El pederasta de Lardero, culpable de violar y asesinar a Álex

Los miembros del jurado no aprecian ninguna de las atenuantes que solicitó la defensa del acusado: confesión y reparación del daño. El veredicto por unanimidad se ha emitido pasadas las siete y cuarto de la tarde, casi 30 horas después de que el magistrado presidente entregara el objeto del mismo a los seis hombres y tres mujeres que componían el tribunal popular. La decisión aboca a Almeida a la prisión permanente revisable. Fiscalía y acusación solicitan además 15 años por la violación del niño.

El jurado sostiene que el acusado es culpable de haber realizado actos sexuales con el menor, al que introdujo el pene en la boca valiéndose de fuerza física «siendo estos actos de extrema gravedad»; asimismo es culpable de haberle dado muerte intencionadamente» al niño, que no tuvo, hay que insistir, ninguna posibilidad de defenderse y evitar su muerte. El acusado pesa unos 100 kilos y mide 186 centímetros, frente a los 28 kilos del pequeño que no llegaba a 140 centímetros de altura; 54 años el pederasta por los nueve de Álex. El autor, dicen, lo estranguló «con el fin de ocultar los actos previos de contenido sexual».

El tribunal popular se ha basado, según explicó el portavoz, en los siguientes elementos de convicción. Almeida estaba sentado en un banco del parque; ambos estuvieron en el interior del piso de la calle Río Linares, como demuestran las huellas encontradas y como reconoció el acusado en su declaración. Se hallaron restos de semen en el niño, que estaba con vida cuando lo agredió sexualmente con enorme violencia, tanta que dejó marcas en la zona cervical y los hombros de Álex.

El veredicto recoge la «extrema violencia que llevó a cabo el acusado hacia el menor y que detallaron los guardias civiles y los forenses; también que Almeida no había bebido: ni olía a alcohol ni se tambaleaba, como intentó hacer creer durante su declaración, desmontada por los testigos. El tribunal popular considera que no procede la suspensión de la condena ni la posibilidad de que Almeida sea indultado. Tras la lectura del veredicto, el juicio quedó visto para sentencia.

El martes el acusado hizo uso de la última palabra, en una declaración en la que volvió a evidenciar su frialdad y falta de compasión, plagada de evasivas y mentiras. Almeida acabó pidiendo perdón a todos los que haya hecho daño «y a la familia», siguiendo el guión que acababa de marcar su defensa. Ni un ápice de arrepentimiento en sus palabras, pese a lo que dijo y al evidente intento de justificarse.

«No se dejen engañar», había pedido el fiscal al jurado minutos antes. Es un «depredador de sangre fría» que ni siente ni padece. «Le vimos hablar con voz titubeante, casi aflautada (..) No se dejen engañar», reiteró el representante del Ministerio Público. Cuando fue sorprendido se mostraba tranquilo, igual de impertérrito. «¿Han visto algún gesto compungido?», remató el fiscal. Ayer tampoco lo tuvo.