Pedro Sánchez rearma al PSOE y evita cambios en partido y gobierno
Las medidas económicas y fiscales, la prioridad desde ahora
Moncloa confía en haber cogido impulso tras el debate del estado de la nación para el final de la legislatura
Pedro Sánchez, en el debate sobre el estado de la nación.
Al finalizar el pasado jueves el último y apretado pleno parlamentario del curso político en el Congreso de los Diputados –en tres días se acumularon el debate sobre el estado de la nación, la convalidación del segundo decreto anticrisis y la aprobación de la ley ... de memoria democrática y de la reforma exprés del CGPJ– un estrecho colaborador de Pedro Sánchez, habitualmente hierático, realizó un nítido gesto que reflejó el eufórico estado de ánimo que rodea al presidente del Gobierno. Con su brazo izquierdo levantado, su mano describió violentamente algo parecido al planear de un avión, que comenzó descendiendo hasta la altura de la cintura y terminó disparado casi por encima de la cabeza. «La cosa ha ido bien», remató, esbozando media sonrisa ante sus interlocutores.
Es la sensación compartida en Moncloa y Ferraz ante un fin de curso parlamentario en el que Sánchez ha encontrado el rearme ideológico que necesitaba con su apuesta por los impuestos a grandes empresas, poniendo de esta manera freno a la presión de Unidas Podemos, aunque sea a costa de asumir buena parte de sus planteamientos. Pero, además, el líder del PSOE ha trazado un rumbo prioritario de aquí al final de la legislatura –que sigue queriendo agotar para culminarla con la presidencia de turno de la Unión Europea (UE), en el último semestre de 2023– y que bien podría resumir el célebre lema oficioso diseñado por un asesor de Bill Clinton, en la campaña de 1992 que le llevó a la Casa Blanca: «Es la economía, estúpido».
Porque ciertamente esa materia, ante la amenaza creciente de una inflación desbocada, como el Instituto Nacional de Estadística (INE) confirmó durante las jornadas del debate, fue la que centró el discurso de Sánchez. Baste recordar que otras agendas antaño más socorridas políticamente, como la feminista, apenas ocupó dos minutos durante la intervención inicial de algo más de una hora de Sánchez ante la Cámara Baja. Un discurso que podría entenderse como el plan para lo que queda de legislatura y que literalmente provocó el júbilo en la bancada socialista, cuando se anunciaron los nuevos gravámenes tanto a las compañías energéticas como a la banca.
Hubo algo de alivio, o de grito largamente contenido, en esa explosión de euforia de los diputados socialistas, muchos de los cuales consideran que ese giro ideológico es lo único que puede remontar las encuestas adversas y los resultados catastróficos que ha sufrido recientemente el partido, singularmente en Andalucía, donde los socialistas perdieron apoyos mientras el PP alcanzó una histórica mayoría absoluta en el feudo del PSOE por excelencia.
El rearme ideológico y político despejaba además las especulaciones sobre una crisis de gobierno, como la acometida hace justo un año, que supuso una renovación profunda de la parte socialista de la coalición, o sobre cambios en el partido y sus portavocías. Sánchez se marchará de vacaciones en agosto con el mismo equipo. Y, para terminar de hacer los deberes pendientes del curso, se reunió el viernes en La Moncloa con el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, para poner fecha a la llamada mesa de diálogo, que se celebrará justo la última semana de julio, esta vez en Madrid, después de la que tuvo lugar en Barcelona en septiembre de 2021.
El concurso de ERC sigue siendo fundamental para aprobar los últimos Presupuestos Generales del Estado de la legislatura, cuya negociación protagonizará la vuelta del curso político en septiembre. Y el PSOE cuida ese flanco, pese a algunas desavenencias con ERC, que se visualizaron en el fuerte encontronazo con Gabriel Rufián en el debate de la nación, cuando el portavoz de los independentistas mostró unas balas, supuestamente empleadas por la Gendarmería de Marruecos en Melilla. Un gesto que indignó a Sánchez.
Tres días en el Congreso
En las setenta y dos horas que duró, entre el martes y el jueves, el maratoniano pleno parlamentario que ponía fin al periodo de sesiones, Sánchez se ganó, en definitiva, el apoyo entusiasta de los suyos y logró embridar las disputas, ya marca de la casa, en el Gobierno de coalición, pues las medidas fiscales dadas a conocer eran muy parecidas a las que largo tiempo le venía reclamando la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz.
A la vez, varias de sus intervenciones en el largo debate –el presidente puede tomar la palabra todas las veces que quiera para contestar a los grupos y hacerlo además sin límite de tiempo– estuvieron impregnados de una reconciliación con las siglas de las que es secretario general y con algunas de sus figuras más señeras. Así, cuando dentro de su rifirrafe con la portavoz del PP, Cuca Gamarra, sobre el terrorismo de ETA y la actitud hacia el mismo de uno de los socios del Ejecutivo, Bildu, reivindicó la figura del fallecido Alfredo Pérez Rubalcaba, su inmediato antecesor como líder del PSOE, y de los socialistas en general frente al terrorismo.
Justo después de pronunciar esas palabras, cuidadosamente seleccionadas por sus asesores de entre algunos de los discursos de Rubalcaba, y al bajar de la tribuna de oradores, pasó de largo por su escaño azul y subió hasta la tercera fila de la bancada socialista para fundirse en un abrazo con el exlendakari Patxi López. El mismo que había sido tercero en discordia en las primarias de 2017 y que, en un célebre debate en el que estaba también Susana Díaz, trató de mofarse de la cultura política del entonces candidato Sánchez. «Vamos a ver, Pedro: ¿sabes lo que es una nación?», le espetó al que hoy es su jefe de filas, que en aquella ocasión contestó: «Por supuesto».
De aquella época vienen también los desencuentros de Sánchez con quienes siempre fueron sus 'hermanos' políticos, Óscar López y Antonio Hernando –'hijos' los tres del exministro José Blanco–, quienes tras un largo periodo de distanciamiento vuelven a trabajar codo con codo con Sánchez, como los principales responsables del gabinete de la Presidencia.
Sánchez, poco a poco, ha ido cosiendo esos jirones políticos, al tiempo que otras personalidades más extemporáneas a su figura y sin duda al PSOE, destacadamente la del ínclito gurú Iván Redondo, han ido siendo abandonadas por el camino. Además, ahí siguen algunos de los fieles de siempre, como el discreto número tres del PSOE, el navarro Santos Cerdán, muy presente durante esos tres días de fin de curso parlamentario, sin olvidar al ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, el hombre encargado de defender desde la tribuna, ya en la jornada del jueves, la ley de memoria democrática, y de contestar a los duros ataques de la oposición por la norma, afirmando que «este Gobierno defiende a todas las víctimas». PP, Vox y Ciudadanos denuncian que la ley se olvida de otra memoria, la de las víctimas del terrorismo, con cuyas asociaciones, no en vano, se reunió Alberto Núñez Feijóo coincidiendo con el debate.
Para la rentrée de septiembre, en un curso que culminará con las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2023, donde muchos barones y alcaldes socialistas se juegan su futuro inmediato, Sánchez deberá armonizar el acuerdo presupuestario para unas cuentas públicas que deben empezar a aplicar el aumento hasta el 2% del Producto Interior Bruto (PIB) del gasto en Defensa, una medida comprometida en la reciente cumbre de la OTAN en Madrid que no es del agrado ni de Unidas Podemos ni de los aliados parlamentarios. En eso Sánchez sí tiene el respaldo del PP, como quedó de manifiesto en las resoluciones del debate del estado de la nación pactadas entre Gobierno y oposición, con las que el presidente matizó su giro a la izquierda. Pero se antoja ciencia ficción política que la primera fuerza opositora pudiera sumarse al respaldo a los Presupuestos. Además, para el 1 de enero deberán estar aprobados los proyectos de ley que definirán los impuestos a banca y energéticas, sobre sus beneficios desde 2022.
«Vamos a ir a por todas» proclamó de manera significativa Sánchez. Fue la mejor síntesis de lo que quiso transmitir a su electorado y a su partido.