Tetuán, el barrio mestizo de Madrid
BAJO CIELO
Es el trozo de una urbe que no se resigna a cambiar del todo. Ofrece a los nuevos lo suyo y a los de antes, lo de ayer

Tetuán siempre ha sido un aparte de la ciudad de Madrid. Su origen, como arrabal de los soldados que ganaron en la Guerra de África en el diecinueve, fue poco a poco creciendo hasta juntarse con el otro poblado de Cuatro Caminos. La carretera «mala» ... de Francia, que decían de Bravo Murillo, comenzó entonces a ofrecer pequeños comercios para satisfacer las necesidades de esos primeros asentamientos fronterizos. Al paso del veinte, la población fue envejeciendo dejando que hoy se mezclen en sus calles, personas mayores con un sinfín de venidos de todos los continentes del globo. Casas bajas añejas, antiguas naves de imprenta y corralas de planta baja, van derribándose para levantar pisos de dos dormitorios con vistas a nada, pues les han plantado un crucero varado que tapa la sierra y que ha destrozado el ventanal de sus vecinos. El barrio no ha podido renunciar a las cuestas, como todos los barrios populares, por mucho que lo pretendan quienes se hacen de bronce con las nuevas promociones. Por eso no termina de cuajar eso de la especulación.
De noche, un ajetreo de motores recorre sus calles. Es el runrún de las motos que salen de cocinas fantasma para saciar el ansía de los que comen de fuera en casa. Por sus aceras, bodegas latinas, locutorios, peluquerías de trenzas y máquinas de afeitar cabezas, lavanderías, tiendas de pelo natural, salones de juego, talleres de coches, de pollo frito y locales que ahora son viviendas porque es más barato comprar con escaparate opaco a pie de calle.
Los grupos de jóvenes escuchan la música caminando; Topete tiene hambre de hampa, pero en Tenerife o San Raimundo uno se cruza con animales de compañía que han aprendido a caminar al ritmo lento de sus dueños. Si se busca el ajetreo de la ciudad, tan sólo hay que tirar hacia Bravo Murillo, donde todavía se buscan chollos en electrodomésticos y zapatos, con un fondo de calle que son las torres Kio y que juegan a ser la sierra de Guadarrama. En Tablada 25 ensayaban Los Rodríguez, y ahí sigue estoico el paso del tiempo, poniendo banda sonora a este Madrid frenético. Para los bibliófilos, la librería Alcaná, que tiene el mejor fondo de libros de segunda mano de toda la ciudad; no hay título que no aparezca en su catálogo y en dos horas te lo traen desde el almacén. Ese ritmo, esa prisa por llegar, se contagia en todas sus arterias, porque Tetuán camina rápido, como si todas las personas llegaran tarde a algo, aunque sea para descansar.
Es un lugar generoso y muy especialmente con los suyos, que son de aquí y de fuera, porque admite a todos sin preguntar la procedencia
Ya en la plaza de la Remonta, los edificios nuevos quieren vivir hacia dentro, como si la vida fuera todo lo que empieza cuando cierras la puerta. Pero también se ven niños jugando en algunos soportales que dejan un poso de esperanza en que después de todo esto, vendrá algo más. A medida que uno avanza hacia Plaza Castilla, los carteles de despachos y asesorías llenan los primeros pisos exteriores. Hay restaurantes que son mitos, como el Gago, La Castañal o Casa Adriano, porque en Tetuán siempre se ha cuidado de los suyos y se puede tener todo llegando a fin de mes. Es un barrio generoso y muy especialmente con los suyos, que son de aquí de siempre y de fuera, porque admite a todos sin preguntar la procedencia. Muchos dicen que Lavapiés es diverso, pero eso es porque no conocen Tetuán, que desde las victorias que apellida su nombre, es el trozo más mestizo de una ciudad que no se resigna a cambiar del todo. Suma y sigue ofreciendo a los nuevos lo suyo y a los de antes, lo de ayer.
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