Netflix desata otra vez la polémica: ¿era Alejandro Magno homosexual?

Mario Agudo Villanueva, autor de 'Filipo de Macedonia' y otros tantos ensayos sobre el tema, dice estar harto de que esta controversia salga siempre a la luz cuando el general está bajo los focos de la actualidad

La serie sobre Alejandro Magno de Netflix desata la polémica en Grecia al mostrar la homosexualidad del 'César' macedonio

Alejandro Magno, en combate wb

Dijo Plutarco, el famoso historiador del siglo I d. C., que Alejandro III de Macedonia nació con una sed perpetua de aventuras: «Lo que deseaba no eran riquezas, ni regalos, ni placeres, sino un imperio que le ofreciera combates, guerras y gloria». Aunque fue ... rey a los 20 años, desde el 336 a. C., y extendió sus dominios en poco más de una década a través de Egipto, Persia y Asia Central, su figura está ligada desde hace dos mil años a una serie de enigmas difíciles de resolver. Y uno de ellos ha sido espoleado por la nueva serie de Netflix sobre el personaje: ¿Era el gran conquistador homosexual?

¿Era homosexual Alejandro Magno?

Según el periodista y divulgador Mario Agudo, autor de 'Filipo de Macedonia' (Desperta Ferro), la respuesta esconde muchas aristas. «Para empezar, hay que tener en cuenta que, en el mundo griego antiguo, del que bebía de forma directa Macedonia, no existía como tal el término homosexual», explica el experto en declaraciones a ABC. En la época había relaciones entre hombres, sí, pero estaban normalizadas y no eran una 'rara avis'. «Esos mismos amantes podían tener sexo con mujeres de forma natural», apostilla.

Uno de ellos era el vínculo sexual que se podía establecer entre un maestro u hombre adulto, conocido como 'erastés', y un discípulo en transición hacia la madurez, el 'erómenos'. En ella, el primero cumplía el rol de amante, mientras que el segundo era el amado. «Formaba parte de la 'paideia', el extenso proceso formativo de los jóvenes. Desde la perspectiva actual las consideraríamos relaciones homoeróticas y pedófilas, pues se daban por lo general entre varones de unos 30 años y chicos de 16 o 17, pero no podemos verlas así; se hallaban en el corazón de la cultura griega y, para ellos, eran habituales», añade.

En palabras de Agudo, «no podemos saber con seguridad si este tipo de vínculos estaban presentes en Macedonia», aunque todo apunta a que sí. «A juzgar por las fuentes, existieron relaciones de reyes macedónicos con varones. Esas sí quedaron registradas, pero no pasó lo mismo con las del pueblo llano», completa. El ejemplo más claro fue el propio Alejandro Magno. El gran general se acostó, por ejemplo, con Bagoas, uno de los eunucos del rey persa Dario. «Cuando el monarca murió y él se hizo con el trono, lo incorporó a su corte», sentencia. Las fuentes también citan a otro de sus grandes amigos, un tal Euxenipo. «Es muy probable que también mantuviera con él una relación homoerótica», apostilla.

El caso más conocido es también el más controvertido: el estrecho vínculo entre el 'césar' macedonio y Hefestión, uno de sus generales más cercanos. ¿Amor o amistad? Agudo no lo tiene claro. «Tengo mis dudas. Las fuentes no son concluyentes porque estaban contaminadas por la emulación con Aquiles, al que se considera antecesor por vía materna de Alejandro, y Patroclo. Como ambos mantuvieron una relación homoerótica, algunos historiadores quisieron proyectar lo mismo para equipararle a él», completa. De lo que está seguro es de que no era la típica unión entre maestro y pupilo, ya que los dos tenían una edad similar.

Con todo, y si tuviera que decantarse por una opción, Agudo lo haría por la amistad. Porque la mayoría de fuentes la suscriben (Plutarco es una de ellas) y porque el único cronista que se refiere a la supuesta relación homoerótica entre ambos lo hizo casi un siglo después. «Diógenes de Sínope afirmó que Alejandro solo se vio doblegado por los muslos de Hefestión, pero lo hizo de forma muy posterior», completa. Tampoco alberga dudas de que Alejandro se acostó con una larga lista de mujeres, desde «su mujer Roxana», hasta Barsine. Reducir todos estos claros y oscuros a un término como homosexual es, por tanto, simplificar la situación.

Versión de cine

En este punto, Agudo hace una parada para dar un tirón de orejas a los cineastas: «¡Lo que Alejandro nunca tuvo fue una relación con Estatira, y es la que han mostrado en Netflix con una escena de sexo!». Con la que fuera la esposa del fallecido rey Dario apostó, en cambio, por una contención que fue considerada modélica por las fuentes clásicas. «Plutarco la vio como un ejemplo de virtud y castidad. Además, afirmó que jamás la había tocado y que siempre la había tratado de manera cortés. Y ellos le dan la vuelta. El cronista se revolvería en su tumba si lo supiera», sentencia.

Aunque este es solo uno de los muchos errores que, en sus palabras, esconde la serie. Demasiados como para poner el foco en las supuestas dudas sobre su tendencia sexual. «Es triste que, siendo tan mejorable como es desde el punto de vista histórico, el público se centre en la homosexualidad de Alejandro. Es un hecho: mantuvo relaciones homoeríticas con otros hombres, y no fue algo extraño en la época», insiste. Pero entiende que hay mucho más tras esta cuestión: «Se ha politizado el asunto. Unos consideran una afrenta tremenda que su héroe se acostara con otros varones; otros lo suscriben para poner el dedo en la llaga». Y así parece que seguiremos durante muchos años.

Misteriosa enfermedad

Pero la homosexualidad no es el único misterio que rodea a Alejandro. Su imagen ha quedado asociada también al extraño mal que acabó con su vida. Cuenta Plutarco que, en el 323 a. C., el gran monarca se hallaba en Babilonia cuando las «fiebres ardientes» y los «delirios» tomaron su cuerpo. Su estado de salud fue a peor hasta que, once días después, murió entre severas «fiebres que no remitieron».

Se desconoce qué provocó aquella dolencia, pero se barajan tres posibilidades: el envenenamiento, una malaria alumbrada por bañarse en aguas pantanosas o (según una teoría esgrimida en 2019) una enfermedad neurológica llamada síndrome de Guillain-Barré. Este último trastorno puede provocar parálisis o, en última instancia, hasta un coma profundo; lo que explicaría a su vez por qué, en palabras del historiador del siglo I d. C. Quinto Curcio Rufo, su cuerpo permaneció «incorrupto» durante una semana. No porque fuera un semidios, como se barajó entre sus generales, sino porque Alejandro había sido declarado muerto de forma prematura.

Alejandro y César, vidas paralelas

El gran Alejandro Magno murió, pero se convirtió en un ídolo para otros generales como Cayo Julio César. En 'La vida de los doce césares', elaborada en el siglo II d. C., se explica, incluso, que el vencedor de Vercingétorix en la Galia lloró de emoción frente a un monumento dedicado al macedonio en Gades (Cádiz). Poco después, y en la cercana Córdoba, el romano sufrió el primero de los ataques de una enfermedad que le acompañó hasta que fue asesinado: la epilepsia. Todos los grandes historiadores clásicos hicieron referencia de una u otra forma a que padecía este mal; desde Apiano hasta Eutropio, entre otros.

El mismo Plutarco señaló que Cayo Julio César «estaba sujeto a dolores de cabeza y un mal epiléptico». Una enfermedad que, en sus palabras, le impidió combatir en la batalla de Tapso: «Algunos dicen que César no se encontró en la acción, porque al ordenar y formar las tropas se sintió amargado de su enfermedad habitual; y que […], antes de llegar al estado de perturbación y de perder el sentido, aunque ya con alguna convulsión, se hizo llevar a un castillo de los que estaban inmediatos, y en aquel retiro pasó su mal». En los últimos años, varios estudios han relacionado la enfermedad del dictador con una esclerosis cerebral o la ingesta excesiva de bebidas con alcohol.

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