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Cinco películas anglosajonas cargadas de Leyenda Negra y errores históricos sobre los españoles

Hay un discurso del odio que todavía hoy se refleja en la manera en la que el resto del mundo y del cine ven a la nación de la siesta, la sangría y las palmas

Grabado de Theodor de Bry ilustrando la Brevísima
César Cervera

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Unos tienen fama de un ácido sentido humor y de estar todo el día tomando el té. Otros de amar por encima de todas las cosas la «Liberté, la Égalité, la Fraternité» y el queso roquefort. Muchos en el norte de ser demasiado trabajadores o exageradamente cívicos... Todos los países y razas tienes vinculados una serie de estereotipos, casi siempre falsos o incompletos pero pocas veces tan dañinos como en el caso español. Buena parte de los tópicos sobre los españoles derivan de lo proclamado por la propaganda angloholandesa del siglo XVI (ellos fueron los precursores, aunque no los únicos) sobre la naturaleza violenta, fanática, atrasada y depravada del país de Felipe II. Un discurso del odio que todavía hoy se refleja en la manera en la que el resto del mundo y del cine ven a la nación de la siesta, la sangría y las palmas.

«Las películas nunca son totalmente inofensivas. Las imágenes quedan grabadas en la mente con mucha más profundidad que la palabra escrita», asegura Henry Kamen sobre el peligro de perpetuar ciertos prejuicios.

«Piratas del Caribe»

Como cuenta Esteban Vicente Boisseau en el estudio «La imagen de la presencia de España en América (1492-1898) en el cine británico y estadounidense», es impensable que hoy en día en parques temáticos dirigidos a un público infantil se escenificara en una atracción con música alegre el saqueo, por ejemplo, de un pueblo chino en 1930 por tropas japonesas o uno alemán por tropas suecas en el siglo XVII. Y eso es precisamente lo que se representa en las películas de Disney de la saga «Piratas del Caribe» : la escenificación alegre del robo, tortura y saqueo de ciudades españolas de América, que eran en el momento que se desarrolla las cintas el país con mayor presencia en la zona.

La saga de «Piratas del Caribe» ha contribuido a banalizar el saqueo que realizaban los piratas, sobre todo anglosajones, a poblaciones de El Caribe

«Esto indica una banalización del mal en el pensamiento del público, con una interiorización por cientos de millones de personas de la idea de que es admisible y normal visualizar despreocupadamente delitos cometidos por piratas», apunta en su informa Esteban Vicente Boisseau . Desde una visión anglosajona de la historia se hace apología de comportamientos tipificados como delictivos criminales según las legislaciones penales occidentales e internacionales. Se normaliza el sufrimiento de miles de personas para ensalzar a unos héroes, o antihéroes, que gozan de inmerecida fama en el imaginario anglosajón.

En paralelo al aumento de comercio entre América y Sevilla, la Monarquía francesa y otros enemigos del imperio comenzaron a financiar las expediciones piratas contra los barcos que usaban los españoles para transportar las mercancías. En 1521, piratas franceses a las órdenes de Juan Florin lograron capturar parte del conocido como «El Tesoro de Moctezuma» , el grueso de las riquezas que Hernán Cortés envió a Carlos V tras la conquista de Tenochtitlan , abriendo toda una nueva vía para asaltos y abordajes. Sin embargo, los españoles aprendieron pronto a defenderse de los piratas franceses, a los que más tarde se unieron los ingleses y los holandeses, a través de impresionantes galeones, mucho más armados que los navíos piratas, y un sistema de convoys que, siglos después, serviría a las naciones aliadas en la Primera Guerra Mundial para vertebrar su defensa contra los submarinos alemanes.

Entre 1540 y 1650 –periodo de mayor flujo en el transporte de oro y plata– de los 11.000 buques que hicieron el recorrido América-España se perdieron 519 barcos, la mayoría por tormentas y otros motivos de índole natural. Solo 107 lo hicieron por ataques piratas, es decir menos del 1 %, según los cálculos de Fernando Martínez Laínez en su libro «Tercios de España: Una infantería legendaria» .

Entre 1540 y 1650, periodo de mayor flujo en el transporte de oro y plata, de los 11.000 buques que hicieron el recorrido América-España se perdieron 519

El historiador Germán Vázquez Chamorro , autor del libro «Mujeres Piratas» (Algaba Ediciones), resta importancia a la influencia que pudo tener la piratería en el proceso de decadencia del Imperio español. En su opinión, los más famosos piratas encumbrados a la fama, sobre todo por la literatura y la propaganda inglesa, realmente atacaban barcos pesqueros o chalupas de escaso o nulo valor para la Corona española. De hecho, los enemigos de España prescindieron de aliarse con los piratas cuando descubrieron otros métodos para ganarle terreno a este imperio. Así, en los siglos XVII y XVIII, todas las naciones se conjuraron para perseguir y castigar sin piedad a los piratas.

Roosevelt, el héroe que masacraba españoles

Una de las razones por las cuales EE.UU. convenció a su opinión pública de la necesidad de expulsar a los españoles de Cuba es porque, siguiendo los dogmas de la Leyenda Negra , se trataba de un pueblo de malos cristianos incivilizados que estaban explotando a la población local. A esta campaña de propaganda contribuyó la prensa amarillista y también políticos como Theodore Roosevelt , que sería presidente del país de 1901 a 1909 e intervino directamente en guerra.

Roosevelt era un firme defensor de la superioridad de la raza anglosajona-germánica, como así escribió en su libro «La conquista del oeste», dando a entender que los indios, los afroamericanos y los hispanos eran seres inferiores. Por esas convicciones y por mero interés político, el entonces subsecretario de la Armada no dudó al estallido de la guerra con España en alistarse como teniente coronel, segundo al mando del 1º Regimiento de Caballería voluntaria , unidad de más de mil jinetes conocida como «Rough Riders» («jinetes duros»). No obstante, el papel de Roosevelt en esa colina de San Juan (Santiago de Cuba) , la batalla más sangrienta de la guerra, se mitificó hasta caer en mentiras flagrantes. Se difundió, con pinturas de Remington, la imagen del político encabezando una valiente carga de su regimiento contra una colina minada de españoles.

Fotograma de Roosevelt en la serie «Jinetes rudos»

Con los años esta visión mitificada le valió a Roosevelt la Medalla de Honor del congreso y obras de cine, sin el menor criterio histérico, a modo de homenaje. William Night dirigió en 1919 «The fighting Roosevelts» , una biografía autorizada por el presidente que incluía la carga en San Juan. La realidad es que Roosevelt y sus hombres subieron a la colina a pie, mientras eran los «Buffalo Soldier» , una unidad de afroamericanos que había salvado a los «Rough Riders» en la colina anterior, quienes realizaron el ataque más directo frente a un grupo de españoles en inferioridad numérica. Los «Rough Riders» llegaron tarde al combate, pero a tiempo de hacerse una fotografía emblemática y de disparar a los españoles por la espalda. El propio Roosevelt se jactó tras el conflicto de matar a los enemigos como animales: «Yo maté con mi propia mano a un español como a una liebre».

«Yo maté con mi propia mano a un español como a una liebre»

Otras películas posteriores como «La negativa» (1925) y «The Rough Riders» (1927) retrataron el conflicto en los mismos términos románticos. Asimismo, en 1997, en vísperas del centenario del conflicto se filmó la serie «Jinetes rudos» , que utiliza «la inversión de la culpabilidad, el ocultamiento de hechos históricos, la exageración y tergiversación de hechos» para presentar una realidad alternativa a lo realmente pasó en Santiago de Cuba . Además de mentiras y mitos, la ficción pone énfasis en la unión de yanquis y confederados en la guerra, así como en la integración de nativos americanos, afroamericanos e incluso un personaje hispano, el sargento Rafael Castillo , que dice luchar por la libertad de los cubanos, americanos como él, frente a los españoles que los maltratan con hambre, golpes y toman sus mujeres.

Reconstrucción del todo improbable sobre la situación de EE.UU. en 1898, donde los veteranos confederados jamás hubieran aceptado tener cerca a negros cuando el Ku-Klux-Klan campaba a sus anchas en el sur; donde los mexicanos sabían que España no era ya el auténtico enemigo, tras la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848), que obligó a México a ceder la mitad de su territorio soberano a EE.UU.; y donde los nativos estaban confinados en reservas miserables.

«El nombre de la rosa»

Otra película citada por Esteban Vicente Boisseau como ejemplo sobre el tópico de los españoles fanáticos es «El nombre de la rosa» (1986), basada en la novela del italiano Umberto Eco con el mismo título. En esta obra europea pero rodada con actores y en idioma ingleses, se suceden una serie de asesinatos en una abadía italiano de la Orden de San Benito del siglo XIV que tiene que investigar el fraile británico Guillermo de Baskerville, un antiguo inquisidor seguidor de Roger Bacon y Guillermo de Ockham, dos promotores británicos de la ciencia y el razonamiento lógico como un don divino. Frente al progreso representado por los ingleses, el responsable de los crímenes resulta ser el monje castellano Jorge de Burgos , un fanático supersticioso que odia la risa y el progreso.

Umberto Eco lo describe así:

«El que acababa de hablar era un monje encorvado por el peso de los años, blanco como la nieve; no me refiero al pelo, sino también al rostro, y a las pupilas. Comprendí que era ciego. Aunque el cuerpo se encogía ya por el peso de la edad, la voz seguía siendo majestuosa, y los brazos y manos poderosos. Clavaba sus ojos en nosotros como si nos estuviera viendo, y siempre, también en los días que siguieron, lo vi moverse y hablar como si aún poseyese el don de la vista. Pero el tono de la voz, en cambio, era el de alguien que estuviese dotado del don de la profecía».

Fotograma de Sean Connery como el fraile iluminado de «El nombre de la rosa»

De alguna manera Guillermo de Baskerville es un precursor de la Reforma y Jorge de Burgos uno de esos católicos que se aferrarían supuestamente al pasado en el Cocilio de Trento. La idea de que el mundo anglosajón, vía reforma protestante, logró romper con las cadenas que amarraban a Europa a la Edad Media es una constante para explicar por qué hoy en día, al menos en apariencia, la zona católica del continente está menos desarrollada económica y científicamente. Sin embargo, no existe una correlación causal entre la Reforma y la Revolución científica. Como señaló el célebre historiador de la ciencia David Wooton en un artículo en la revista Nature, en 2017, titulado «History: Science and Reformation» , «la revolución científica se produjo independientemente de la reforma protestante, si esta no hubiese existido los logros científicos hubieran sido los mismos».

No existe una correlación causal entre la Reforma y la Revolución científica, solo temporal

La prueba de ello es que hubo grandes científicos católicos, como Copérnico, Galileo, Pascal o Mendel , sin que nacer a un lado o a otro de Europa garantizara un camino de rosas a los descubridores. Porque tampoco es cierto que los protestantes fueran más permeables a ciertos descubrimientos. En España gozó de gran prestigio la obra de Copérnico y la Universidad de Salamanca la consideró de obligatoria lectura, mientras esta era prohibida en las Universidades de Zúrich (1553), Rostock (1573) y Tubinga (1582), entre otras en territorios protestantes. Calvino llegó a atacar al polaco por osar colocarse por encima del Espíritu Santo.

«1492: La conquista del paraíso»

El supuesto genocidio de la población indígena en América es otro de los puntales de la conocida como Leyenda Negra. La película «1492: La conquista del paraíso» , dirigida por Ridley Scott en el año que se conmemoraron quinientos años de la llegada de Colón, recurre a los tópicos habituales para explicar cómo una nación atrasada y fanática como Castilla, representada como un campo de ejecuciones y represión inquisitorial, acabó enriqueciéndose a base de corromper un paraíso en la tierra. Idea extraída del mito del «buen salvaje» de la Ilustración, de modo que se presenta a los indígenas y a las sociedades precolombinas como un paraíso perdido que corrompieron los europeos. Esto casa poco con los sacrificios humanos, el canibalismo y la brutalidad que hallaron los conquistadores en algunos pueblos americanos.

Gérard Depardieu, como Colón, en «1492: La conquista del paraíso»

En la película de Ridley Scott , el genovés Colón debe enfrentarse a la oposición de muchos elementos de la sociedad castellana para lograr sacar adelante su expedición, de manera que más que con ayuda española consigue alcanzar América a pesar de ellos. La visión antiespañol aparece reflejada en el maltrato sistemático de los indios nada más pisar tierra. El español Adrián de Moxica, personaje real que fue con Colón en su tercer viaje, corta manos y maltrata a los indios que no le entregan oro e impuestos, mientras el navegante supuestamente genovés se opone a esta forma de actuar de los españoles. La realidad es justo la contraria. Cristóbal Colón hizo oídos sordos a las reclamaciones de Isabel La Católica de «tratar a dichos indios muy bien y con cariño » y esclavizó a los indios taínos en sus sucesivos viajes hasta reducir dramáticamente su número.

El español Adrián de Moxica, personaje real que fue con Colón en su tercer viaje, corta manos y maltrata a los indios que no le entregan oro e impuestos, a pesar de que el navegante supuestamente genovés se opone a esta forma de actuar

El cronistas Bartolomé de Las Casas criticó la crueldad de Colón con los indios y recordó en sus textos que contradecía el espíritu «de benevolencia, dulzura y paz cristiana» reclamado por los Reyes Católicos. Cuando en su segunda vuelta a España apareció Colón con un millar de esclavos, la Reina de Castilla ordenó al marino que devolviera como fuera a aquellos hombres y mujeres al Nuevo Mundo, lo que para muchos de ellos fue demasiado tarde, debido al frío ibérico y la exposición a enfermedades desconocidas.

«Elizabeth: la Edad de Oro»

La tradición anglicana coloca en la lucha entre católicos y protestantes del siglo XVI, escenificada en la mal llamada Armada Invencible , el mito fundacional de la nación inglesa. Felipe II es el villano de una fábula donde los católicos ingleses, como hoy los catalanes que no se declaran independentistas, son pintados por los nacionalistas como traidores o agentes al servicio de extranjeros. Los verdaderos ingleses son los anglicanos y el resto son fanáticos foráneos .

En «Elizabeth: la Edad de Oro», Isabel I es representada como una guerra que condujo a las tropas a la costa por si desembarcaban los españoles en Inglaterra

La película británica «Elizabeth: la Edad de Oro» (2007), donde Felipe II es interpretado por un Jordi Mollà de voz siniestra y personalidad oscura, recoge todos los mitos nacionalistas antiespañoles. No solamente muestra a Isabel I como una mujer guerrera, compasiva e iluminada por la luz frente al intrigante Rey de España, también presenta la catástrofe de la Grande y Felicísima armada española como consecuencia de la victoria de los rápidos y astutos buques ingleses sobre los lentos y atrasados barcos españoles, a pesar que en realidad apenas se produjeron combates entre ambas escuadras.

El hispanista Henry Kamen criticó el film por su falta de rigor y sus concesiones a la tradición nacionalista al presentar a los españoles como «los enemigos diabólicos de España», idea presente durante siglos en la persecución y ejecución de miles de católicos, además de perpetuar una imagen «absolutamente negativa e incorrecta de las relaciones históricas entre Inglaterra y España». En general, el historiador británico definió la cinta como «0 científicos e inventores españoles que cambiaron el mundo y fueron borrados por la Leyenda Negra

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