Cuando Rusia reconoció públicamente «la brutalidad» que había empleado contra Ucrania

Putin amenaza actualmente con invadir y entrar en guerra con los ucranianos, en una nueva crisis en las relaciones entre estos dos países que vivió sus peores momentos en la década de 1930, cuyas mortales consecuencias reconoció Krucschev en 1970

Montaje de Stalin y Putin (derecha), sobre el mapa de Ucrania y Rusia | Vídeo: Atlas

Israel Viana

«Si Stalin estuviera vivo, yo votaría para que fuese procesado y castigado por sus crímenes», sentenciaba Nikita Kruschev en las memorias que publicó en 1970. Sus derechos de reproducción en España fueron adquiridos por ABC , que pagó por ellas la cifra más alta ... que jamás se haya pagado en nuestro país por una exclusiva hasta entonces. En Estados Unidos se los llevó la revista ‘Life’ y en Inglaterra, ‘The Times’. Y es que las revelaciones y críticas del expresidente de la URSS contra su antecesor, Stalin, por sus políticas genocidas en Ucrania, bien merecían la pena.

Resulta insólito escuchar a un dirigente ruso haciendo autocrítica, ni en el pasado ni en el presente. ¿Se imaginan a Vladimir Putin en la actualidad entonando el ‘mea culpa’ mientras amenaza con invadir a los ucranianos o cargar contra los anteriores presidentes por sus políticas con respecto a Ucrania? Pues eso hizo Kruschev en su autobiografía, tan solo seis años de ser destituido, con respecto a la colectivización de las tierras que llevó a cabo en este último país, entre 1928 y 1933, que acabó con la vida de más de diez millones de campesinos. El trágico periodo conocido como el ‘ Holodomor ’.

«¿De cuánta sangre derramada en nuestro país fue responsable Stalin?» , se pregunta el exlíder soviético antes de retrotraerse hasta 1929, cuando con 35 años fue relevado de sus funciones en el Parlamento de Ucrania y enviado a la Academia Industrial ‘Stalin’, donde su carrera en el Partido Comunista floreció rápidamente hasta convertirse en el jefe del partido en Moscú. «La colectivización había comenzado el año anterior a mi salida de Ucrania, pero hasta un año después de que empezase a trabajar en Moscú no se despertaron mis sospechas sobre sus verdaderos efectos en la población rural. Hasta muchos años más tarde no me di cuenta del grado de hambre y represión que acompañaron a esta política puesta en marcha bajo Stalin», contaba.

Las amenazas de Putin

No cabe duda de que la relación entre Rusia y Ucrania ha sido difícil a lo largo del siglo XX y ha estado marcada por aquel genocidio de principios de 1930. El último episodio lo estamos viviendo ahora, cuando a finales de 2021 Moscú comenzó a concentrar tropas en la frontera. Un total de 100.000 soldados que han vuelto a acrecentar la tensión entre los dos países y que tiene su origen en el deterioro que se produjo en 2004 con motivo del primer Maidán, la Revolución Naranja.

En un primer momento, la invasión de Ucrania parecía algo bastante improbable, pero ahora la situación parece apuntar a lo contrario, con la comunidad internacional preparándose para todos los escenarios. Al igual que los antiguos dirigentes soviéticos, Putin está amenazando al país vecino, independiente desde la desmembración de la URSS en 1991, como si todavía fuera de su posesión y pudiera hacer lo que quisiera en base a esos 1.200 kilómetros de frontera común. Los motivos son otros, puesto que nadie cree que Putin sea un nostálgico de la Unión Soviética ni que quiera ampliar su territorio o los recursos naturales de la Federación.

La apuesta del presidente ruso cuenta con la convicción de que, si Rusia invade finalmente Ucrania, Estados Unidos no responderá militarmente. Así ocurrió con las mencionadas matanzas del Holodomor a principios de 1930. Prueba de ello es la carta que la hija de Tolstoi publicó en ABC el 26 de abril de 1933, denunciando el exterminio de ucranianos llevado a cabo por los soviéticos, que fue obviada por Occidente. «¿Es posible que todavía haya quien crea que la sangrienta dictadura de unos cuantos hombres destructores de la cultura, la religión y la moral pueda llamarse socialismo?», se preguntaba.

La colectivización

Solo entre 1932 y 1933, Stalin mató de hambre a entre seis y siete millones de ucranianos, aproximadamente los mismos que Hitler durante el Holocausto nazi , pero en menos tiempo. El objetivo fue imponer la colectivización de la agricultura a la que los campesinos de Ucrania, conocida entonces como «el granero de Europa», se habían resistido en la década anterior. Una política que acabó convertida en una guerra abierta contra toda la población, a la que los comunistas robaban el trigo, el pan y todos los productos comestibles, bajo amenaza de tortura, deportación y muerte.

En los tres primeros meses de aquella política el número de propiedades campesinas incorporadas a las granjas colectivas de la Unión Soviética pasó de cuatro millones a 14. A principios de la década de 1930, más del 90% de las tierras agrícolas estaban ya colectivizadas, tras convertir los hogares rurales en granjas comunales con sus huertos, ganado y otros bienes. Reconoce Kruschev en sus memorias que su «primer atisbo de la verdad» lo tuvo cuando fue enviado a una de aquellas granjas para entregar un dinero que había recolectado para que compraran herramientas de trabajo con él.

«Solo pasamos unos días, pero las condiciones de vida allí eran horribles. Los trabajadores se estaban muriendo de hambre. Convocamos una reunión para entregarles el dinero. Cuando les dijimos que debía ser utilizado para adquirir equipos, nos contestaron que eso no les interesaba, que lo que querían era pan. Nos suplicaron que les diéramos alimentos», comentaba el expresidente de la URSS, que recordaba «horrorizado» cuando Stalín echó la culpa de esta situación a los excesos de los partidos locales ucranianos.

Canivalismo

Asegura Kreschev que intentó convencer a su antecesor de que Ucrania necesitaba ayuda, pero que este se «enfadó». En ese momento empezó a recibir informes oficiales relativos al aumento de muertes por inanición e, incluso, revela que se encontró con escenas de canibalismo: «Una cabeza humana y dos pies se habían encontrado debajo de un pequeño puente. Al parecer, el cuerpo había sido devorado. Kirichenko me comunicó que había ido a una granja colectiva y describió lo que había visto: ‘La mujer tenía el cuerpo de su propio hijo sobre una mesa y lo estaba despedazando. Mientras lo hacía, charlaba sin cesar: ‘Ya nos hemos comido a Manechka. Ahora salaremos a Vanechka. Esto nos mantendrá vivos durante algún tiempo’. ¿Puedes imaginarlo? ¡Esa mujer se ha vuelto loca por el hambre y había descuartizado a sus propios hijos!”».

Muchos historiadores consideran que aquella fue la consecuencia de una política de exterminio deliberadamente planeada por Stalin para aplastar toda resistencia contra el régimen comunista, suprimir los movimientos nacionalistas e impedir la creación de un Estado ucraniano independiente. De hecho, las deportaciones adquirieron dimensiones bíblicas en 1933. Centenares de miles de campesinos de aquel país fueron enviados en programas de colonización a Siberia, en muchos de los cuales la mortalidad superó el 70% el primer año.

La realidad es que Kruschev fue testigo de todas estas atrocidades, pero no hizo nada por evitarlas. Cuando las denunció hacía cuarenta años que se habían producido. «Quizá nunca sabremos cuántos ucranianos perecieron directamente a consecuencia de la colectivización, o indirectamente, como resultado de la manía de Stalin de echar la culpa de sus fracasos a otros. Pero dos cosas son ciertas: primero, la colectivización ideada por él no nos trajo más que miseria y brutalidad; y segunda, que Stalin representaba el papel decisivo en el gobierno de nuestro país en aquel tiempo. Si tuviéramos que buscar al responsable, honradamente podríamos echar la culpa sobre sus propios hombros. Sin embargo, estas reflexiones son ya tardías. Por aquel entonces todavía creíamos y confiábamos en él», justifica.

Las amenazas de Rusia sobre los ucranianos regresan todavía hoy cada cierto tiempo. La actual crisis comenzó el pasado mes de diciembre, pero sus raíces se sitúan en 2014, cuando las protestas populares derribaron al presidente Yanukovich, apoyado por Putin. Poco después, Putin ordenó invadir la península de Crimea y apoyó a los separatistas prorrusos del este de Ucrania. Los acuerdos de 2015 sellaron el 'status quo' en esos dos territorios, pero la llegada de Zelenski al poder en Kiev cambió la situación. Estados Unidos y la OTAN empezaron entonces a acumular potencial militar en el país, disparando la alarma en el Kremlin, que finalmente ha decidido jugar fuerte. Los fantasmas del pasado vuelven de nuevo.

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