La epidemia oculta que mató a 200.000 españoles: «La provocó Franco»
El catedrático Miguel Ángel del Arco Blanco publica 'La hambruna española', un recorrido por aquella posguerra en la que alimentarse era un privilegio
La mentira extendida por la leyenda negra que más daño hizo al Imperio español en 1898
Miguel Ángel del Arco Blanco, durante la presentación de su libro
Fue un duro verano el de aquella España de 1939. Tras meses de alacenas vacías y pan a precio de oro, los primeros ataúdes empezaron a cerrarse. Poco a poco, sin prisa ni pausa, el hambre pasó revista. La organización de socorro Auxilio Social fue ... el mejor ejemplo. En agosto, su sede en Granada informó de que se presentaban a diario en los comedores «entre 50 y 100 personas procedentes de otras provincias» para solicitar un plato de comida. Para colmo, en los meses siguientes se informó de «dos defunciones» por la misma causa. Aquellos fueron los primeros estragos de dos hambrunas que sacudieron el país tras la Guerra Civil y que, según explica a ABC el catedrático de la Universidad de Granada Miguel Ángel del Arco Blanco, fueron utilizadas como arma de control social por el régimen de Francisco Franco.
Del Arco no duda de su teoría y la expone convencido. Tiene claro que, aunque no se puede afirmar que Franco acabara con sus propias manos con las 200.000 víctimas que provocaron la inanición y sus derivados, no hizo nada por detenerla. Y así lo expone en 'La hambruna española' (Crítica). «La hambruna fue originada por una decisión política: el establecimiento de la autarquía económica, un modelo que aspiraba a la autosuficiencia plena de la nación. Pero los resultados fueron desastrosos», explica. Aunque expone también una infinidad de causas más a lo largo de la hora que dedica a responder a ABC; siempre sonriente, siempre concienzudo.
–¿Cree que su teoría es valiente?
Hasta que me planteé escribir el libro era solo una teoría que no sabía si podría demostrar. Estaba preparado para abandonarla en cualquier momento, pero poco a poco tomó forma, y no ya en esta publicación, sino en otras tantas internacionales realizadas con otros colegas que han estudiado la historia de las hambrunas.
–¿Cuáles son las dos hambrunas que, según establece en el ensayo, sufrió la España franquista?
La primera su produjo entre 1939 y 1942, y fue la época más dura porque el hambre se generalizó entre las clases más bajas. Afectó de forma principal a la zona sur de España, aunque eso no quiere decir que no hubiera mendigos en Madrid o en Vallecas; se sucedió dónde había más agricultura de secano, dónde la producción era menor y dónde la propiedad estaba más polarizada. A cambio, en regiones como Castilla y León, Asturias o Galicia los pequeños propietarios podían hacer frente a ella mediante el regadío. En 1946 se vivió un segundo episodio que golpeó a Andalucía. Fue el año del hambre, en el que la gente moría en las calles.
–Afirma que 200.000 personas se vieron afectadas por estas hambrunas…
No hablo de personas que se mueren de hambre, sino también de los que lo hacen por causas colaterales. Personas sin fuerzas que fallecen por no poder salir de casa; que lo hacen por enfermedades derivadas de la desnutrición… Este último caso es lógico, y se debe al hundimiento del sistema inmunológico. Y va un ejemplo: durante la hambruna irlandesa la mayoría de los muertos no se debieron al hambre como tal, sino a la tuberculosis y al tifus. En España pasó lo mismo. Es parecido a lo que sucede en la actualidad en Gaza.
–¿Por qué se produjeron estas hambrunas?
Es lo que intento analizar en la primera parte del libro. Tienen un origen político y humano, en resumen. El franquismo dijo, por ejemplo, que el impacto de la Guerra Civil había sido clave en ellas. Yo no soy partidario de ello, más bien creo que lo fundamental fue la política autárquica, que cruzó toda la década. Y, dentro de ella, la corrupción, el bloqueo económico internacional… La clave es que Franco manejó varios mitos más para justificar las hambrunas.
–¿Cuáles fueron esos mitos?
Varios. Para empezar, el régimen nunca habló de hambruna: hablaba de posguerra, de dificultades económicas, de años difíciles… El primer gran mito fue afirmar que la pertinaz sequía había reducido los alimentos. También insistió en la importancia del aislamiento internacional. Aunque uno de los más repetidos fue que la destrucción de la Guerra Civil había lastrado la producción. Por mi parte, creo que esta no fue tan grande como se dio a entender y que fue una excusa más. A pesar de ello, no se puede negar que todos escondían algo de realidad.
–¿Puede hablarnos del aislamiento internacional?
Fue importante, pero el régimen falseó varias cosas. En la práctica, el bloqueo económico estuvo provocado por la posición política de Franco hacia los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Estos temían que España entrara en el conflicto y levantaron un bloqueo para que no exportara materias primas y cereales. Pero solo lo hicieron hasta 1942, cuando el país declaró su neutralidad. A partir de entonces, el hambre se esfumó.
–En su libro, afirma que la autarquía económica fue el gran lastre que provocó las hambrunas, y que Franco estaba detrás de ella.
En España ha pervivido el mito de que Franco fue el responsable de los años de desarrollo económico, pero no de la autarquía. Y eso supone una contradicción. Personalidades de la época como López Rodó confirmaron que el Caudillo estaba en la trastienda, y tiene sentido… ¡era el que escogía a los ministros! Esto lo corroboran miembros del Consejo como el monárquico José Larraz, con la cartera de Hacienda, que dimitió porque sabía que esa política era insostenible. Él quería nivelar el presupuesto, equilibrar gastos… y sabía que, con las ideas del dictador, no era posible. Toda esta gente apostaba por una política que habría sido mejor para el país, pero acabó primando la autarquía.
–¿Y por qué prevaleció la autarquía económica?
Por la ideología. La autarquía, el sistema de autosuficiencia y aislamiento exterior, se vinculaba con la idea del engrandecimiento nacional y buscaba seguir los pasos de lo que se había hecho en Alemania e Italia. El problema es que España no estaba en condiciones, ni su economía era comparable a la de aquellos países. No debimos renunciar a nuestro socio tradicional, que era Gran Bretaña.
Rebaño de corderos en Urquiola, enviado por Franco desde Castilla para el fin de la hambruna
–¿Por qué se adoptó al autarquía?
Por motivos políticos, pero también porque parte de los ministros del régimen creían que era una política que podía industrializar España a la fuerza, hacer una economía más fuerte y construir un imperio.
–Otra de las causas que provocaron las hambrunas, según afirma, fue la corrupción.
Lo que hizo la corrupción fue aumentar los precios; canalizaba todos los alimentos hacia el mercado negro. Un ejemplo: el aceite llegó a costar cinco veces su precio base, y lo mismo pasaba con el pan y la leche, entre otros. El problema es que esa corrupción estaba orquestada desde el mismo régimen, y se retroalimentaba. En ese sentido, la hambruna tuvo algo de artificial: era imposible hacerse con alimentos a un precio razonable porque todo estaba en el mercado negro. Con todo, esta teoría ya la expuso el Premio Nóbel de economía Amartya Sen; yo lo que hago es aplicarla a la España de esa época.
–¿Negaba el franquismo ese aumento de precios en el mercado negro?
El franquismo no podía negar por completo la realidad, así que acusaba a los especuladores y antipatriotas de aumentar los precios. Eso era imposible porque el Estado participaba de todos los estratos económicos. Pero la realidad fue saliendo a la luz. El gobernador civil de Mallorca, por ejemplo, tuvo que marcharse al exilio cuando se descubrió que había creado una red de estraperlo a nivel local.
–¿Cree que Franco buscaba la muerte de esas 200.000 personas?
La gente pasaba hambre, así que deberían haber cambiado la política. Pero yo no digo que el régimen quisiese matar a la gente de inanición, no era así. Lo que afirmo es que la autarquía continuó de la mano de las políticas de la victoria del régimen de Franco y con la satisfacción de los intereses de los que la apoyaban. También es importante señalar que no hay mejor fórmula de controlar a la población que mediante el alimento. La dictadura fue la que lo repartía y la que entregaba las cartillas de racionamiento.
–¿Por qué afirma que el racionamiento fue también un gran mito?
Para empezar, porque no era gratuito, como se ha extendido; la sociedad pagaba los alimentos, pero a precios oficiales, que eran mucho más baratos que los del mercado negro. Fue una práctica esencial para las clases sociales más bajas, eso sí; los que no tenían poder adquisitivo. El problema es que se hacía cola para coger los productos y, al final, apenas quedaban. Muchas familias no podían optar a ellos. Además, para recibir la cartilla necesitabas un certificado de buena conducta que te expedía el mismo franquismo. Eso implica control social.
–¿Cree que Franco pudo parar las hambrunas, y no quiso hacerlo?
Sí, pudo haber girado la situación. Si hubiera cambiado la política económica y hubiera sido más neutral en la Segunda Guerra Mundial, habría podido detenerlas. Basta con mirar a Portugal: fue neutral y no tuvo hambruna. Además, estoy convencido de que sabía lo que pasaba porque le enviaban documentos en los que se hablaba de 'muertes por inanición'.