Los niños del coro, los huevos rotos de Lucio y el clásico paseo en el Naviluz

Junto al botón de encendido de las luces de 21 distritos de Navidad, y antes de enfrentarse al gran público, el mago Jorge Blass le ponía magia a algo que andaba grabando; se vio el truco, pero no quitaremos la magia navideña. Acaso porque entre bomberos no nos pisamos la manguera.

Los Niños del Coro, los del musical, animaban arcangélicamente el trajín de la plaza de España, donde Julia y Guillermo, en primera fila frente al escenario 'consistorial', llevaban montando guardia desde las cinco de la tarde. Es «una tradición», añadían, aunque el año pasado pecaron de tempraneros, llegaron a las cuatro y volvieron cuando Madrid ya tenía su luz.

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Kiki, autoproclamado «er que ilumina tó Madrid, y Valladolid y España entera», de Puente Genil y de la empresa Ximénez, miraba que no quedase una bombilla sin «ensenderse». Y es que el Nacimiento en led de la plaza de Colón y el abeto gigante de Sol tienen miga. Y Lucio, el mítico Lucio, a sus años, que dio el botón de encendido en silla de ruedas haciendo gala de esa madrileñía de Serranillos del Valle, y de una vitalidad envidiable. 

Madrid andaba colapsado hasta el encendido. Un conductor casual contó 50 minutos en un lateral de la plaza de España, parado y resignado. Mientras, la cobertura móvil iba y venía. Acaso Lucio, el buen Lucio, jamás se vio en tal aprieto. Una multitud, un coro de niños, un mago y un regidor que ya no se atreve a tocar botones de encendido, ni balones. Y menos, según sus propias palabras, «con niños delante». Y luego una cohetada levantina. Después de la inauguración de la iluminación (perdonen la rima), el clásico (y peligroso para los fotógrafos) recorrido en el Naviluz, el bus descapotable para ver luces.

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Con el alcalde Almeida; la vicealcaldesa, Begoña Villacís; la delegada del Gobierno, Mercedes González, y demás autoridades. Y con un arreón, mientras se conversaba sobre la necesidad «de un 'catering'» en estos saraos con Samantha, de MásterChef, arrancó el recorrido en el bus.

Y el alcalde saludador, desvelado en complacer a la hija de la delegada del Gobierno. Y las luces de siempre, y las ocurrencias de Almeida, que se tornaron más 'serias' cuando reconoció a quien esto suscribe que «Lucio se merecía este homenaje» y lo «maja» que es su heredera, de lo que se da fe. A Almeida lo llamaron «mi pana Alme», y el alcalde volvió a bromear con su plaza de Neptuno, su Atleti y con el concejal Borja Carabante cuando las ramas del paseo del Prado rozaban el bus. En la puerta del ayuntamiento, un japonés pedía matrimonio a su pareja postrado de hinojos. Los fotógrafos volvieron a jugarse la vida, el alcalde vio «lo lleno que está Madrid» y así. Queda la incógnita de si en 2023 serán/seremos los mismos, y si Vallejo-Nágera llevará un tentempié al Naviluz. De momento, y hasta que den las 00.01 del Día de Reyes, Madrid iluminado.