Los faldones de bebé que una madre e hijo cosen en Zamora y triunfan en Emiratos Árabes
Clara Martínez aún se sorprende del gran éxito de las prendas artesanales de ceremonia para bebés que cose a mano junto a su hijo
«Los hombres también debemos compartir lo que sentimos al ser padres»
La vida actual de Clara Martínez es «un verdadero regalo», tal y como confiesa a ABC. Y es que nunca pensó que iba a ser emprendedora, menos aún empresaria, ni dedicarse al mundo de la moda artesanal infantil: «Todo vino rodado y aún no sé ... muy bien cómo he llegado hasta aquí, pero me encanta».
Estudió Derecho y se plantó en cuarto de carrera porque se dio cuenta de que no era lo suyo. Trabajó durante años como teleoperadora, una labor que no le agradaba, pero necesitaba el dinero. Como siempre le gustó coser, instaló en el garaje de su casa de Zaragoza su 'pequeño taller' donde pasaba horas haciendo prendas de bebé a mano. Cuando las terminaba, les hacía fotos y las colgaba en internet, por el simple motivo de lucir lo que había creado.
«Sin darme cuenta ni pretenderlo, me empezaron a llegar 'likes' y muchas personas me preguntaban dónde vendía los faldones de encaje que hacía. No me podía imaginar que algunas fotos se hicieran virales. La gente me pedía y me pedía prendas de ceremonia para bebés. Me di cuenta de lo que gustaba este tipo de productos hechos a mano y me puse manos a la obra más en serio con la idea de poder vivir de algo que me encantaba hacer».
Fue así como en 2016 se lanzó a emprender y creó Clara Blu. A finales de 2023 se mudó a su pueblo natal, Alcañices (Zamora), y allí continuó recibiendo pedidos online, fundamentalmente de Madrid, Valencia y Andalucía.
La sorpresa fue que, en una ocasión, contactó con ella una mujer desde Emiratos Árabes. «Me contó que allí se celebra tres veces al año una fiesta llamada EID en la que a los hijos se les viste con las mejores galas y me hizo un pedido. Sin apenas darme cuenta, me empezaron a llegar más peticiones de otras madres de Dubai, Qatar... que querían prendas artesanales, espectaculares, de gran calidad, sin importarles lo que debían pagar por ellas. Estas mujeres no querían perder tiempo en buscar los complementos a juego como capas, diademas, patucos, pañuelos, baberos..., así que también me los encargaban a mí».
Actualmente, el 40% de los encargos que hacen a Clara Martínez le llegan de Emiratos Árabes, aunque también recibe muchos de otros países como México. «Son clientes que aprecian mucho todo lo artesanal, lo que está hecho con mucho mimo, tiene calidad y un aire fresco en el diseño», asegura.
Esta empresaria -que actualmente tiene 90.000 seguidores en Instagram-, reconoce que en nuestro país los encargos son de mujeres jóvenes «a las que sus madres les han puesto la semilla de que este tipo de prensas existe y sobre la pista de los faldones tradicionales y de calidad. Son madres jóvenes, pero la que paga es la abuela».
Y es que los precios están ajustados a la calidad de los tejidos y al trabajo hecho a mano. «Pueden rondar desde los 500 euros a los 3.000, en función de lo que demanden. A veces hay abuelas que me traen su velo de novia para que lo transforme en un faldón para su nieto. Y es que, sin duda, trabajo en un sector muy emocional. No me imaginaba la cantidad de emociones que me transmitiría esta labor: desde la ilusión de la mujer embarazada que espera ver a su bebé vestido con mis prendas, a la de madres y abuelas que lloran de emoción al tener el pedido en sus manos. He recibido muchísimos mensajes en los que me agradecen el trabajo realizado asegurando que es más bonito de lo que podían imaginar, ya que mis clientas compran a partir de fotos, y al tocar los faldones, las capas... aprecian la delicadeza con la que están hechos. Además, muchas madres lo encargan pensando en darle continuidad a las prendas con el objetivo puesto a futuros: para que lo lleven puesto también los hijos de sus hijos».
Ante el gran volumen de peticiones, a esta empresaria no le quedó más remedio que pedir ayuda a su hijo, estudiante de ingeniería, para que le llevara la contabilidad, puesto que a ella no le daba tiempo por la cantidad de horas que pasaba sola cosiendo en su taller. Asegura que hacer un solo faldón le lleva de sol a sol. Su hijo aceptó. «Empezó a analizar con curiosidad los precios y los modelos más vendidos, de tal manera que se interesó mucho más por mi trabajo viendo el éxito que estaba teniendo. Tanto, que me pidió que le enseñara a coser, lo que hice con gusto porque, además, es casi imposible encontrar costureras artesanales. Hoy mi hijo es también mi socio y cose de maravilla, tiene un don especial».
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Actualmente Clara está a punto de dar un paso más en su empresa y es que va a construir un taller en el jardín de su casa natal, en la que vive en la para cuidar de su madre enferma. «Estoy esperando con gran ilusión que comiencen las obras. Nunca me imaginé poder llegar donde estoy y que me gustara tanto coser para estas madres y abuelas que transmiten tanto cariño y buen gusto a sus pequeños».
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