La maldición de la V 'Alaudae': la legión que Roma borró de la historia por su deshonra
Esta unidad pasó de contar con el favor de Julio César por su victoria en Tapso a perder su águila en el Rin y ser aplastada por los dacios
¿Hispana o gala? El misterio de la legión romana maldita de Julio César
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Iniciar sesiónEl cónsul republicano Mario convirtió el águila, el ave sagrada de Júpiter, en el símbolo único de la legión. A partir de entonces, los soldados marcharon siempre bajo su protección. Para ellos tenía un significado especial, cuasi místico. En batalla, el estandarte alado lideraba siempre ... la primera cohorte, que tenía además el sagrado deber de defenderlo. «Es un pequeño altar. Un hombre lo lleva sobre un largo mástil acabado en una afilada punta para poder clavarlo firmemente en el suelo», explicaba el cronista del siglo II Dion Casio en sus escritos. Por eso, para la legión V 'Alaudae' fue un verdadero trauma perderlo en Germania en el siglo I a.C. Y más, cuando habían gozado del favor de Julio César tras haber vencido a los elefantes de Juba en la batalla de Tapso en el 46 a.C.
Tras lograr mil honores después de ser alumbrada –y vaya si su origen es controvertido, como bien explicamos aquí–, la 'Alaudae' fue transferida diez años a Hispania, por entonces una región en pie de guerra. A continuación, y después de bregarse en combate, pasó a la región del Bajo Rin. Lo hizo, según explica el historiador Stephen Dando-Collins en su magna 'Legiones de Roma: La historia definitiva de todas las legiones imperiales romanas', para enfrentarse a las tribus germánicas situadas al otro lado del gran río.
Allí fue donde, en el año 16 a.C. padeció una de las mayores humillaciones que podía sufrir una de estas unidades: caer derrotada y perder su estandarte a manos del enemigo.
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La triste historia de la 'Alaudae' comenzó cuando tres tribus germánicas –los tencteros, los usipetes y los sugambros– atacaron a los romanos afincados en las cercanías del Rin. Mal asunto. La situación se recrudeció cuando los recién llegados decidieron movilizarse para caer como un vendaval sobre las provincias ubicadas al otro lado del rio. Como respuesta, el gobernador de la Germania Inferior, Marco Lolio, envió a un destacamento de caballería para interceptar a estas fuerzas. El objetivo era sencillo: retener a los enemigos hasta la llegada de la V 'Alaudae', la legión que eligió para acabar con la molesta amenaza.
Cruel derrota
De buena reputación por sus reconocidas victorias y su cercanía con el emperador, nada parecía indicar que Lolio no pudiera acabar con aquellos bárbaros antes de que ellos hicieran lo propio con las ciudades. Pero sus enemigos no eran unos simples campesinos con hoces. Eran unos guerreros con una reputación excelente que, según el cronista clásico Cornelio Tácito, aunaban las buenas capacidades militares con «un manejo sobresaliente del caballo». «Los hijos de los tencteros crecían a lomos de sus caballos y, cuando un guerrero moría, sus caballos eran heredados por su hijo, no necesariamente el mayor, sino el soldado más entusiasta y capaz», desvela el autor en su obra.
Aquellos días la reputación de los germanos venció a la de Lolio. En primer lugar, las tribus locales tendieron una emboscada a los jinetes romanos y lograron, tras una breve batalla, aniquilar a la gran mayoría. Desesperados, los supervivientes iniciaron una retirada masiva en dirección a sus compañeros. El desastre estaba garantizado, pues guiaron a los enemigos directamente hacia la V 'Alaudae'. La legión no podía imaginarse el aluvión de enemigos que se le venía encima.
Minutos después, la 'Alaudae', que se dirigía hacia el combate, fue sorprendida por los germanos. No hubo piedad con ella. Las tribus se lanzaron de bruces contra la cohorte que portaba el estandarte con el águila y no detuvieron su ataque hasta que se lo arrebataron. «La V 'Alaudae' se encontró con dificultades para rechazar a los germanos, que fueron derechos hacia el estandarte con el águila dorada, arrebatándosela a sus defensores. La legión, cuya primera cohorte había sufrido grandes daños, se vio obligada a retirarse», añade Dando-Collins.
Triste final
El desastre, militar y anímico, se cernió sobre la legión. Tan solo cabía una posibilidad: tratar de recuperar el águila de forma desesperada mediante una nueva incursión. Pero ni esa posibilidad se le permitió a los hombres de la 'Alaudae'. La fortuna quiso que las tribus germanas propusieran la paz al emperador Augusto cuando supieron que se dirigía hacia la región con un ejército que incluía varias cohortes de su Guardia de Pretoriana. Aquel tratado hizo que la gran vergüenza cayera sobre una unidad que, en el 86 d.C., fue arrasada en Dacia y cuyo nombre jamás volvió a mencionarse en los documentos oficiales.
El final de esta legión hay que buscarlo durante uno de los grandes desastres protagonizados por el emperador Tito Flavio Domiciano. Ansioso de terminar con los problemas surgidos en Mesia, hoy parte de Serbia y Bulgaria, envió a varias legiones al mando del mediocre líder del pretorio Cornelio Fusco a sofocar una de las revueltas locales. En este contingente se hallaba la V, con su honor todavía renqueante tras haberse rendido en el año 70 d.C. en el campamento germano de Castra Vetera, ante otro líder rebelde. Su periplo acabó en un perdido paso de montaña en el que sus hombres fueron emboscados por las tropas del rey Decébalo.
Aquel día, la 'Alaude' fue destruida en la práctica, su nombre se olvidó para siempre y su honor quedó sin restaurar. Un triste desenlace para una unidad que había gozado del favor de Julio César. Carlos Díaz Sánchez así lo explica en 'Breve historia de las batallas de la Antigüedad': «Desapareció de los registros romanos tras caer en combate a manos de los dacios». No es extraño, pues los romanos eran bastante supersticiosos a la hora de seleccionar los números y los nombres de sus unidades.
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