Duelo de colosos en la gesta que cambió la historia de la Cristiandad: don Juan de Austria contra Alí Pachá
El 7 de octubre de 1571, las aguas del golfo de Lepanto vivieron «la más alta ocasión que vivieron los siglos»
Lepanto, la decisiva batalla naval donde los cristianos arrasaron a la flota turca
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Iniciar sesiónEl calendario no miente. Fue un 7 de octubre de 1571 cuando las aguas del golfo de Lepanto se convirtieron en escenario de una de las mayores gestas navales de la historia. Miguel de Cervantes, testigo de aquel choque colosal, la describió como «la más ... alta ocasión que vieron los siglos», y no exageraba ni un poco. Aquel domingo, jornada sagrada para los cristianos, se libro una batalla que parecía sacada de una novela épica. No faltó de nada: traiciones, actos de valentía y, como siempre sucede en toda gran epopeya, el enfrentamiento entre dos titanes. Aquel pulso lo protagonizaron Don Juan de Austria, hijo ilegítimo del emperador Carlos V, y Alí Pachá, el hombre que el sultán Selim II eligió para liderar
Inicio de la locura
El Portal de Archivos Españoles explica que Alí Pachá era el hijo de un almuédano –el encargado de llamar a los fieles a la oración desde el alminar– y que «llegó a ser el favorito del sultán Selim II». Hasta tal punto era su relación estrecha, que el almirante terminó casándose con una de sus hijas. En todo caso, también se hizo famoso por ser un gran arquero en batalla y por haber dirigido la flota de 188 naves que desembarcó en la ciudad de Chipre en agosto de 1570. Después de dos meses de asedio, este curioso personaje desangró a los cristianos tras tomar la urbe, matar a 30.000 personas entre soldados y civiles y capturar a otras 20.000.
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Aquella victoria de Alí Pachá fue tan aplastante que provocó una reacción inmediata entre la cristiandad. Poco después de la caída de la ciudad, el papa Pío V forzó una reunión entre las principales potencias navales de la época y les propuso formar una Santa Liga para acabar con los peligrosos buques infieles de una vez por todas. Así pues, quedaron unidas bajo la misma bandera las regiones de España –que debía sostener el peso de la mitad del total de las naves y los hombres–, Venecia, Génova, Malta, el ducado de Saboya, Toscana y los Estados Pontificios. Así empezó el principio del fin del militar favorito del sultán.
La Santa Liga, al mando de Don Juan de Austria, logró reunir unas 200 galeras y 6 galeazas –los ingenios venecianos ideados para desjarretar una descarga brutal de artillería al enemigo– con las que se dirigió hacia el Mediterráneo para cazar al almirante musulán. Y sus deseos se vieron cumplidos el 7 de octubre de 1571 cuando, tras escuchar misa, fueron informados de que las naves de Alí Pachá habían sido vistas muy cerca suya, a la altura del golfo de Patras. Por entonces, y a pesar de que el comandante turco tenía a su mando unas 230 galeras y unas 60 galeotas, sus oficiales le aconsejaron huir y no presentar batalla.
Alí Pachá, sin embargo, no estaba dispuesto a darle la satisfacción a Don Juan de Austria de marcharse de allí como un cobarde. Solo quedaba batirse. Y es que, para más vergüenza, en su galera, 'La Sultana', estaba enarbolado el valioso 'Sanjac': un estandarte que, según recoge en sus crónicas el militar del siglo XVI Luis del Mármol, no podía portar nadie que no fuera el Gran Turco o su Bajá. «Lo traen de tela de algodón bruñida, esculpidas en ellas letras de su devoción; y esto guardaron siempre a imitación de la primera bandera que Mahoma dicen que arboló contra los christianos, la cual dicen que era de esta suerte» añade el cronista en su obra.
Cara a cara
El 7 de octubre, las flotas comenzaron los preparativos para la batalla a las ocho de la mañana. Tres horas después los turcos se adelantaron y cargaron contra los cristianos lanzándose de bruces contra las galeazas primero, y contra las galeras después. Cada general había dividido sus fuerzas en cuatro cuerpos: dos cubriendo los flancos, uno en reserva y otro en el centro. En este último destacaban tanto Juan de Austria –a lomos de su buque: 'La Real'– como el propio Alí Pachá. Ambos sabían que tendrían que llevar el peso del enfrentamiento y que en esta zona se vivirían los combates más cruentos. Al fin y al cabo, en el siglo XVI las naves capitanas eran el núcleo de las miradas de todos los soldados.
Como cabía esperar, no pasó mucho tiempo hasta que comenzaron las bofetadas entre ambos centros y, de forma más concreta, entre los dos líderes de las flotas. A eso de las doce, las dos naves se embistieron con ferocidad ávidas de sangre. «Por el centro se buscaron los caudillos, guiados por los estandartes y fanales, llegando a embestir proa con proa con violencia tanta, que el espolón de la Capitana de Alí rompió la falca de la Real, penetrando hasta el cuarto banco», explica Cesáreo Fernández Duro en su obra magna 'Historia de la Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón'.
Aunque es cierto que 'La Sultana' se dio de bruces contra su equivalente cristiana y le pegó un buen susto a sus ocupantes, los españoles le devolvieron el golpe a Alí Pachá disparando sus cañones a quemarropa. «'La Real' le contestó, causando grandes daños, demostrándose así el acertado consejo de García de Toledo de serrar los espolones, al permitir abrir el fuego en el último momento, sin estorbos a proa y en un ángulo más bajo, mientras las turcas dispararon a más distancia», explica el capitán de navío Mariano Juan y Ferragut en su extenso dossier 'Lepanto, una gran victoria naval que no acabó con los berberiscos'. Otro tanto pasó con los arcabuceros, que lanzaron una andanada a la capitana que defenestró a los turcos.
A partir de este instante se desató un infierno de aceros chocando y balas y flechas cortando el viento. Desde 'La Sultana' trataron de saltar a la cubierta de 'La Real' un grupo de jenízaron (Alí Pachá contaba con unos 400 en su bajel) que cayó ante el intenso fuego. El siguiente movimiento de aquel sangriento tablero de ajedrez lo protagonizaron los hombres de la Santa Liga quienes, al grito de '¡A la carga!', iniciaron el combate cuerpo a cuerpo. «Era terrible el sonido de las trompetas, de las carracas y los tambores, pero mucho más lo era el retumbar de los arcabuces y el tronar de la artillería; así como grande era el griterío y el rugir de la multitud, escuchándose un estrépito horrible, y uno sentía un espantoso aturdimiento», explicó el veneciano Girolamo Diedo en su crónica 'La battaglia di Lepanto'.
Héroe de Lepanto
Tal y como afirma el divulgador histórico Víctor San Juan en su popular obra 'Breve historia de la batalla de Lepanto', este primer envite se prolongó durante una hora en la que se sucedieron continuos ataques y contraataques sobre 'La Sultana'. En más de una ocasión ambas naves corrieron el riesgo de quedarse sin hombres debido a la carnicería, pero siempre llegaban más a cubierta enviados desde otras galeras cercanas que acudían en su socorro. Y es que, los capitanes de uno y otro bando sabían que, si caía su capitana, la batalla acabaría en desastre.
Así pues, Alí Pachá fue reforzado por las galeras de Pertev, Caracush y Mahamut Saiderbey. Por su parte, Don Juan recibió hombres de los buques de varios capitanes como Colonna, Veniero, el príncipe de Parma y el también príncipe de Urbino. El resultado fue una pesadilla que no parecía tener fin. Un triste sueño en el que los protagonistas eran dos guerreros con dos formas diferentes de batirse. El primero, el mandamás cristiano, espada en mano y en primera línea. El segundo, el turco, a golpe de arco. Tras unas dos horas de combate, sin embargo, la habilidad de los soldados de los Tercios que habían sido embarcados en las galeras se impuso y los turcos comenzaron a flaquear.
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Poco a poco, y tras varios intentos fallidos de llegar hasta el palo mayor de 'La Sultana', las tropas de la Santa Liga empezaron a ganar metros sobre aquellas plataformas de madera. Todo parecía perdido para Alí Pachá. Su nave iba a ser tomada y los hombres de su guardia personal caían a raudales. ¿Qué podía hacer? Esta pregunta debió pasarle por la cabeza, aunque por poco tiempo. Y es que, de forma repentina, cayó herido de muerte después de que un disparo de arcabuz le diese de lleno en la frente sin que su bella celada decorada de rubíes, turquesas y diamantes –como bien señala Patrimonio Nacional en su página web– pudiera hacer nada por evitarlo.
La mayoría de fuentes coinciden en que el cuerpo sin vida de Alí Pachá cayó a plomo sobre la cubierta. El gran almirante había muerto, así que solo era cuestión de tiempo que sus súbditos entendieran que la contienda estaba perdida. Sin embargo, para minar todavía más la moral de los turcos, un galeote español que se encontraba en 'La Sultana' se armó con una espada y decapitó el cuerpo del mismo hombre que, meses atrás, había sembrado el terror en Chipre. ¿Qué ocurrió con los restos? Una de las versiones más extendidas afirma que el militar le ofreció la cabeza a un soldado y que este, a su vez, se la entregó como un presente a Don Juan de Austria clavada en una pica. Este, por su parte, la habría arrojado al mar por considerar el gesto repugnante.
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