Un español en el SWAT argentino: los mejores comandos de operaciones especiales de Latinoamérica

El que habla a ABC es el presidente de la Asociación de Seguridad y Apoyo a la Defensa, sargento de los Mossos d'Esquadra y sargento reservista en el EADA Eduardo Gabino Ruiz Murillo; 110 kilos y 1,82 metros de puro músculo policial forjado en las calles. La historia de Abel se le quedó grabada cuando se la desvelaron en Argentina, donde pasó varias jornadas junto a un puñado de españoles realizando el Curso de Allanamientos e Irrupciones Especiales del Grupo Halcón. «Me dejó estupefacto porque, detrás de este agente, había un hombre que no quería abatir a nadie, pero tuvo que hacerlo porque debía proteger a sus compañeros y a los ciudadanos», añade.

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Ese es uno de los dos mandamientos inapelables que le enseñaron en el Grupo Halcón: hay que velar por la protección de todos, incluso de los delincuentes, y solo se dispara cuando no queda más opción. La otra máxima se la ofreció el Comisario Mayor José Leonardo Escalante, director de la unidad, al empezar el curso en Buenos Aires: «'Amat victoria curam': la victoria favorece a los que se preparan». Sobre esos dos pilares, los halcones se han convertido en una de las unidades de operaciones especiales más eficaces del mundo en CQB ('Close Quarters Battle' o combate en espacios cerrados).

Argentina ha sido la última parada de Ruiz, pero no la única. Antes, su asociación ya había viajado hasta Brasil para ejercitarse con los policías encargados de poner orden en las favelas. «De aquella visita nació mi libro, 'Un español en el BOPE'», afirma. Solo trata con los mejores, y por ello quiso hacer el curso con el Halcón: «Por su capacidad K9 –unidad canina–, la importancia que dan a los tiradores selectos y su especialización en el uso de explosivos son equiparables al GEO de la Policía Nacional o al GAR de la Guardia Civil». Sus misiones también son similares: despejar edificios, lidiar con tomas de rehenes, reducir a criminales atrincherados y personas con tendencias suicidas, combatir el crimen organizado y el terrorismo…

Los orígenes de esta unidad se remontan a enero de 1986, cuando se diseñó un programa de entrenamiento para evitar situaciones como la matanza perpetrada en Múnich por el grupo terrorista Septiembre Negro. «Ese año se activó el primer curso del Grupo de Operaciones Especiales», explica Ruiz. En principio, los mandos se nutrieron de los conocimientos y experiencias de los SWAT y los Boinas Verdes. «Viajaron a EE.UU. para conocer qué capacidades básicas debía poseer un operador en situaciones de alto riesgo y adaptarlas». La unidad alumbra fue renombrada en 1997 como División Especial de Seguridad Halcón.

Y ya en diciembre de 1986 se cobraron su primer trofeo. El 13, tres delincuentes tomaron por las armas un juzgado de la ciudad de Mercedes y exigieron a las autoridades el equivalente a 700.000 euros para liberar a los rehenes. Fue imposible negociar y, al final, el grupo irrumpió en el edificio. La sorpresa, la velocidad y un entrenamiento envidiable hizo que se evitara un baño de sangre. Tres años después, en 1989, saltaron a la fama tras ayudar a abatir a una treintena de guerrilleros que habían tomado el cuartel de La Tablada, en Buenos Aires.

Desde entonces, se han convertido en un referente en CQB o 'combate cercano': aquel que se sucede en el corazón de las estancias de los edificios. «Cada día libran uno en el interior de alguna 'villa', una zona similar a las favelas con gran densidad de población». Los datos alaban al grupo: entre enero y septiembre de 2022, sus operadores han participado en 387 allanamientos, 12 tomas de rehenes y cuatro atrincheramientos con arma de fuego. El éxito les sigue de la mano.

Su principal secreto es la importancia que dan al 'brechero'. «Son los que se encargan de generar una abertura que permita el paso de sus compañeros al interior de las casas. Lo pueden hacer de forma mecánica –con arietes o patas de cabra–, hidráulica o mediante una cantidad concreta de explosivos», explica Ruiz. Según el español, este tipo de operador debe superar un curso que no existe en España en el que se le enseña, por ejemplo, a derribar una puerta «sin que salte por los aires el edificio entero». A su vez, se le entrena para ser uno con la escopeta, el arma que se convertirá en su amiga inseparable.

Pero no todo son aberturas. Además, la unidad otorga gran importancia al uso del escudo balístico en espacios interiores; a los francotiradores y a los negociadores. «No todos los operadores tienen la formación específica para ello, pero la dirección del Halcón insiste en que su premisa es salvar vidas», sentencia.

Ruiz y la docena de militares y policías españoles –apoyados por el K9 Pedro Frutos– que acudieron al curso aprendieron todos estos secretos de primera mano. «Las técnicas están dirigidas a las unidades de intervención. Nos entrenaron en asaltos y registros, brechas, tiro con pistola y subfusil y uso de escudo balístico. Lo hicieron hombres forjados a sangre y fuego como Martínez, Forti, Fiorino, Bergeon, Fontana, Vargas, Lescano, Córdoba, Klat o Correa», sentencia. Le preguntamos por alguna lección, y le cuesta despegar los labios; no le gustaría que «los malos» se enterasen. Aunque, al final, nos desvela una: «Nunca debes estar enfrentado a una puerta o una ventana. Son zonas de riesgo porque no sabes si hay un agresor al otro lado. Solo debes exponerte cuando vayas a traspasarlas».

El resto, lo más importante, se queda entre ellos y los halcones. Secreto de confesión. Lo que sí describe es el día a día de un curso destinado a «forjar el espíritu de un operador especial». Recuerda, por ejemplo, que las mañanas arrancaban cuando un sargento primero del Ejército de Tierra, 'Bull', tocaba un cuerno vikingo: «Empezábamos a las seis y media y, tras un breve desayuno, pasábamos por las diferentes áreas de entrenamiento: CQB, brecha, área de tiro, escudo balístico, una torre en la que la unidad K9 nos mostró cómo tirarnos en rapel con un perro…». Una jornada sin descanso.

La última pregunta es obligada. «¿Os hicieron alguna perrería?». Duda, pero al final responde: «Un día nos preguntaron si queríamos Sprite en la comida. Resulta que era… ¡una lata de gas lacrimógeno! La sufrimos en las prácticas». La carcajada dura varios segundos, aunque en su momento le hizo menos gracia. Una jugarreta típica, pero que solo afianzó más su relación con esta unidad. «Tenemos mucho que aprender de ellos. En España estamos acostumbrados a una doctrina clásica en lo que a procedimientos de asaltos y registros se refiere. El trabajo de progresiones en estancias y pasillos del Grupo Halcón es minucioso, preciso y pautado al milímetro, a la vez que permite una flexibilidad a sus integrantes», finaliza.