Las 'noches toledanas' tras el pitido final de los conciertos del Bernabéu: botellódromo, gritos y orines
Algunos vecinos se refugian en la segunda residencia y otros planean mudarse
El Real Madrid acuerda con el ayuntamiento limitar a las 23 horas los conciertos en el Bernabéu
El Bernabéu se blinda contra el ruido: cerrará las 'grietas' de la cubierta próximas a las viviendas
Ambiente en las puertas del Bernabéu con motivo del concierto de Karol G
Por un lado los ruidos, que el Real Madrid trata de insonorizar; por otro los vecinos de una zona del 'Monopoly' de Madrid y, por último, los fans de los músicos y adláteres 'tuneados'. En esta ecuación, los últimos, en riadas de multitud, ... han convertido la Castellana y anexos en un botellódromo. Queda ese lateral de la avenida como una tierra sin ley, con el Bernabéu ultimando sus obras exteriores y, al otro lado de las vallas, un desfile de botellas, cartones, vómitos, gritos y orines.
Es el paisaje después de una batalla, con sus carreras histéricas de rigor. Únase el hecho de las broncas, eso sí, para reclamar las entradas y el colapso de la zona, ya de por sí afectada por las obras, lo que genera que la entrada a un concierto no sea todo lo tranquila que debiera. Ni la salida, que es peor.
Así va luciendo la zona tras los conciertos de Karol G, que finalizan este martes y que han alterado esa arteria de la ciudad y los nervios de los residentes. Uno de ellos, Nicolás, de la cuenta de 'X' (antes Twitter) Ruido Bernabéu, ha tomado las de Villadiego en estas noches toledanas, y perdónese la licencia. Nicolás, en principio harto del ruido, «insufrible», ha decidido abandonar la ciudad «y teletrabajar».
La distancia no le impide estar al tanto de lo que está aconteciendo en sus cuatro esquinas cotidianas. Su caso no es único. Las 'noches toledanas' en los alrededores del Bernabéu se combinan, por si fuera poco, con el calor. El infierno para los vecinos, que no tienen más remedio que 'exiliarse' a sus segundas residencias.
Algo similar sufre Elena, 36 años, con tres hijos pequeños para los que, cuenta, se han tenido que «expedir certificados para ir al colegio» en vista del panorama. Recuerda la frase de un policía: «Qué razón tenéis», aunque «aquí sacan tajada todos». Elena destaca que sus hijos le han preguntado la razón de «¿por qué tantas botellas en el suelo?». Las noches de concierto le amanecen con «las papeletas colapsadas» 'ayudando', así, a la «degradación del barrio».
Para ver esta página correctamente ve a la versión web
ContinuarElla es consciente de que las noches de partido no hay esta zapatiesta. Acaso porque es «una hora y media». Su vista es la vista de «motos tiradas al suelo», cristales rotos y demás. Y ya, confiesa, el mal menor es el ruido.
Cierto es que en el inicio, cuando los primeros seguidores de Karol G organizaron y autogestionaron, calmos, su acampada, todo iba en bolsas y en urbanidad. Pero la multitud convierte una zona de fútbol, teóricamente tranquila, en una 'rave' en la que las madrugadas se vuelven insufribles. Más allá, la otra derivada. Los conciertos de Karol G han supuesto un incremento de un 29 % en la búsqueda de un alojamiento en la capital. Un fenómeno que puede conllevar parejo un turismo de escasa calidad.
Fijando el objetivo en el botellódromo en sí, todo es un festival de 'yonquilatas' vendidas por gentes de todas partes del mundo, camuflándose como pueden cuando ven las luces de algún vehículo de la policía. Una auténtica subindustria del bote de zumo de cebada.
Enrique Martínez, de la Asociación de Vecinos Perjudicados por el Bernabéu, habla de una «catástrofe de salud», que tiene su epicentro, su «Kilómetro 0», entre Rafael Salgado y Concha Espina unas 300 viviendas en la primera calle y unas 700 en la segunda lo que equivale a más de 2.000 personas afectadas.
MÁS INFORMACIÓN
Martínez pinta el barrio como un «caos de higiene»; la madrugada de este lunes le despertaron «gritos de mujeres ebrias». Lo esperable.
Con todo, manifiesta una gran confianza en la justicia. Enrique Martínez y lugareños saben que, asomarse al balcón de su domicilio, equivale a asomarse a lo dantesco. Entretanto, se quejan de que «nadie haga nada» y temen que esto sea sólo el principio.