Alfombras,las auténticas persas

Con más de cien años de antigüedad, tejidas nudo a nudo, su valor en el mercado alcanza cifras espectaculares

P. ESPINOSA DE LOS MONTEROS

Cuando Cleopatra se envolvió en una alfombra para seducir a Julio César, seguramente lo haría en un precioso kilim de las tribus bereberes de la zona del Sinaí. Siglos más tarde, recién estrenado el XVI y con motivo de la boda de Catalina de ... Aragón con Arturo de Gales, los impresionados fueron los ingleses al contemplar el espectáculo de la ciudad de Londres tapizada por alfombras españolas de Cuenca, de clara procedencia oriental. Y es que de los telares de Cuenca, Chinchilla o el Almirantazgo salían piezas que nada tenían que envidiar a las más cotizadas de Samarkanda.

«La alfombra persa —nos dice un experto al frente de Estudio H—, es la mejor del mundo, la más perfecta por su técnica y su arte». Su belleza y calidad, sus colores, sus texturas, el significado de sus dibujos... Todo ello las convierte en objetos excepcionales: son auténticas obras de arte.

Aunque ahora encontremos muchas del tipo oriental, en lugares insólitos y a veces a precios muy reducidos en el mercado, las antiguas y de calidad siguen siendo muy valoradas en Europa y en América. «Hay clientela, ya lo creo —cuenta Juan de la Rica, de Rica Basagoiti—. La alfombra antigua es carísima y más valorada en el mercado internacional que en España. Aquí influyen las modas y aunque la persa clásica es difícil de colocar hoy día, a no ser que sea de colección, están los “samarkands” o los “caucasos”, por poner un ejemplo, que no son típicas persas pero que también son tradicionales y se adaptan perfectamente a nuestros gustos e interiorismos».

Por su parte, Jose María Gómez, de Bermondsey, recalca que no están desprestigiadas siempre que sean las antiguas y originales, «lo que pasa es que la mitad no lo son. Muchas son de China o Pakistán, pero las verdaderas, las de calidad y antiguas, están muy cotizadas». Y es que coleccionistas de alfombras hay y ha habido a lo largo de la historia. Célebre es el gabinete del doctor Sigmund Freud, que albergó carísimas piezas. La familia Thyssen, durante tres generaciones, ha atesorado maravillosas alfombras orientales, aunque no sólo persas. Y el fallecido decorador portugués Duarte Pinto Coelho también fue un apasionado.

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