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David, 10 años: «Estaré en este piso de Nuevo Futuro solo hasta que mi madre se ponga bien»

Esta institución cumple cincuenta años creando hogares este 2018

El más pequeño de la casa, de diez años, momentos antes de merendar en el piso de Hortaleza de Nuevo Futuro GUILLERMO NAVARRO
Carlota Fominaya

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El día a día de Raúl, Belén, Fernando, David, Elena, Gaby, Kevin... los siete menores que habitan en el piso de Nuevo Futuro del madrileño barrio de Hortaleza, es lo más parecido al de una familia. Se levantan a las 6:30, se asean, desayunan y se van al colegio. Este grupo de niños en concreto lleva desde el pasado mes de agosto conviviendo en los 130 metros del piso mixto. Aquí se intenta atender sus necesidades en función de sus circunstancias. Algunos de los menores que habitan en pisos como este han pasado por maltrato, otros por abusos, abandono por enfermedad mental de los progenitores, y negligencias de todo tipo.

El día a día en el piso

Comparten cuarto de dos en dos, menos el mayor, que por edad y horarios tiene la suerte de disponer de habitación propia. Una vez a la semana les toca hacer su colada, otro día recoger la cocina, y tras el colegio, hacia las 16:00 horas, todos suelen estudiar juntos en la larga mesa de comedor del salón. A las 17:30 es el turno de organizar meriendas y hoy le toca la limpieza al más pequeño, David, de tan solo diez años: «Estoy aquí solo seis meses más, hasta que mi madre se ponga bien» , dice con una sonrisa, mientras da buena cuenta de un paquete de galletas mojadas en leche. Cuando termina, pasa el trapo por la encimera de la cocina, mientras comenta que «quiere ser biólogo» y que «la educadora Isa es la que mejor pollo entero compra de todas las que trabajan en el hogar».

Momento de la merienda en el piso de Hortaleza de Nuevo Futuro GUILLERMO NAVARRO

Atender a menores como David, en situación de desamparo tutelados por la Comunidad de Madrid, mientras que desde la Administración se trabaja por ayudar a las familias a volver a ser funcionales, es el objetivo de esta institución, que este 2018 cumple 50 año s. Todo comenzó cuando un grupo de personas que trabajaban en los hospicios, tras ver la «tremenda situación de aquellos orfanatos, decidieron hacer lo posible para atender a esos menores de otra forma», relata Miriam Poole, directora de esta organización. «Vieron la oportunidad de construir un sueño, llevándoles a un hogar pequeño situado en la calle Bocángel, un nombre muy simbólico». Al poco tiempo el proyecto se convirtió en una gran realidad y desde su fundación, en 1968, hasta hoy, se han creado 250 hogares y se han atendido a más de 11.300 niños en muchos países. «Las primeras voluntarias lucharon por esta realidad, y la idea acabó calando en la Administración y extendiéndose no solo por España sino también por Colombia, Portugal, Perú...», relata Poole.

Objetivos

Los pisos de Nuevo Futuro están destinados en principio a menores de edades comprendidas entre los 6 años y los 18, aunque a veces la institución hace reagrupación familiar con niños más pequeños porque se intenta que los hermanos estén juntos. Los menores están coordinados por tres educadores, que reciben apoyo de dos auxiliares que duermen en la casa por turnos. «La idea es educarles en el esfuerzo, la constancia, en que tengan metas, escucharles, alentarles, apoyarles... En definitiva, mirarles con ojos de que son capaces de hacer un montón de cosas», explica Raquel Martínez, psicóloga y coordinadora del hogar.

En el piso de Nuevo Futuro los menores tienen un día adjudicado para hacer su colada GUILLERMO NAVARRO

Estos objetivos y valores se trabajan «a través de la cotidianeidad, con responsabilidades como poner la mesa, la lavadora, y otras labores de la casa que resultan imprescindibles para conseguirlo», añade Martínez. Esta es la forma de que poco a poco, añade, «aprendan a empatizar con sus compañeros». Además de esta atención psicosocial, cuentan con un apoyo de refuerzo educativo, donde se preocupan por su rendimiento y adaptación escolar mediante una planificación individualizada y un seguimiento diario de estrategias de aprendizaje y hábitos de estudio. Junto a esto, las profesionales que velan por ellos llevan a cabo un proyecto de promoción de hábitos saludables donde actúan desde la prevención de conductas de riesgo, como trastornos de alimentación, relaciones afectivo-sexuales, violencia y acoso entre iguales... etc.

Momento de estudio en un Hogar de Nuevo Futuro GUILLERMO NAVARRO

Pero sin duda lo más difícil, reconoce esta psicóloga, «es el tema afectivo. Vincular con ellos es complicado, porque por su historia personal (su familia no ha sabido o no ha podido) ellos no han creado vínculos seguros. Esto se refleja en inseguridad, desconfianza... Por eso, si se logra esa conexión, es una herramienta muy potente, pero si el equipo no vincula con ellos, es difícil trabajar el resto de áreas fundamentales para su desarrollo». «Por eso es importante que cuando lleguen a los hogares den con un adulto que mira de otra manera hacia los problemas que puedan acarrear».

Viabilidad del modelo

«Está probado que las intervenciones en este tipo de hogares son mucho más eficaces a la hora de cumplir objetivos y conseguir resultados con estos chavales. El día a día en una casa estable y corriente, con unos hábitos lo más parecidos posibles a los de una familia, es mejor que estar internado en una residencia con otros 100 niños. Un centro pequeño, flexible... sin duda ayuda más a la normalización de sus vidas», apunta Marta Redondo, otra de las educadoras sociales. Por contra, «el vínculo cuesta si la persona entra, sale... Así es muy difícil coger confianza y que vean que de verdad estás velando por ellos... Aunque obviamente es mucho más caro mantener un Hogar», admite.

De hecho, la financiación de este tipo de Hogares proviene en un 30% de eventos como el tradicional «Rastrillo» , y de subvenciones de entidades privadas, y en un 70% del concierto con la Comunidad de Madrid. «La realidad es que, cincuenta años después, muchos hogares están desapareciendo», advierte Miriam Poole, directora de Nuevo Futuro. «En algunas comunidades autónomas la inversión estatal en Hogares de Nuevo Futuro está disminuyendo, en favor de las plazas en residencias e instituciones. Esto puede suponer la desaparición de Hogares de protección en comunidades como Madrid, Andalucía y Murcía . Las cifras hablan por sí solas: si en 2012 existían en la región madrileña un 32% de plazas en Hogares frente a un 68% de plazas residenciales, y en 2018 la proporción de plazas en Hogar ha bajado a un 26%. Los expertos en derechos de la infancia coinciden en la importnacia de la atención individualizada para la población en acogimiento residencial, difícilmente realizable en grandes instituciones. Este es un problema muy importante que requiere de una solución urgente y consensuada», concluye.

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