ha llegado de Filipo es la versión que de él han dado sus enemigos, porque los macedonios no escribían su historia«, sostiene el periodista Mario Agudo, autor de una documentada biografía sobre 'Filipo de Macedonia' (Despertaferro, 2024) que acaba de llegar a las librerías coincidiendo con el estreno en Netflix de una serie sobre Alejandro Magno y con el resurgir de la polémica sobre su tumba en Vergina.
Las ácidas 'Filípicas' del orador griego han pervivido hasta en el habla como 'inventivas' y cada cierto tiempo resurge el 'efecto Demóstenes', que confronta democracia con tiranía, recordando la pugna vivida en el siglo IV a.C. La historiadora británica Adela Marion Adam utilizó el símil durante la Segunda Guerra Mundial, comparando a Filipo con Hitler y a Churchill con Demóstenes, y hace apenas unas semanas expertos en relaciones internacionales advertían que Europa está «en un momento Demóstenes» , animando a los países a no permanecer pasivos ante el expansionismo, en este caso, de Putin en Ucrania.

«Demóstenes, en su guerra dialéctica contra Filipo, despliega toda una retórica de confrontación y transmite una imagen absolutamente distorsionada de su enemigo, que no era un santo, pero tampoco ese personaje tiránico«, defiende sin embargo Agudo, fundador de la revista de estudios macedónicos 'Karanos'' Este investigador del mundo antiguo, a quien el catedrático Francisco Javier Gómez Espelosín considera «historiador de pleno derecho» por su trayectoria y sus reflexiones, presenta a Filipo como «uno de los primeros estadistas de la historia«, que con »gran habilidad estratégica, militar y diplomática» convirtió el reino de Macedonia en un estado fuerte y ganó la hegemonía de los griegos.
«Filipo fue un gran político, que supo moverse muy bien en un mundo en cambio, el de la polis, que estaba colapsando por sus propios enfrentamientos internos», y además, «hizo algo que Alejandro no hizo, que fue dejar un heredero en condiciones«, resalta Agudo en conversación telefónica.
A pesar de la distancia de los siglos, la vida de Filipo contiene «una sugerente lectura en clave de actualidad» para el divulgador histórico porque también ahora vivimos con incertidumbre en un mundo en cambio. En la Grecia del siglo IV, las polis de la Hélade (Esparta, Tebas y sobre todo Atenas) se hallaban en declive, bajo la amenaza del imperio persa era y Atenas sufría problemas en el suministro de grano a través de la flota en el mar Negro. «El control de los recursos o la hegemonía política son temas que están todavía hoy en el candelero. Estamos viviendo un desplazamiento del eje de influencia internacional de Estados Unidos a otra potencia que no sabemos cuál y por desgracia la guerra nos ha acompañado, nos acompaña y nos acompañará, porque al final es la prolongación de la política por otros medios», argumenta.
La batalla perdida del relato
Filipo se impuso como 'hegemón' (líder) de los griegos, pero perdió la batalla del relato al quedar retratado para la posteridad como un tirano. A pesar de los estudios académicos y las investigaciones arqueológicas o numismáticas que han arrojado luz sobre Filipo, en el cine o en la novela histórica aún se presenta al rey macedonio a la sombra de su hijo Alejandro, con la imagen distorsionada de un hombre obsesionado por ampliar las fronteras de su reino, duro e inmisericorde, que alivia sus tensiones en suculentos banquetes que desembocan en tremendas borracheras.
También su esposa Olimpíade ha quedado en la memoria como una 'femme fatal', mística, colérica, intrigante y posesiva. «Es víctima del mismo proceso de degradación que sufre Filipo porque muchas veces se ha construido a Alejandro como héroe en contra de la figura de sus padres, como el fruto de un triángulo afectivo conflictivo a pesar del cual el hijo prosperó«, recuerda Agudo.

El periodista y divulgador, que se ha documentado durante años en fuentes históricas, bibliográficas y con entrevistas propias a investigadores griegos, destaca algunos motivos de este envilecimiento de sus figuras. En Macedonia se hablaba griego, pero sus costumbres eran muy diferentes a las de Atenas. Era una monarquía de corte arcaico, donde el rey era la máxima autoridad política, religiosa, judicial y militar. «El rey decidía todo y esto confrontaba con el mundo democrático ateniense, era un choque cultural notable», subraya.
En el banquete macedonio no se reducía el vino con agua y los comensales conservaban sus armas en su poder, lo que, en momentos de tensión, podía derivar en episodios como la muerte de Clito el negro a manos de Alejandro. Estas costumbres no estaban bien vistas en Atenas, como tampoco la poligamia. Sin embargo, para la monarquía macedonia, el matrimonio constituía una herramienta diplomática fundamental para llegar a acuerdos con sus vecinos o establecer relaciones. Filipo tuvo hasta siete esposas, todas ellas con fines políticos.
Esta compleja vida familiar generaba cierta conflictividad en la corte porque los macedonios «no entregaban el reino al primogénito, sino al más capaz», continúa explicando Agudo. De ahí que todas las esposas pugnaran para que alguno de sus hijos fuera el elegido y esas rivalidades pudieran dar pie a rumores, hábilmente utilizados por sus enemigos.
Un asesinato sin aclarar
El biógrafo de Filipo sospecha que esa lucha por el poder pudo estar detrás de su asesinato en el teatro de Egas en el 336 a.C.. El rey macedonio vivía días de gloria tras haber sido proclamado 'hegemón' de los griegos, su líder de facto aunque una cobertura institucional enmascaraba sus plenos poderes. Antes de partir a tierras asiáticas para unirse a las fuerzas macedonias que combatían contra los persas, Filipo quiso darse un baño de multitudes con motivo de la boda de su hija Cleopatra con su cuñado Alejandro del Epiro, hermano de Olimpíade. En una de las jornadas festivas, cuando el monarca avanzaba hacia el centro de la escena en Egas, Pausanias de Oréstide, un hombre de su círculo de allegados, se abalanzó sobre él y le clavó una daga entre las costillas.

«Siempre se ha vendido que fue asesinado por un amante despechado, pero posiblemente estemos ante un topos (recurso) literario porque casi todos los tiranos en el mundo griego mueren a manos de sus amantes«, resalta el investigador. Aunque no hay dudas sobre la identidad del asesino, su procedencia de una región del norte, de la alta Macedonia, resulta sospechosa. De allí era también Cleopatra, la última esposa de Filipo, y los hermanos a los que Alejandro da muerte como instigadores del crimen. Agudo, que relata con detalle en el libro las hipótesis de los historiadores sobre el regicidio (incluidas las que han apuntado a Olimpíade y a su hijo Alejandro), se decanta por que «pudo haber un complot de la alta Macedonia para acabar con Filipo con el fin de colocar a Amintas IV«, hijo de Pérdicas y sobrino del rey.
Una tumba controvertida
La tumba de Filipo de Macedonia también ha hecho correr ríos de tinta desde que el arqueólogo Manolis Andronikos anunciara el hallazgo de un gran túmulo real en Vergina en noviembre de 1977 (curiosamente, unos días antes del nacimiento de Mario Agudo). Las excavaciones descubrieron un enterramiento en cista, la Tumba I, otra sepultura monumental, la Tumba II, considerada la tumba de época clásica mejor conservada de toda Grecia, y restos de una construcción que se identificó con un 'heroon', un santuario funerario. Tiempo después se descubrió la Tumba III, también llamada Tumba del Príncipe porque albergaba los restos de un adolescente que se identificó con Alejandro IV, hijo de Alejandro Magno, así como restos de otro enterramiento más, la Tumba IV, datada en el siglo III a.C.

Magníficamente decorada con una fabulosa escena de caza, con pequeños sarcófagos de oro con la estrella de ocho puntas (emblema de la dinastía argéada) en su parte superior y un rico ajuar de objetos de oro, la Tumba II fue identificada por Andronikos como la sepultura de Filipo y de su última esposa, Cleopatra-Eurídice. Su anuncio provocó las primeras críticas en 1977 y desde entonces ha suscitado una «inagotable controversia«, como refiere Agudo. En el libro incluye hasta el último estudio de Antonis Bartsiokas y Juan Luis Arsuaga del pasado diciembre, que insiste en sus planteamientos de 2015: que Filipo ocupó la tumba I y no la II.
El investigador español cree que esta hipótesis choca con la costumbre macedonia de incinerar a sus reyes ya que los difuntos de la Tumba I fueron inhumados. «Es difícil que Alejandro, siendo un rey joven y con el prestigio que tenía su padre, hubiera decidido no incinerar a su padre y no rendirle honores funerarios como al resto de reyes, porque habría supuesto una pérdida de legitimidad para él», opina. A su juicio, con argumentos en todos los sentidos, el debate se encuentra «en un callejón sin salida».
«Tal vez nunca sepamos realmente si el que está en la Tumba II es o no Filipo», dice, teniendo en cuenta que el asunto «está muy politizado» por las rivalidades entre Grecia y Macedonia del norte. Agudo cree que «para los griegos es una cuestión más de Estado que arqueológica«.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete