Atenas evoca la batalla de Queronea, que abrió toda Grecia a Alejandro Magno

Filipo II, sucedió en el trono a su padre, Alejandro II, en el 359 a.C. 20 años después, en el 339, y tras haber conquistado las tribus del norte de la península balcánica, inició la conquista de las poleis del sur de Grecia. Así, el caluroso verano del 338, las tropas de Filipo II atravesaron el valle de Queronea, un pasillo natural que conecta las regiones de Fócida, Ftiótida y Beocia.

En el sur, Tebas y Atenas competían por el control de la Hélade. Tebas tenía al Batallón Sagrado, una unidad de élite que había conseguido derrotar incluso al invencible ejército espartano. Por su parte, Atenas contaba con Demóstenes, uno de los mejores oradores de todos los tiempos, y que supo, gracias a su elocuencia, reclutar un ejército antimacedónico para frenar el avance de los Argéadas.

Aunque en un primer momento Tebas había dado su apoyo a Macedonia, las palabras de Demóstenes convencieron a la polis que, bajo el mando de Teogenis, el invencible Batallón Sagrado de Tebas capitanearía el ejército de la Alianza formado por tropas de las polis de Atenas, Tebas, Mégara, Eubea y Corinto.

Aquel 2 de agosto, a pesar del sofocante calor, las tropas macedónicas se adentraron en el valle por el norte. Poco después, se encontraron con el ejército de la Alianza, formado por treinta y cinco mil soldados a los que se sumaron entre dos y cuatro mil caballeros, según un estudio reciente.

El Batallón Sagrado tebano ocupaba el flanco derecho, el más importante; el ejército ateniense asumió el izquierdo, mientras que el centro, estaba formado por el resto de las tropas. La falange macedónica, sistema inventado por el propio monarca inspirándose en lo aprendido durante los 3 años que fue rehén en Tebas, tenía una táctica rápida y eficaz que Filipo había perfeccionado durante las campañas balcánicas.

Sus hombres, equipados con armaduras más livianas que las del enemigo, portaban la 'sarisa', pica de entre 4 y 6 metros de largo. Frente al Batallón Sagrado tebano, Filipo II colocó al mando de la caballería al joven Alejandro, –que tan solo contaba con 18 años de edad–. Cuando los dos ejércitos se encontraron frente a frente, Filipo ordenó la retirada del flanco derecho de su batallón. Se trataba, efectivamente, de una de las estratagemas que había aprendido durante los años en Tebas.

El Batallón Sagrado, gran experto en este tipo de artimañas, permaneció en su sitio mientras que los flancos izquierdo y central caían en la trampa e iniciaban una ofensiva desorganizada contra los macedonios.

Aprovechando el espacio sin tropas que se había creado con la avanzada de los flancos izquierdo y central, Filipo dio la orden de avance a la caballería, situada en el flanco izquierdo del bando macedónico, consiguiendo con ello el aislamiento de los tebanos del resto de los batallones aliados. Lo que vino después fue, en vista de los restos óseos encontrados en el lugar de la batalla, un auténtico baño de sangre.

Según Diodoro de Sicilia, Filipo II enterró en el valle a 500 macedonios caídos en la batalla, –su ejército contaba con 30.000 hombres y 2.000 soldados de caballería–, mientras que los caídos tebanos fueron más de 6 mil, a los que sumaron cerca de 30.000 capturados como rehenes. El ejército ateniense regresó a casa con más de 1.000 caídos y 2.000 rehenes. Del resto de tropas, no se conservan datos.

En la exposición, la formación de las fuerzas durante la batalla ha sido reconstruida en la exposición empleando muñecos de Playmobil.

Deambulando por la exposición, llegamos a la sala donde se han instalado las reconstrucciones de los monumentos funerarios en honor a los caídos en la batalla. En primer lugar, visitamos el 'poliandrion' del Batallón Sagrado, una fosa común donde fueron recuperados 254 esqueletos, y que está coronada por una estatua similar a la del León de Queronea. El león, símbolo de hombría, solía usarse en las tumbas de los hombres caídos en batalla.

La mayoría de los esqueletos presentan fuertes traumatismos craneales, lo que hace pensar a los expertos que se trata de los cadáveres de los soldados de infantería que murieron por el ataque de la caballería macedónica. Otros cuerpos conservan aún entre sus huesos las armas que les hirieron de muerte. Los soldados fueron enterrados con las ropas (de las que se han conservado los botones de hueso), los recipientes cerámicos donde bebían y comían. Además, entre las piernas de cada cadáver, se había colocado un estrígil, rascadera metálica empleada por los luchadores y atletas para retirarse la suciedad.

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Ninguno de los soldados caídos fue enterrado con sus armas. Con toda probabilidad, los macedonios les despojaron de ellas y se las llevaron como botín antes de ser enterrados. En el túmulo de los vencedores, sin embargo, las armas sí que forman parte del ajuar funerario de los 500 soldados caídos.

Los cadáveres fueron cremados en una enorme pira funeraria común, práctica que solía realizarse como honor a héroes caídos. En cuanto a los atenienses, sabemos por las fuentes antiguas que los cuerpos de los soldados caídos fueron cremados y, sus cenizas se trasladaron a Atenas y se erigió una estela funeraria que también forma parte de la exposición.

En una de las paredes, se expone a gran tamaño este panel con el dibujo realizado por el arqueólogo Panayotis Stamatakis en 1879 que muestra en la posición original los cadáveres de los miembros del Batallón Sagrado de Tebas caídos en Queronea. Según los expertos, los fallecidos habrían sido colocados en la fosa común siguiendo el orden que ocuparon en la batalla. 247 presentaban dirección norte-sur, mientras que 5 fueron colocados atravesados, seguramente por falta de espacio y tiempo para poder ampliar el sepulcro. Los macedonios apresaron al resto de supervivientes, tal como se cuenta en esta apasionante exposición.

La victoria macedonia supuso el ascenso de la monarquía de los Argéadas, que hasta entonces había jugado un papel secundario en Grecia, el fin de las ciudades estado y la creación de la Liga de Corinto, capitaneada por el monarca macedonio Filipo II y cuyo objetivo era el control de facto de los estados helenos, la lucha contra los persas y la expansión del Helenismo.

Sin embargo, el asesinato de Filipo II en el año 336 a.C. dejó en el aire los planes macedónicos de conquista del oriente hasta que Alejandro heredó de su padre el ejército que con tanto esmero había reclutado y formado, e inició la campaña hacia el este, expandiendo el Helenismo en los confines del mundo.