Las obras y el aumento de trenes convierten Chamartín en un caos: «El polvo, el ruido y el olor son un problema»
Los viajeros lamentan las condiciones a las que son expuestos durante las labores de renovación de la estación
El traslado de convoyes llegados de Atocha aumenta la afluencia y dificulta el paso por la base
La estación de Chamartín inicia su metamorfosis y recupera el vestíbulo fantasma de los años 80
Madrid
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Iniciar sesiónMoverse por Chamartín resulta una aventura complicada, sobre todo para personas mayores y aquellos viajeros no familiarizados con las obras de esta estación, una de las paradas del servicio ferroviario de la capital más utilizada. Las labores de modernización de la misma, así como ... la mejora de las instalaciones para abarcar más trenes y pasajeros, han hecho del día a día un caos, no solo por el kilométrico trayecto que tienen que tomar los usuarios –junto con sus maletas e incluso sillas de ruedas– para poder coger un taxi o un VTC, sino también por las aglomeraciones que se forman en el vestíbulo ante el aumento de convoyes y los retrasos de los mismos. Sin embargo, entre los afectados 'invisibles' también se encuentran taxistas, comerciantes y los propios madrileños, que esperan a fin de año poder recuperar el atajo de tráfico que estos trabajos han cortado.
Los usuarios disponen de un trayecto extra si buscan coger un taxi para abandonar Chamartín, comenzando este en la vía. Una vez se consigue estar fuera de la base, tras haber esquivado a otros viajeros con sus respectivos equipajes, hay que salir a la calle, caminar un par de minutos siguiendo la señalización que indica donde están los taxis, traspasar una pasarela, cruzar un puente en el que se puede ver a decenas de obreros y grúas para, finalmente, llegar a unas escaleras mecánicas y un ascensor que les bajen hasta el aparcamiento donde les esperan decenas de transportistas. «El camino es tremendo y con 80 años es difícil de llevar, os lo podréis imaginar», indica un matrimonio, que camina a paso rápido, a este periódico.
La reforma integral de la estación de Chamartín-Clara Campoamor, que la convertirá en una de las más punteras y en el nodo estratégico de la mayor red de alta velocidad de Europa, ha restringido la recogida de viajeros frente a la puerta principal, convirtiéndola en tan solo un espacio para la bajada. Los vehículos VTC cuentan con otro punto específico, en el lado contrario de las instalaciones, y que también resulta engorroso y molesto pues «los pasajeros llegan cansados de cargar con todo el equipaje».
«Estamos aislados»
Los taxistas tampoco se muestran contentos con la situación tanto de sus clientes como la suya propia. «Los camiones dejan una polvoreda...», suspira uno de estos conductores, que además apunta a la existencia de una única caseta con tres urinarios pequeños y tres baños «chiquititos» para «miles de taxistas».
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«No tenemos nada. Estamos aislados de comercios y bares para tomarnos un café o comprar algo fresco por el calor. Podríamos llenar agua en los grifos de los baños, pero sale caliente puesto que les da el sol todo el día«, continúa otro mientras espera la llegada de nuevos pasajeros.
El vestíbulo de la estación se encuentra abarrotado. Viajeros buscan en cualquier esquina o escalón un espacio para aguardar la llegada de sus respectivos trenes. La imagen hace unos meses de ese mismo lugar era distinta, más relajada y con menor densidad pues, desde septiembre, Adif reparte los trenes de alta velocidad Madrid-Levante entre Chamartín y Atocha como respuesta al «aumento de este servicio» y evitar la saturación en la estación situada en el centro de la capital –que también se encuentra en obras–, según señalan desde la empresa pública propietaria de la infraestructura ferroviaria. Y por si fuera poco, a esto se suma la presencia de las nuevas compañías fruto de la liberalización del sector.
Este incremento de convoyes con cabecera en Chamartín ha llevado a un aumento de viajeros, provocando la saturación de estas instalaciones. «La única manera de ampliar Atocha era trasladar parte de los viajeros a esta parada«, señalan desde Adif.
Los comerciantes de la zona son otro de los sectores que se ven afectados por este proceso de transformación. «El polvo, el ruido y el olor a alquitrán son un problema», enumera un trabajador de uno de los locales de restauración situado a pocos metros de la parada habilitada para los VTC. Sin embargo, no olvida señalar que esto «es positivo para el negocio», puesto que el incremento de trenes en esta parada se traduce en un aumento de la clientela.
Lejos de los usuarios y trabajadores que dependen de este servicio ferroviario, se encuentra otro grupo ajeno que también sufre las consecuencias de las obras de Chamartín. Desde marzo, la plaza de la estación –un servicio utilizado por muchos conductores para atravesar desde y hacia la calle de Mauricio Legendre– está cortada al tráfico. Muchos vehículos hacían uso del acceso de la calle de la Hiedra para cruzar por delante de la estación en sus trayectos desde la zona de la avenida de Pío XII hacia la calle de Francisco Palau y Quer y el paseo de la Castellana, o bajaban desde allí en dirección contraria. Ahora, tienen que tomar un desvío que durará, al menos, hasta finales de año ante la incompatibilidad del tráfico rodado con las labores que se llevan a cabo en esta fase.
Futura superestación
Todas estas molestias que se viven ahora se justifican con el resultado que darán estas obras. Se espera que, en diciembre, se dupliquen las líneas de alta velocidad, se mejoren las vías de Cercanías existentes y que la estación de Chamartín pueda gestionar hasta 900 trenes diarios, entre un 25 y 30% más de viajeros de los que acostumbra. Estos trabajos se enmarcan dentro de una inversión de 326 millones de euros. Esto representa, de esta manera, un paso previo a la remodelación integral de Chamartín –que superará los 1.000 millones de euros–, para convertirla en una estación moderna, futurista y puntera no solo en España, sino también en Europa.
Dentro de este proyecto de mejora de la alta velocidad española también se incluye la nueva estación subterránea pasante de Atocha, que el Gobierno ya autorizó en junio, y que permitirá a los AVE tener parada en ambas estaciones madrileñas.
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